El derecho a estar triste

El derecho a estar triste

“Estar triste no está bien visto porque se supone que uno debe ser feliz, pero debemos permitirnos tener malos días".

Selective focus loneliness young asian woman sitting on bedroom floor near the balcony. Depression sadness breaking up asian teenage girl sitting alone hugging knees closing eyes and thinking.Kittiya via Getty Images

Sonríe siempre. Si quieres, puedes. Tú puedes con todo. Durante los últimos años, resulta complicado no toparse con este tipo de expresiones que denotan un exceso de optimismo o de positividad en libros, camisetas, redes sociales, programas de televisión y de radio, agendas, fundas de móviles... Y, a veces, pueden llegar a resultar irritantes e incluso angustiosas. Más aún durante el confinamiento y con la incertidumbre ante el futuro que sienten miles de personas en todo el mundo. ¿Qué pasa si hay veces que no quieres sonreír? ¿Y si sientes que no puedes con todo? ¿Es beneficioso rodearse de tanta, taaaanta positividad?

Este tipo de frases “pueden ser muy engañosas porque, aparte de ser mentira, impiden que uno vea sus posibilidades reales y ponga los medios para lograr lo que quiere”, asegura el catedrático y doctor en Psicología Marino Pérez. “De estas frases viven los libros de autoayuda, llenos a menudo de expresiones engañabobos y charlatanería envuelta de pseudo-neurociencia”, critica. “Más pronto que tarde”, dice, uno acabará “chocando con la realidad”.

Así que no. No pasa nada si no estás bien todo el tiempo. De hecho, abusar de la positividad puede llegar a ser perjudicial no sólo para el individuo, sino también para el conjunto de la sociedad. “La crisis financiera de 2008 se debió en buena medida a un exceso de positividad y optimismo. El banco Lehman Brothers estaba plagado de ejecutivos optimistas, a diferencia de otros bancos que se mantenían cautos y precavidos”, recuerda Pérez. El experto se posiciona “a favor del optimismo y no en contra”, pero con algunas observaciones: “Las cosas pueden ir bien por muchas razones, pero no por el simple hecho de ser positivo u optimista. El pesimismo realista puede ser mejor que el optimismo”.

Es válido tener días malos

Los bajones emocionales han sido comunes durante estos días. En ocasiones se ha respondido al confinamiento estando ansioso y deprimido por la pérdida de cosas valiosas o por la incertidumbre. Pero no hay de qué preocuparse. Se trata de emociones “propias de una situación así”. “Debemos permitirnos los malos días, así como asumir fracasos sin estar obligados siempre a sonreír”, asevera Pérez, al que le parece “lamentable” la cantidad de encuestas psiquiátricas que  llaman “síntomas” a “reacciones normales”. Este tipo de afirmaciones son para él “una manera de patologizar la normalidad”.

“Tenemos que aprender a regularnos emocionalmente y esto conlleva reivindicar el derecho al sufrimiento, el dejarnos sufrir como algo inherente a la propia vida”, añade el psicólogo sanitario Luis del Bao García.

El individuo no tiene todo el poder sobre sus actos

Para Del Bao García “lo que tienen en común todas estas frases de sobre de azúcar es que agencian de nuevo al individuo todo el poder sobre sus actos”. Aquí radica “uno de los problemas más graves que impregna hasta la propia profesión de la salud mental y es que no todo depende de uno mismo, eso es vital entenderlo”. El psicólogo insiste en que “nacemos en una realidad que ya está en marcha y que nos construye, no hay individuo sin contexto”.

“En las sociedades actuales, estar triste se ha convertido en algo patológico. Entendemos el espectro de emociones desagradables como algo a eliminar y el pack de la felicidad como el estado natural y correcto”, asegura.

Pérez opina como su compañero: “Estar triste no está bien visto porque se supone que uno debe ser feliz. Y que serlo es una actitud y una decisión. Si estás triste es que no haces lo necesario para estar bien”. El catedrático cree que en este punto la psicología positiva “ha sido engañosa, prometiendo técnicas para ser feliz, como si fuera cosa de técnicas”. Aquí entra la culpa, dice, “porque uno sería culpable de estar triste y de que no le vaya bien en la vida, por no ser positivo y optimista, como si estas actitudes fueran imanes”. 

¿‘Gestionar’? los sentimientos

¿Qué se hace con estos sentimientos negativos entonces? Hay quien habla de “gestión de sentimientos”, pero Marino Pérez no comparte en absoluto esta expresión: “Supone adoptar una metáfora empresarial para nuestra vida particular, como si fuéramos empresarios de nosotros mismos que tuviéramos que optimizar sentimientos”. En este sentido, se para a reflexionar sobre “cómo metáforas económicas y empresariales han colonizado la vida íntima”.

La gestión, dice, “nos asume como empresa y capital humano” y los sentimientos “están siempre vinculados a situaciones y relaciones interpersonales”: “No surgen de dentro, sino de las relaciones con el mundo”.

El experto opina que “debemos estar menos pendientes de lo que sentimos y más de las situaciones en las que estamos, mirando más allá de nuestro ombligo”. Además, ahora nos encontramos viviendo una pandemia mundial y “la falta de miedo y el optimismo son una mala combinación para salir de la misma”, concluye.