Derrotar al ultraliberalismo

Derrotar al ultraliberalismo

El egoísmo de los ricos se expone bajo la perversión del lenguaje en la política y en el deporte.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en un acto en Pozuelo de Alarcón.Europa Press News via Getty Images

Lunes noche, enciendo la tele y pongo El Chiringuito, allí estaba Florentino Pérez exponiendo los argumentos de los clubes millonarios para justificar su ruptura unilateral con el estamento oficial del fútbol europeo. Hasta en 100 ocasiones repitió como motivación para la creación de la Superliga: “salvar al fútbol”, “estamos arruinados”, “solidaridad con los otros clubes que no jugarán la Superliga”.

Salvar al futbol es querer que los ricos sean más ricos. Se proclamaba arruinado mientras gasta centenas de millones en una reforma megalómana de su estadio de futbol y apelaba a que habría solidaridad con otros clubes cuando, en realidad, les condena a la indiferencia.

Salvar al futbol es querer que los ricos sean más ricos

Todo barnizado de que se realizaba en beneficio del aficionado, al que le despoja de sentimientos y trata como un consumidor. El capitalismo salvaje presentándose como revolucionario que quiere recuperar las esencias del futbol.

La perversión del lenguaje de Florentino Pérez no es novedosa. La escuchamos a diario a través de Isabel Diaz Ayuso, la heroína del ultraliberalismo en España.

El neoliberalismo ha transitado al ultraliberalismo a través del lenguaje. Son más egoístas e insolidarios que nunca, pero te lo cuentan a través de utilizar sentimientos colectivos y conceptos comunes. Es la búsqueda de la transformación del significado de las palabras para desmontarlas. Un proceso de destrucción de los valores y principios que marcan nuestra convivencia. Aprovechan la sociedad de la inmediatez, del querer todo rápido y ahora, donde se expande la autosatisfacción y lo banal.

Llevan años en Madrid trabajando para que cale el individualismo económico y social dentro de las personas con rentas medias para que la avaricia sin límite campe a sus anchas en las rentas altas. Una vez desmontados los valores comunes, aumenta la brecha económica, social y afectiva con las rentas medias-bajas y rentas bajas.

Cuando Ayuso llamó “mantenidos subvencionados” a las colas del hambre que se creaban por Gobiernos de izquierda no se trataba de un calentón verbal, hablaba a su electorado. Buscaba afianzar su ultraliberalismo, donde quien está en una peor situación económica es por culpa suya y tú, hombre o mujer de renta media le tienes además que subvencionar su vida. Canibalismo económico carente de ética y valores.

Esas rentas medias a las que han tratado de convencer que lo público es peor que lo privado

Esas rentas medias a las que han tratado de convencer que lo público es peor que lo privado, que los impuestos son confiscaciones de tu sueldo para dárselo a otros y a las que hacen creer que han alcanzado un estatus económico superior si llevan a tus hijos a un colegio concertado, tienen seguro médico y una hipoteca alta. El “sueño madrileño” de Ayuso consiste en tener una vida cara, un sueldo no tan alto, un montón de gastos, pero reflejado en tomar una cerveza tras llegar a casa cuando llegas del trabajo. Lo que te beneficia es la autosatisfacción de lo inmediato, lo que te perjudica es pensar en los demás.

Al igual que la afición ha tumbado la Superliga de Florentino porque eliminaba definitivamente los pocos valores que aún se sostienen en un deporte tan mercantilizado. Los madrileños y madrileñas podemos acabar con 26 años de gobiernos conservadores que se han ido mutando hasta el ultraliberalismo actual que encarna la señora Ayuso, la supremacía del yo frente al nosotros.

Nosotros tenemos el poder del voto para cambiar Madrid, que nos iguala a todos. Por eso, el 4 de mayo es nuestro día, porque si nos movilizamos y participamos, tenemos la ocasión de recuperar valores y derechos, tenemos la oportunidad de acabar con desigualdades e injusticas. Tenemos derecho a un Madrid más justo y solidario, Un Madrid progresista presidido por Ángel Gabilondo.