Diario de una JESP: El casero estrábico

Diario de una JESP: El casero estrábico

Llaman a la puerta; es él. Yo me santiguo, que aunque no sea creyente. Le abro, y ya desde fuera, inspecciona cada rincón de la casa. Nada más entrar, posa su dedo índice en el rodapié, y no lo levanta hasta haber recorrido todo el perímetro del piso. Se gira hacia mí y me observa para asegurarse de que vea bien su dedo, envuelto en una bola de polvo.

¡Jolín! ¡Ya podía tardar menos el bus del aeropuerto! ¡Una horaza! Claro, que por 2,60€ tampoco se puede pedir más. (Yo es que estoy a dos velas y voy en transporte público, pero si venís a Dublín podéis pillar el AirCoach que cuesta 8 euros y tarda la mitad). En realidad, el trayecto no me ha venido mal; lo he invertido en asimilar los cambios que se avecinan... Jess, mi flatmate americana, se vuelve a los Estates. Me da pena, pero es lógico que se vaya; ya lleva dos años aquí... Con la excusa de su marcha, el casero ha decidido subir el alquiler. Y mira, me niego, el piso está bastante viejo, y aunque me encanta el barrio donde está situado, Temple Bar también tiene cosas malas. Como llegar a casa de noche y encontrarte a un tío miccionando en tu portal. O que sean las cuatro de la madrugada del domingo y te despierten los gritos de una borracha que le grita a otro borracho por haber pegado a su "fella" (chorbo), que también está borracho. Así que... me voy. Good bye, Malasaña dublinés. Good bye, culturetas de galería de arte. Good bye, dependientas alternativas de las tiendas vintage. Good bye, turistas con chubasquero y cara de frío. Good bye, meones de portal profesionales. GOOD BYE, TEMPLE BAR.

Antes de marcharnos de esta casa, Jess y yo tenemos un único y difícil objetivo: que el casero nos devuelva toda la fianza. El problema es que, por su condición de piso compartido, por aquí han pasado unos ocho inquilinos diferentes en los últimos dos años. Y hoy nos va a juzgar a nosotras por los desperfectos que todos ellos hayan podido ocasionar. Para que quede más claro; quizá este hombre quiera quedarse mi fianza por la ventana que rompió hace un año un chico francés que vivió en mi habitación. Tiene narices que después de todo este tiempo pasando frío para poder comer, ahora palme yo dinero y muera de inanición para que el futuro ocupante esté calentito. En fin, es la triste realidad del inquilino de paso. Durante estos años, Jess y sus flatmates hemos formado parte del 29% de personas que viven en régimen de alquiler en Irlanda. Una cifra que se ha incrementado en un 47% con respecto a 2006 (año previo al estallido de la crisis del denominado Tigre Celta).

Tras limpiar dormitorios, cocina, baño y salón, citamos al casero. Dice que tardará un par de horas en llegar. ¡Shit! ¡Va a venir justo cuando Jess esté en el pub donde curra! (Hoy es su último día). Y digo "shit" porque el landlord éste - el casero, vamos - me da un yuyu que flipas. Y es que su fisonomía no es para menos. No, no es el típico puerta de discoteca. Más bien lo contrario: escuchimizado, sin pelo, vestido como un mendigo y... con un ojo pallá. Sí, sí, de esto que te sientes incómodo porque no sabes a qué ojo mirar. Creo que también es un poco cojo, o quizá eso me lo haya inventado yo, asociando su ojo a un parche y el parche a un pirata. Sea como fuere, el caso es que me impone como nadie.

Llaman a la puerta; es él. Yo me santiguo, que aunque no sea creyente, nunca se sabe. Le abro, y ya desde fuera, inspecciona con su ojo (el bueno) cada rincón de la casa. Nada más entrar, posa su dedo índice en el rodapié, y no lo levanta hasta haber recorrido todo el perímetro del piso. Al finalizar el trayecto, se gira hacia mí, alza su mano, y me observa con atención (un ojo hacia mí y otro hacia Parla) para asegurarse de que vea bien la yema de su dedo, envuelta en una bola de polvo sólo equiparable a las que pueden encontrarse en casa de Mr. Dirty. Yo abro la boca con intención de darle una explicación, pero no logro articular palabra. Pone rumbo a la cocina. Abre la nevera, el horno, los armarios... Lo registra todo. Llega a mi habitación y señala con su dedo la ventana rota. Mierda, lo sabía. "¿Y tú crees que yo puedo alquilar este piso así a otra persona?" "Cuando yo lle-llegué ya-ya estaba a-así. Yo só-sólo he vivido aquí u-unos meses." Dice que le da igual, que con la casa en este estado se quedará con mi fianza. Atemorizada y mirando hacia el suelo, contesto que no voy a pagar yo por los destrozos que hayan provocado otros. Pasa de mí, y me dice que va a volver a las diez de la noche, y que si para entonces el piso no está "spotless", se quedará con la fianza de Jess y con la mía.

Cabreada, escribo un SMS a Jess desde mi smartphone futurista (¡sí! Debe de ser que los Reyes Magos han leído mis posts porque me han traído un pepinazo de móvil que ha sustituido a mi blackberry del pleistoceno). Le digo que salga ya del pub, o su último día de curro le hará perder dinero en lugar de ganarlo. Cuando llega a casa -yo, mocho en mano-, me dice que claro, que el estrábico se ha aprovechado de que yo llevo poco tiempo aquí y no sé en qué condiciones estaba el piso cuando se lo alquiló a Jess allá por 2010. "No te preocupes, que cuando venga esta noche no nos va a recriminar nada. No sé por qué, pero a mí me tiene miedo". Pues yo sí sé por qué... Y la causa reside, querida amiga, en que pareces un armario de cuatro puertas con dos misiles propios de Afrodita. Le comento que si no le importa, después de dejar niquelao el piso voy a irme a dar una vuelta, para no volver a cruzarme con la terrorífica mirada del landlord, y que por favor me llame para contarme qué pasa.

A las 22:05 recibo un mensaje de Jess: "No le debemos nada. Let's meet for the last pints together ;) (Veámonos para tomarnos las últimas cervezas juntas)". Buf, bendita Jess. Cuánto voy a echarle de menos. A ella y a sus amigos espontáneos de cada madrugada. Ya le iré contando cómo me va desde my new flat (que por cierto está muy bien). Y a vosotros también, of course. Keep tuned...

CAPÍTULOS ANTERIORES DE "DIARIO DE UNA JESP":

1) Otra JASP que se convierte en JESP

2) La búsqueda de piso

3) El piso compartido

4) La búsqueda de trabajo

5) El primer día de trabajo

6) El primer paso como freelance

7) El viaje a Irlanda del Norte

8) La cesta de la compra

9) El bajón

10) El balance de 2012