Felipe VI tira de lugares comunes para hablar de la pandemia y pasa de puntillas por la crisis de la Casa Real

Felipe VI tira de lugares comunes para hablar de la pandemia y pasa de puntillas por la crisis de la Casa Real

Reconoce el rey que "no va a ser nada fácil superar esta situación".

El discurso de Navidad del rey Felipe VI más importante de todo su reinado, aquel sobre el que estaban puestos todos los focos, ha quedado en un pasar de puntillas sobre la situación legal de su padre, el rey emérito Juan Carlos I.

El monarca ha empleado la mayor parte de su discurso en tratar el tema de la pandemia de coronavirus con lugares comunes, aludiendo muy de soslayo la crisis galopante que vive la Casa Real por los problemas legales de su padre.

Felipe VI ha preferido ahondar en mensajes positivos de cara al 2021 tras un mal año para todos por la crisis derivada del Covid. Se ha acordado de los fallecidos, de los afectados, de los parados, de los jóvenes, de los sanitarios, de los científicos, de los cuerpos de seguridad y hasta de la Unión Europea.

Pero no de mencionar a su padre. Ni siquiera la palabra “ley”. Tampoco las cartas que le enviaron varios ex altos cargos del Ejército alertándole del “Gobierno socialcomunista apoyado por filoetarras”, ni el chat de exmilitares que animaba a “fusilar a 28 millones de hijos de puta”. Nada.

Apenas dedica dos párrafos al emérito y sin referirse a él. Leyendo el discurso, se puede llegar a entender que habla de su padre e incluso de la institución cuando dice que en 2014, durante su proclamación en el Congreso, se refirió “a los principios morales y éticos que los ciudadanos reclaman de nuestras conductas” y que esos principios “nos obligan a todos sin excepciones y que están por encima de cualquier consideración, de la naturaleza que sea, incluso de las personales o familiares”.

Y no hay más.

Ni un “todos somos iguales ante la ley”, como dijo Juan Carlos sobre Urdangarin. Cero palabras sobre el proceso judicial abierto para investigar los negocios de su progenitor.

El resto es un discurso de un cuarto de hora trufado de eslóganes dedicados a la situación que ha dejado la pandemia, con los que Felipe VI anima a la esperanza en el futuro.

“Estamos viviendo unas circunstancias verdaderamente excepcionales”, afirma.

“2020 ha sido un año muy duro y difícil”, agrega.

“La responsabilidad individual sigue siendo imprescindible”, recuerda.

“La respuesta a una crisis tan seria como la que estamos viviendo no puede venir de la mano de más desánimo”, proclama.

“Tenemos que afrontar el futuro con determinación y seguridad en nosotros mismos”, exhorta.

“No será difícil que el año 2021 mejore a este 2020”, vaticina. 

También alerta sobre la crisis económica que deja la pandemia, pide no dejar atrás a otra generación de jóvenes, “proteger a los más vulnerables y luchar contra las desigualdades” y reclama unidad para superar la actual situación.

Como ha sucedido en los últimos años, vuelve a echar mano de la Constitución para defender la fortaleza de las instituciones del Estado “en un tiempo en el que la pandemia y sus consecuencias económicas y sociales provocan tanta incertidumbre”. “Una Constitución que todos tenemos el deber de respetar y que, en nuestros días, es el fundamento de nuestra convivencia social y política”, añade. 

Es ahí, cuando tras hablar de los “valores democráticos” que supuso ese “pacto entre españoles”, se refiere a los “valores éticos que están en las raíces de nuestra sociedad” y dedica apenas dos párrafos con sus 87 palabras para despachar el asunto de su padre. 

“No va a ser nada fácil superar esta situación”, reconoce el rey sin concretar si se refiere a la casa real, al país o al mundo en general. Ninguna innovación, eso sí, en su cierre. Dos dias después de aprobarse la Ley Celaá, recurre al castellano, catalán, euskera y gallego para desear Feliz Navidad.