Donbás, ¿la chispa adecuada?

Donbás, ¿la chispa adecuada?

Una ruptura del alto el fuego en la región del Donbás incrementa la tensión en Ucrania, pero no es algo nuevo, lleva así casi ocho años. Pero ahora el contexto ha cambiado.

El Gobierno de Ucrania y los separatistas prorrusos apoyados por Moscú en la región de Donbás se han acusado en las últimas horas de ataques cruzados en la línea del frente, donde la guerra está viva desde hace siete años y medio. Proyectiles de artillería alcanzaron una guardería en la ciudad de Stanytsia Luganska, en la parte de la región de Lugansk controlada por el Gobierno de Ucrania. Hubo tres heridos, ninguno grave. Kiev añade veinte ataques más a lo largo de la zona de combate, pero de los que se desconoce su alcance. Frente a esa acusación, la de los responsables de las dos regiones secesionistas de Donetsk y Lugansk -que componen el Donbás-, que denunciaron de seguido ataques en su contra de fuerzas ucranias con morteros, que llegaron a las inmediaciones de nueve localidades bajo su control. No se han trasladado daños.

“Todo arde si le aplicas la chispa adecuada”, cantan los Héroes del Silencio. ¿Es esta la chispa que necesita esta crisis para prenderse? Aún es difícil de saber, hay que ver la evolución de las próximas horas y, sobre todo, tener presente el contexto, que es viejo. Porque esta ruptura del alto el fuego acordado en la zona puede ser uno más de tantos verificados y denunciados por Naciones Unidas en todos estos años de contienda. O no.

EEUU ha apuntado en las últimas semanas a la posibilidad de que Rusia cree algún “pretexto” para invadir Ucrania, que idee un plan que sirva de excusa que se denomina falsa bandera, y el recrudecimiento de los enfrentamientos en la zona se maneja como una de esas hipótesis desde el minuto uno.

El Institute for the Study of War ha elaborado también un diagnóstico de posibles tipos de invasión por parte de Rusia. Y entienden que, para empezar, las fuerzas rusas pueden atacar desde la región de Donbás o la ocupada península de Crimea -anexionada por Moscú desde 2014-, con la intención de atraer a las fuerzas ucranianas hacia este terreno.

Rusia no controla el Donbás, como sí hace con Crimea, sino que estas zonas están en manos de rebeldes que autoproclamaron las llamadas Repúblicas Populares de Donetsk (llamada RPD) y Lugansk (RPL), no reconocidas internacionalmente pero cuya independencia ha pasado esta semana por la Duma rusa, que ha pedido al presidente Putin que las reconozca como soberanas.

Prorrusos, fuertemente armados -ahí viene la ayuda de Moscú-, los señores de la guerra locales se han hecho fuertes en esta zona del este del país, ocupando grandes extensiones en una zona estratégica, por ser una región minera e industrial.

En estos años se han suscrito, no obstante, los Acuerdos de Minsk, firmados inicialmente en septiembre de 2014, que estaban llamados a poner fin al conflicto en la zona. Fueron ampliados en febrero de 2015, ya con un aval internacional importante, el de Francia y Alemania, además de Rusia y Ucrania, el grupo de Normandía. Papel mojado, a día de hoy, por más que siga siendo la base sobre la que algunos países europeos quieren levantar la necesaria distensión que ahora necesita la zona.

La violencia que estalló hace años entre las tropas locales y los separatistas prorrusos fue particularmente grave en la etapa inicial de la guerra, pero se mantiene hasta la actualidad, dicen los sucesivos informes de la ONU, que denuncian las violaciones del alto el fuego, el uso de armamento ligero y pesado contra civiles, la penuria económica que sufren sus ciudadanos, la imposibilidad de acceder a bienes básicos o al sistema de pensiones, la separación de familias por la complejidad de lograr permisos o de cruzar territorios, los abusos sexuales y las torturas a prisioneros de las dos partes y, al fin, la incapacidad de las partes de lograr una reconciliación.

En este conflicto se calcula que han muerto ya entre 14.000 y 15.000 personas, hay al menos 25.000 heridos y 1,6 millones de desplazados internos. Es un drama diario, que pervive por detrás de la hipotética invasión rusa de este 2022. El gobierno de Kiev insiste en que en ese punto de la frontera hay un despliegue importante de fuerzas vitaminadas por Rusia, algo que Moscú niega. Es “el escenario más probable si Moscú decide atacar”, según la Agencia Reuters.

El número de explosiones registradas durante la pasada noche en el este de Ucrania se ha rebajado en las últimas horas, lo que podría apuntar a una reducción de la tensión, dijo la pasada noche ante la ONU el jefe de la Misión Especial de Observación de la OSCE en la zona, Yasar Halit Cevik.

En un discurso por videoconferencia ante el Consejo de Seguridad, Cevik señaló que entre la tarde del miércoles y las 11 de la mañana del jueves (hora local) se registraron 500 explosiones cerca de la línea de contacto que separa a las tropas del Gobierno ucraniano y a los separatistas prorrusos que controlan parte del país. A partir de esa hora, los observadores han notificado unas treinta explosiones, por lo que se cree que “la tensión podría estar rebajándose”, agregó. Cevik reconoció que las violaciones del acuerdo se han acelerado en los últimos meses.

En la reunión del Consejo de Seguridad sobre Ucrania, numerosos Estados miembros expresaron su preocupación por el aumento de las hostilidades, que se produce en un momento de fuerte tensión y en medio de advertencias de Occidente sobre supuestos planes rusos para invadir el país vecino.

La propia ONU, a través de su responsable de Asuntos Políticos, Rosemary DiCarlo, se refirió a “las informaciones de nuevas violaciones del alto el fuego” en las últimas horas y dijo que “si se confirman, no se puede permitir que vayan más allá”.