¿Dónde están las científicas en la crisis del Covid-19?

¿Dónde están las científicas en la crisis del Covid-19?

¿Está subiendo un piso más el techo de cristal durante la pandemia?

Female scientist working in the CDC laboratory.Eugeneonline via Getty Images

Desde que comenzó la crisis del coronavirus y las pantallas, ondas y medios se llenaron de ciencia, me ha llamado la atención las pocas científicas y médicas que veía analizando o informando sobre su trabajo con el SARS-CoV19. Después me fijé en los muchos eventos científicos ‘virtuales’ a los que me llegaban invitaciones y en los que no figuraba ni una sola mujer. Y más tarde recibí un artículo publicado en Estados Unidos en el que destacaban cómo las revistas científicas estaban recibiendo más artículos firmados por hombres que por mujeres respecto a años anteriores. ¿Está subiendo un piso más el techo de cristal durante la pandemia?

En realidad, el techo ya estaba ahí, aunque iba poco a poco bajando. Los datos del último informe de Mujeres Investigadoras 2019, auspiciado por el CSIC muestran que en Biología y Biomedicina, áreas que se ocupan fundamentalmente del coronavirus, sólo el 34,7% de los investigadores principales son mujeres, y del total de científicos titulares, un 36,9%. En el caso de la mMedicina, sin embargo, su presencia es mucho mayor: ellas suponen un 55,5%.

Con estos porcentajes en la mano, por tanto, llama la atención que durante esta crisis la escasa escalada hacia la igualdad parezca estar retrocediendo. Ahí tenemos el hecho de que sólo haya cuatro expertas entre los 12 miembros del nuevo Grupo de Trabajo Multidisciplinar que asesorará al Gobierno en materia científica y en las consecuencias futuras del Covid-19, es decir, son un tercio, por debajo de su presencia en la ciencia. En el comité para el coronavirus. creado por el Comité Español de Matemáticas, el porcentaje no llega al 25%. “Es muy preocupante esa escasa participación en el origen de importantes tomas de decisiones porque la percepción de la realidad entre ambos géneros no es igual, y lo peor es que llueve sobre mojado porque llevamos 20 años visibilizando datos de una brecha que se cierra demasiado lentamente”, asegura Carmen Fernoll, presidenta de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT). 

A eso se añade su escasa presencia mediática estas semanas, incluso por debajo de su presencia en la ciencia. Durante dos días (17 y 18 de abril ) AMIT monitoreó cuatro diarios españoles (El País, La Vanguardia, eldiario.es y ABC) y su análisis reveló que solo el 27% de las fuentes utilizadas sobre la pandemia eran mujeres. “Es menos que antes, porque hay un estudio de 2018 hecho por Pablo Francescutti que habla de un 29,5%”, dice Victora Toro, una de las autoras de este mini-estudio. 

El coronavirus no sólo se invisibiliza a la voz de las investigadoras sino que la pandemia puede frenar sus carreras científicas.

En la misma línea comenzó a trabajar la socióloga Marcela Campos, pero con las televisiones. En concreto, ha hecho un seguimiento de cuatro matinales entre el 30 de marzo y el 8 de abril (Espejo público de Antena 3, El Programa de Ana Rosa en Telecinco, Al Rojo Vivo de La Sexta y Las Mañanas de TVE). Pues bien: de las 268 fuentes expertas consultadas 199 eran hombres y 69 mujeres, es decir un 25,7%.  Sólo TVE subía la media a un 37%. Es decir, en las privadas la media es de… ¡un 21,5%! Incluso hay una cadena que se queda en el 15,7%. Los colegas periodistas con los que ha hablado Campos le dicen que tiran de agenda conocida debido a la presión del trabajo o que “buscan jefes”. Hay quienes caen en la cuenta de su sesgo masculino cuando se les pone delante. “La cuestión es que los medios no tienen una política explícita al respecto y al final se produce una distorsión de la realidad sobre la presencia femenina. Una mayor inclusión académica y laboral no está cambiando su subrepresentación en los medios. Tendría que haber un trabajo activo de medios y periodistas para equilibrarlo”, destaca la investigadora.

Lo cierto es que recursos, si se buscan se encuentran. Junto con Atresmedia, hace tiempo que AMIT puso en marcha una base de datos para que los profesionales no pongamos la excusa de que no tenemos a mano contactos de científicas de primera fila a las que llamar como fuentes. Y de todas las materias. “Aún así, no salimos”, reconoce Fernoll.

Algunas científicas apuntan al llamado ‘síndrome del impostor’: “Hay investigadoras que no quieren salir porque les da la sensación de que no necesitan la aprobación de terceros, mientras que sus compañeros no tienen reparos”, argumenta Marga López Rivas, bióloga en la Universidad de Almería. Otras, sencillamente, creen que si ellos son más entrevistados es porque ocupan más cargos. Asunción de los Ríos, bióloga del Museo Nacional de Ciencias Naturales, puntualiza también que “las mujeres somos menos dadas a participar en este tipo de  comunicaciones porque lo hacemos cuando se nos solicita, no vamos buscándolo”.  Y Fernoll añade que “las científicas son menos divulgadoras, como si tuvieran temor a no contar cosas interesantes, algo que a los científicos no les pasa”.

A todo ello se añade un sospechoso sesgo en algunas instituciones. “Llega al extremo de que en una nota de prensa de mi universidad sobre un trabajo mío y de otra compañera, al final no se puso nuestro nombre, sino el de un hombre firmante”, recuerda la oceanógrafa almeriense Marga López Rivas.

En un momento en el que la ciencia toma relevancia social, resulta que las científicas españolas siguen dándose de bruces la realidad.

Pero en el coronavirus no sólo se invisibiliza a la voz de las investigadoras sino que la pandemia puede frenar sus carreras científicas. En el reciente artículo norteamericano, los editores de tres revistas especializadas apuntan que están recibiendo menos trabajos de mujeres que de hombres durante este encierro global. En algún caso, hasta un 50% menos de ellas respecto a 2019. En otro, firman sólo un 17% del total. Nadie en España está recabando estos datos de momento, pero los testimonios aventuran un resultado similar.

María Villaroel, por ejemplo. Es investigadora en Informática en la Universidad de Zaragoza. Tiene tres niñas de 6, 9 y 11. “Media Primaria”, me cuenta. Desde que está trabajando en casa, y sin colegio, no le da la vida. “En mi equipo estamos acostumbrados a trabajar online, pero con las niñas en casa es muy complicado porque no son autónomas con el ordenador para hacer sus tareas. A veces me resulta imposible concentrarme. La dedicación de las mujeres a los cuidados es mayor y eso es algo que claro que afectará a nuestros resultados”, asegura desde casa, mientras al fondo se escucha a las criaturas.

López Rivas, por su parte, no tiene hijos, pero si padres mayores a los que atender. “Yo decidí no tenerlos precisamente para poder investigar pero ahora tengo también una carga familiar, porque siempre recae sobre nosotras”, reconoce. Y Hilde Pérez García, profesora de Ingeniería de la Universidad de León, aunque directamente no le afecta, reconoce que “la permanencia en los hogares está perjudicando la carrera de las mujeres en el ámbito universitario, sobre todo a las están en el camino hacia la promoción. Se sabe ya que las mujeres en muchos ámbitos científicos han dejado de publicar”, me asegura. Es algo que, como recuerda Fornell, no será fácil recuperar por las más jóvenes, en un mundo en el que la productividad va ligada a llegar a tiempo en esa carrera.

Así pues, en un momento en el que la ciencia toma relevancia social, resulta que las científicas españolas siguen dándose de bruces la realidad: no hay forma de saltar ese ‘techo de cristal’ que tienen sobre las cabezas y que ahora no sólo puede frenarlas sino que también las impide asomarse, al mismo nivel que sus compañeros, a las ondas, las pantallas o la prensa. Colegas, tengámoslas en cuenta.