Doy mi voto contra la candidatura presentada por...

Doy mi voto contra la candidatura presentada por...

¿Por qué no se nos pregunta directamente a qué partido queremos oponernos en vez de a cuál queremos apoyar?

Cesc Maymo via Getty Images

La idea es bien sencilla: votemos en contra de nuestros candidatos más odiados en vez de hacerlo a favor de los que preferimos. Que sí, que ya sé que es lo que verdaderamente hacemos todos, pero yo estoy proponiendo que lo hagamos explícitamente, que lo ponga la propia papeleta. Si una papeleta clásica tiene el encabezado “Doy mi voto a la candidatura presentada por…”, propongo que el nuevo encabezado diga “Doy mi voto contra la candidatura presentada por…”. Y cada uno escoge la lista del partido al que le tenga más tirria. ¿Por qué no se nos pregunta directamente a qué partido queremos oponernos en vez de a cuál queremos apoyar? El que menos votos saque, ganó las elecciones.

¿Se imaginan a Gabilondo en pleno arrebato furioso pidiendo el voto para Más Madrid, Vox o Ciudadanos, rodeado de carteles con su foto y el eslogan “No votes PSOE”?

Los comicios madrileños serían una ocasión magnífica para ensayar esta nueva forma de democracia. Nueve de cada diez dentistas consultados prefieren el chicle sin azúcar y confiesan que su voto está más motivado por el deseo de que no gane el partido rival que por una fuerte adhesión al partido votado. Los candidatos emplean más tiempo en descalificar al otro que en calificarse a ellos. Estamos ante la campaña más polarizada de la historia, pero esta guerra no enfrenta a fanáticos ayusistas contra incondicionales iglesistas, sino a incondicionales antiayusistas contra fanáticos antiiglesistas. Votar en contra permitiría oponernos a nuestro archienemigo favorito sin necesidad de votar tapándose la nariz -lo que ahora es especialmente molesto, porque hay que taparse la nariz debajo de la mascarilla-.

Sé que es una propuesta inesperada. Pero piénsenla. ¡Todo son ventajas! Se acabaron los indecisos: podemos dudar sobre el objeto de nuestro amor, pero nunca sobre el objeto de nuestro odio. Se acabó la abstención: ¿quién se va a quedar en casa, pudiendo ir a un colegio electoral para perjudicar al prefijo de nuestra fobia más desasosegante? ¿Se imaginan a Gabilondo en pleno arrebato furioso pidiendo el voto para Más Madrid, Vox o Ciudadanos, rodeado de carteles con su foto y el eslogan “No votes PSOE”? ¿Se imaginan a Monasterio la noche electoral lamentando no haber alcanzado representación parlamentaria debido a la enorme cantidad de votos obtenidos? ¿Se imaginan a Edmundo Bal garantizando que no fallará a los millones y millones de madrileños que no le han votado?

¿Quién se va a quedar en casa, pudiendo ir a un colegio electoral para perjudicar al prefijo de nuestra fobia más desasosegante?

En la época en la que se pretende convertir en delito emociones como el odio -que puede ser noble o miserable según cuál sea su objeto-, se multiplica por mil el uso delirante y malrollero de términos como “comunista” o “fascista” en los discursos políticos. No es coincidencia, es distopía. Con todos los candidatos suspendidos en su valoración por la ciudadanía, rechazar el mal mayor puede ser tan valorable como aceptar el mal menor, y el 4 de mayo madrileño nos sitúa en la chiripitifláutica situación de que el PP, que probablemente será el partido más votado en las elecciones a favor, sería seguramente también el partido más votado en las elecciones en contra. Hagamos la prueba por una vez. A ver qué pasa. Voto inverso. ¿Qué puede salir mal? Perdón, quiero decir, ¿qué puede salir peor?

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciado en Filosofía y doctor en Psicología. Es profesor titular de Psicología Clínica de la Universidad de Oviedo desde antes de que nacieran sus alumnos actuales, lo que le causa mucho desasosiego. Durante las últimas décadas ha publicado varias docenas de artículos científicos en revistas nacionales e internacionales sobre psicología, siendo sus temas más trabajados la conformación del yo en la ciudad actual y la dinámica de las emociones desde una perspectiva contextualista. Bajo la firma de Antonio Rico, ha publicado varios miles de columnas de crítica sobre televisión, cine, música y cosas así en los periódicos del grupo Prensa Ibérica, en publicaciones de 'El Terrat' y en la revista 'Mongolia'.