El Acuerdo de París sobre cambio climático: en qué consiste y por qué es tan importante

El Acuerdo de París sobre cambio climático: en qué consiste y por qué es tan importante

El más importante compromiso mundial para frenar el calentamiento de la Tierra pasa examen en la COP26, la cumbre de Glasgow que arranca esta semana.

Ban ki-Moon, Laurent Fabius y Francois Hollande, aplauden tras hacer cuajar el Acuerdo de París, en diciembre de 2015. Francois Mori via AP

La Cumbre por el clima celebrada en 2015 y el Acuerdo de París que de ella surgió supuso un antes y un después en la lucha contra el cambio climático. De hecho, allí se acuñó con familiaridad la etiqueta de “crisis” o “emergencia climática”, que ya ha calado en la política, la prensa, la sociedad. Cambiaron hasta las palabras.

Si en los anteriores encuentros se habían realizado avances para fijar objetivos y definir la hoja de ruta de los estados en la lucha contra el calentamiento global, el Acuerdo de París marcó un hito al abrir una nueva fase en la negociación internacional. ¿Por qué? Porque, por primera vez, se llevaba a cabo un tratado internacional sobre el cambio climático jurídicamente vinculante, que fue adoptado por 196 países. Todos los signatarios estaban obligados a cumplirlo cuando los textos de años anteriores no dejaban de ser una suma de buenos propósitos que se podían cumplir -o no- un siglo de estos.

El documento se firmó el 12 de diciembre de 2015 y entró en vigor el 4 de noviembre de 2016, tras años de negociaciones. Ahora pasados cinco años, es momento de hacer balance y examinar su grado de cumplimiento, en un mundo donde se han antepuesto intereses geopolíticos, pandemias y crisis económicas, por encima del problema más grave, existencial, que tiene la humanidad. Y eso es justo lo que se va a hacer en la trascendental COP26, o sea, la cumbre del clima de Glasgow, que empieza este 31 de octubre.

¿Cuáles fueron sus objetivos?

Por encima de todos, el texto tenía un objetivo muy ambicioso: limitar el calentamiento mundial a muy por debajo de 2 grados centígrados, preferiblemente a 1,5, en comparación con los niveles de la época preindustrial, que son los que sirven de referencia ante el aceleramiento de los cambios causados por el hombre. El acuerdo vinculante que se firmó hizo que, por primera vez, todos los países se unieran ante esta causa común.

Para alcanzar este objetivo de temperatura a largo plazo, los países se propusieron alcanzar el máximo de las emisiones de gases de efecto invernadero lo antes posible, para lograr un planeta con clima neutro para mediados de siglo. Cada país hizo promesas voluntarias y no vinculantes, fue lo máximo que se pudo lograr. La presentación de compromisos sí es vinculante, involucra a todas las naciones y, también por vez primera, a actores no estatales como gobiernos regionales y locales, empresas, inversores y la sociedad civil.

El texto plantea un mundo neutro en carbono para finales de siglo, esto es, que el CO2 emitido por las actividades humanas sea igual que el que es absorbido naturalmente por los árboles, los suelos y los mares y océanos.

Como filosofía general, el texto implica la superación paulatina de las energías fósiles (carbón, petróleo y gas), el principio del reinado de las energías renovables (solar fotovoltaica, eólica, biomasa, hidráulica, biocarburantes…) y el deseo de revertir la tradicional tendencia de crecer a costa de contaminar más.

Desde 2020, cuando logró su plena puesta en vigor, el Acuerdo sustituyó al famoso al Protocolo de Kyoto como principal régimen climático internacional. La gran diferencia entre ambos es que en el anterior sólo los países desarrollados tenían la obligación de recortar sus emisiones un 5% de media anual entre 2008 y 2012, respecto a las del año tomado como base, 1990. Ahora el compromiso es cosa de todos.

¿De qué manera se garantiza el cumplimiento del Acuerdo?

Según se detalla en la página de la Convención Marco de Cambio Climático de Naciones Unidas, el Acuerdo de París funciona en un ciclo de cinco años. Los países deben presentar sus planes de acción climática conocidos como contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC por sus siglas en inglés) con el fin de alcanzar los objetivos estipulados en el Acuerdo. Los países también comunican en dichas contribuciones las acciones que tomarán para crear resiliencia y adaptarse a los efectos del aumento de las temperaturas. Hasta el momento, se han presentado 190 planes de lucha contra el cambio climático, que cubren alrededor del 99% de las emisiones de todas las Partes de la Convención.

  Protestas de los activistas ambientales al pie de la Torre Eiffel, en 2015. Michel Euler via AP

¿Cómo se apoyan los países entre sí?

El Acuerdo de París proporciona un marco para el apoyo financiero, técnico y de creación de capacidad a los países que lo necesitan. En eso también es revolucionario, al plantear un escenario de pelea común, en tiempos de compromisos globales frente al creciente nacionalismo.

En el ámbito económico, la iniciativa recae en los países desarrollados en la medida de prestar asistencia financiera a los países menos dotados y más vulnerables. Sin embargo, también se alienta por primera vez a las demás Partes a aportar contribuciones voluntarias. La financiación del clima es necesaria para la mitigación, ya que se requieren inversiones en gran escala para reducir significativamente las emisiones.

El Acuerdo menciona la creación de un paquete financiero para ayudar a los países menos desarrollados, que movilizaría 100.000 millones de dólares anuales a partir de 2020. Hasta el momento este objetivo no está entre los conseguidos y su revisión se marcó para 2025. No obstante, todo apunta a que será un punto que tendrá su espacio en la Convención de Glasgow de este año.  De ahí que la financiación privada cobre un papel crucial para apoyar financieramente la lucha contra el cambio climático.

Vigilable

Con el Acuerdo de París, los países establecieron un marco de transparencia mejorado. A partir de 2024, los países informarán de manera clara y concreta sobre las medidas adoptadas y los progresos realizados en la mitigación del cambio climático. También se prevén procedimientos internacionales para el examen de los informes presentados.

¿Qué se ha logrado hasta ahora?

Naciones Unidas señala algunos logros, aunque bastante vagos en hechos concretos. Hay que reconocer que, en la nueva cumbre de Glasgow, no se esperarán los titulares más esperanzadores y por eso hay quien habla de “cumbre definitiva”: o se hace un buen análisis y se dan pasos inmediatos con lo que queda pendiente o el cambio será irreversible. En palabras de la activista sueca Greta Thunberg, “la casa se quema, el tiempo se acaba”.

“Cada vez más países, regiones, ciudades y empresas están estableciendo objetivos de neutralidad de carbono. Las soluciones de cero emisiones se están volviendo competitivas en todos los sectores económicos y ya representan el 25% de las emisiones. Esta tendencia es más notoria en los sectores de la energía y el transporte, y ha creado muchas nuevas oportunidades de negocio para los que se adelantan”, señala en sus informes preliminares a esta cita.

Sin embargo, el propio organismo internacional sabe que aún queda mucho camino por recorrer para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París. Un estudio preliminar de 2019 mostraba como los gases de efecto invernadero habían incrementado globalmente en 2019 y las emisiones de carbono crecido más del 0,5%. Si se quería aumentar no más de grado y medio la temperatura, la previsión ya va por 2,7. Se emiten -y emitirán- más gases perniciosos a la atmósfera, un 16% más para 2030, a pesar de que 143 países han actualizado sus compromisos.

Como dijo el entonces presidente de EEUU, Barack Obama, con cuyo aval y el de China la cumbre fue un éxito, “es la mejor oportunidad que tenemos para cambiar el mundo”, aunque su sucesor, Donald Trump, no lo viera y se saliera del acuerdo. Washington ya ha regresado, gracias a Joe Biden, y su impulso al texto será esencial en la nueva cita escocesa.

La cita intermedia de Madrid

La 25ª Conferencia de las Partes la iba a organizar Chile, pero las protestas sociales acabaron haciéndola inviable y se trasladó a Madrid. En ella se iba a hacer el primer repaso de cómo iba París, pero el encuentro terminó sin conclusiones.

Se aprobaron resoluciones para reducir los gases de efecto invernadero y ayudar a los países más pobres que ya estaban sufriendo los efectos del cambio climático. Las negociaciones, marcada por unos activistas climáticos frustrados que ya comenzaban a hacer un ruido inusitado, se alargaron dos días más, pero no se llegó a ningún acuerdo en el tema de los mercados de carbono, que se aplazó a la reunión de Glasgow. Así las cosas, muchas crónicas de la reunión la tildaron de fracaso.

Resultado: 45 países actualizaron sus planes de recorte de emisiones de CO2 durante la próxima década, 24 se comprometieron a alcanzar en 2050 la neutralidad de carbono y 20 presentaron planes más sólidos de adaptación y resiliencia.

Ahora queda el reto de asegurar el cero neto de emisiones para mediados de siglo y mantener el objetivo de 1,5 grados al alcance, hacer una adaptación para proteger a las comunidades y los hábitats naturales, una mayor movilización financiera y trabajar conjuntamente para lograr los objetivos. Lo mismo que se acordó en París, pero con un precioso tiempo que no se ha empleado demasiado bien.

¿Señales para el optimismo?

China, el mayor emisor global de CO2, dice que quiere alcanzar su pico de emisiones en 2030 y ser neutral en carbono antes de 2060. Japón y Corea del Sur pretenden lograrlo 10 años antes.

Estados Unidos ha regresado al Acuerdo tras la era del antiverde Trump y ha anunciado una inversión de 1,7 billones de dólares en energías limpias para la próxima década. Reino Unido promete un recorte de emisiones del 68%, desde el 53%, para 2030. Y la Unión Europea ha elevado ese objetivo del 40% al 55% para la misma fecha e impulsa su política de sostenibilidad con las inversiones del Pacto Verde.

El cambio climático es una realidad global. Copa los primeros cinco puestos del informe de riesgos internacionales de 2020 del Foro Económico Mundial de Davos. Alarma la acelerada pérdida de biodiversidad, el auge de las temperaturas extremas, los desastres naturales, el estrés hídrico y el impacto socioeconómico de todos estos fenómenos.

Dos datos recientes lo constatan: un millón de especies está en peligro de extinción, según un informe de 2019 de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas. Y 2020 será uno de los tres años más cálidos desde que existen registros pese a los confinamientos y la caída de la actividad económica -entre enero y octubre, la temperatura media global fue 1,2 grados centígrados superior a los niveles preindustriales (1850-1900)-, según el último estudio de la Organización Meteorológica Mundial publicado en diciembre.

Que el Acuerdo de París tenga larga vida, con cumplimientos reales, será una garantía para la supervivencia del planeta.