El anuncio más triste del año

El anuncio más triste del año

A la mayoría de nosotros, el 22 de diciembre nos pasará como al protagonista del anuncio, no habremos comprado el décimo premiado, pero no vendrá Antonio a regalarnos 399980 euros. Las emociones se contagian y, tras ver el anuncio, yo no quiero estar triste ni arrepentirme si no me toca el Gordo. A mí me gusta la alegría, y lo siento, alegría no es lo que me provoca el anuncio.

Llegó la Navidad, por lo menos en nuestros televisores y en los grandes almacenes, y con ella llegó el anuncio del sorteo más importante del año, el anuncio de la Lotería del Gordo de Navidad. Desde que el calvo de la Lotería y la agencia de publicidad para la que trabajaba se fueran con sus trastos a otra parte, todos los años nos intentan vender la ilusión por el sorteo con grandes anuncios que llamen la atención y nos conmuevan de mil y una maneras. El año pasado casi todo el mundo fue unánime en su valoración: fue el anuncio más horrible de año, y quizás de la historia (si quitamos el de Rebeca y Aurgi). Y este año el anuncio viene, aunque no exento de polémica, con una opinión mayoritaria: es muy bueno y tierno. Más de un amigo me ha confesado que se ha emocionado con el anuncio, que ha llorado. Sin ir más lejos, a mí me puso la piel de gallina, es un anuncio que toca la fibra... y es el anuncio más triste del año.

Muchas personas podrán opinar que en este tema no digo nada más que tonterías. Cuando uno escribe algo es susceptible de crítica, lo admito, solo es una opinión, no es ninguna genialidad. El anuncio conmueve, en las dos acepciones que ofrece la RAE de la palabra. Es un anuncio que nos mueve fuertemente o con eficacia, y es un anuncio que nos enternece. Y por eso supongo que formará parte de una campaña de publicidad eficaz, los anuncios están para eso.

Pero es un anuncio triste. La música de fondo no puede ser más melancólica, la fotografía está llena de luces frías y colores apagados, los rostros de los protagonistas rezuman tristeza incluso cuando lloran de alegría. Si uno ve el anuncio sin sonido, lo más normal es que piense que el protagonista está enfermo. Si uno escucha el tema musical piensa que no puede haber una melodía y una letra más triste. Es verdad que el anuncio habla de amor y amistad, pero desde la tristeza, desde el llanto y la lagrima. ¿Dónde encasillamos este anuncio? ¿En la ciencia-ficción, en la comedia, en la tragicomedia? Es un melodrama, precioso, emotivo y enternecedor, pero un melodrama.

Hay a quien le hace ilusión la navidad y a quien no; quien como Mr Scrooge la odia y quien la ama; a quien le provoca sobre todo melancolía y tristeza por los que no están y a quien le provoca alegría por reencontrarse con los suyos. La Navidad da para mucho, para la ilusión infantil de la noche de reyes, para las peleas familiares de la Nochebuena, y para los amores de la noche de fin de año. Cada uno la vive como sabe, quiere o como puede.

Yo quiero una Navidad alegre, llena de emociones positivas. Es un gusto personal. Y me gustan esos anuncios que sacan alegría de las dificultades, como los anuncios que esa famosa marca de embutidos nos está ofreciendo en los últimos años. Y quiero un anuncio de la Lotería de Navidad alegre, que no me meta miedo en el cuerpo si se me olvida comprar. O peor, si no puedo comprar el número que venden en el bar de la esquina y que compro todos los años. A la mayoría de nosotros, el 22 de diciembre nos pasará como al protagonista del anuncio, no habremos comprado el décimo premiado, pero no vendrá Antonio a regalarnos, como buen amigo, 399980 euros. Las emociones se contagian y, tras ver el anuncio, yo no quiero estar triste ni arrepentirme si no me toca el Gordo. A mí me gusta la alegría, y lo siento, alegría no es lo que me provoca el anuncio.