El aporte de los migrantes a la economía de los países es fundamental

El aporte de los migrantes a la economía de los países es fundamental

Miremos la inmigración no solo desde la óptica humanista sino también pragmática.

Migrantes. Jasmin Merdan via Getty Images

Este 18 de diciembre se conmemora el Día del Migrante, y tanto los activistas como las personas que nos dedicamos a la política volvemos a sentir sobre nuestros hombros la enorme responsabilidad de ofrecer mejores respuestas a las millones de personas que se desplazan en el mundo en busca de un futuro mejor.

Se trata de un fenómeno dinámico y en constante crecimiento. El número total de migrantes asciende aproximadamente a 258 millones en todo el mundo. En términos porcentuales y en relación con la población mundial, esa cifra representaba el 2,8% en el 2000, y en el 2017 se ha ubicado en un 3,4%. A su vez, el 48% de esos migrantes son mujeres.

Ahora bien, la migración ha sido objeto de disputa política en los últimos años, sobre todo en la Unión Europea. Los millones de migrantes que huyeron de las guerras en Medio Oriente y África para alcanzar las costas europeas, han sido utilizados como arma arrojadiza por diversos partidos políticos. La mayoría de las veces, apelando a falsedades o a casos aislados. 

Después de haber escuchado en la campaña de las elecciones generales de España el supuesto uso de las ayudas sociales o servicios de emergencias por parte de los migrantes, las estadísticas y los datos reales lo han desmentido. Esta semana, la Encuesta Regional de Inmigración reveló que solo el 1,7% de los migrantes cobra ayudas sociales en la Comunidad de Madrid, mientras que solo un 7% acudió a los servicios de urgencias. Por contra partida, el 72% de los migrantes trabaja, y lo hace con contrato. 

Al contrario de lo que pregonan los partidos de ultraderecha, el aporte de los migrantes a la economía de los países es fundamental en estos tiempos. No solo aumentan la fuerza laboral local, sino que pagan sus impuestos, y además vuelcan sus ingresos en la economía de sus países de acogida, y a través de las remesas y el codesarrollo. Sin ir más lejos, la actualidad nos regala un ejemplo con el reciente anuncio del Gobierno alemán para abrir una convocatoria para trabajadores extranjeros que ayuden a suplir las vacantes de su sistema ferroviario. 

Ahora bien, los migrantes representan un colectivo muy vulnerable, siempre en riesgo de ser estigmatizados socialmente, discriminados, explotados laboralmente y víctimas de perjuicio físico y moral. Este mismo martes, conocíamos el caso de un joven marroquí de 31 años que trabajaba en una finca olivarera en la provincia de Jaén, y que fue dejado sin vida por el supuesto propietario del sitio en la sala de urgencia del hospital. Otro caso conmocionante fue el hallazgo de explosivos en el perímetro de un centro de primera acogida en Hortaleza, donde se encontraban migrantes menores de edad.

El caso de España en relación a la realidad de los migrantes ha sido ejemplar durante los últimos dos años.

Estos dos ejemplos (existen otros muchos) nos recuerdan que aún nos falta hacer mucho por cuidar a los migrantes. Sin dudas, el Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular, que se acordó en el 2018, y al que adhirieron numerosos países, es un gran primer paso. Allí se establecieron objetivos prioritarios para mejorar la situación de los migrantes, empezando por “mitigar los factores adversos y estructurales que impiden a las personas construir y mantener medios de vida sostenibles en sus países de origen”. En segundo lugar, reduciendo los riesgos y las “vulnerabilidades a las que se enfrentan los migrantes en las diferentes etapas de la migración, respetando, protegiendo y cumpliendo sus derechos humanos y brindándoles atención y asistencia”; y tercero, creando las “condiciones propicias que permitan a todos los migrantes enriquecer nuestras sociedades a través de sus capacidades humanas, económicas y sociales”.

El caso de España en relación a la realidad de los migrantes ha sido ejemplar durante los últimos dos años. Con la llegada del PSOE al Gobierno español, España ha impulsado a nivel nacional y a nivel de la Unión Europea la urgente necesidad de acordar un sistema único para la acogida de migrantes y refugiados, basado en la solidaridad y el respeto a los derechos humanos. Pero, a su vez, no se ha quedado solo en palabras. Mientras que en el año 2014 España reasentó solo a 130 migrantes; en el 2018 han sido 1.200. En cuanto a la evolución de las solicitudes de protección internacional, se ha pasado de 31.740 en 2017 a 55.749 en 2018, y 107.492 en 2019.

Se ha hecho un gran avance pero debemos seguir trabajando. Por un lado, a nivel global, reforzando el Pacto Mundial para incluir a más países, y a nivel nacional, regional y local para implementar mejores políticas de acogida e integración para los migrantes. En este sentido, es fundamental la tarea de las organizaciones de la diáspora de migrantes. Mi experiencia desde el barrio, en el plano municipal, me ha permitido conocer de primera mano el amplio bagaje de las organizaciones civiles dedicadas a la acogida de migrantes en la elaboración de políticas para integrar a los desplazados.

Cada día 18 de diciembre celebramos el Día del Migrante con la profunda convicción de construir un mundo más integrado, solidario, e inclusivo con los migrantes, y que enriquezca y potencie nuestras sociedades. Miremos la inmigración no solo desde la óptica humanista sino también pragmática como sujetos y actores económicos.

Mónica Silvana González González es diputada en el Parlamento Europeo por el PSOE.