El caimán, por la barranquera

El caimán, por la barranquera

A Biden y Harris les toca ahora la reconstrucción moral, social y política de la nación y curar las heridas.

Donald Trump. MANDEL NGAN via Getty Images

Baltasar Gracián y Francisco de Quevedo dijeron lo mismo sobre la infiltración social de la estupidez. Más o menos la cita es igual: “Son tontos (o idiotas, en el segundo caso) los que lo parecen y la mitad de los que no lo parecen”. Con algunas reservas inherentes al cambio de los tiempos y circunstancias este es un buen instrumento para calibrar los apoyos que ha obtenido en sus dos elecciones el charlatán de feria Donald Trump. 

Los 74 millones de votos que ha obtenido en el segundo proceso, diez más que en el primero de 2016, dicen mucho de la realidad humana de Estados Unidos. En principio, si tenemos en cuenta la enormidad de mentiras por día del inquilino de la Casa Blanca en el cuatrienio, cerca de 30.000, y las meteduras de pata y errores gravísimos en la geopolítica y el llamado ‘orden internacional’ (ahora más desordenado y caótico que nunca en los tiempos modernos) habría que convenir en que al menos hay 10.000.000 de idiotas convictos y confesos: Los que votaron a Trump teniendo ya suficientes datos de sus fechorías.  

Claro que, para ello, una de sus colaboradoras, Kellyanne Conway, acuñó aquello de los “hechos alternativos”, que en la psiquiatría equivaldría a una prueba de esquizofrenia. Si alguien va al psiquiatra y le dice que ve hechos alternativos y oye voces alternativos tiene muchas probabilidades de que le ‘instalen’ un sistema de contención, lo que antes  se llamaba camisa de fuerza.

Claro que hay entonces unos 64 millones de ciudadanos y ciudadanas donde habría que aplicar la regla de la sospecha: la mitad aproximadamente también podrían ser estúpidos, aunque todos se hayan comportado estúpidamente, bien sea por diferentes motivos, a ver si nos entendemos. 

Hoy día, con la polarización ideológica inducida en muchas de las democracias occidentales con la extrema fidelidad a un partido, esa frase de “con razón o sin ella”, se convierte en una cuestión de fe. La ignorancia de las evidencias sustituye a la racionalidad y al método científico. Hasta el fútbol escapa a esta pasión ciega y desenfrenada. Cuando el equipo del alma se mete en un bucle y no da pie con bola (literalmente) el graderío insulta, se cabrea y acaba cayendo el entrenador, y a veces hasta el presidente del club. 

Por el contrario, y a pesar de la hecatombe en cómodos fotogramas propiciada por el cada vez más radicalizado y de extrema derecha Partido Republicano, la inmensa mayoría de sus fieles ha preferido poner en riesgo la república y el legado de los Padres Fundadores antes que rebelarse contra los que han convertido todos los ideales más elevados de la nación en baratijas para engañar la vista.

Trump ha beneficiado sustancialmente a la Rusia de Putin y a la China Popular de Xi

El asalto al Capitolio ha sido el último capítulo (por ahora, escribo esto el domingo 10 a las 22.00 hora canaria) del ‘viaje en tobogán’ del tramposo millonario neoyorkino. La confirmación de su chantaje al secretario de Estado de Georgia encargado del proceso electoral, para que haga trampas y le dé 11.780 votos adicionales para seguir en el cargo, no ha servido para que la dirección del PR ni sus miembros hayan corregido su mala cabeza de no dar vía libre al primer impeachment. Ellos son, pues, los facilitadores de la insurrección y de la toma del Capitolio por el populacho.

Esa masa trastornada es una fiel representación del moderno lumpen norteamericano. Con algunos ajustes podría incluso valer la definición que dio Karl Marx del lumpenproletariado en su libro El 18 de brumario de Luis Bonaparte: “… junto a roués arruinados, con equívocos medios de vida y de equívoca procedencia, junto a vástagos degenerados y aventureros de la burguesía, vagabundos, licenciados de tropa, licenciados de presidio, huidos de galeras, timadores, saltimbanquis (…) escritorzuelos, organilleros, mendigos (….) formó Bonaparte la solera de la Sociedad del 10 de Diciembre, sociedad de beneficencia en cuanto todos sus componentes sentían, al igual que Bonaparte, la necesidad de beneficiarse a costa de la nación trabajadora”.

A pesar de las apariencias, y de la tocata y fuga del ‘capitán Araña’, que ha terminado abandonando a los embaucados que le siguieron, este final no ha finalizado todavía. Lo que ha ocurrido se veía venir desde el principio. En diciembre de 2016 y enero de 2017 ya escribía en este HuffPost que no podía descartarse un desenlace que culminara el mandato con deshonor e impeachment. Hay deshonor a mansalva, y hubo impeachment, pero no salió por un sentido del honor que pone a la organización por encima del interés nacional. Pero, como en las series de televisión, to be continued.

Aunque Twitter haya silenciado al tuitero en jefe ante el peligro de que siguiera adelante con el fomento de la insurrección, Trump acostumbra a dar la sorpresa. Quien miente 25.000 veces puede mentir 25.001, o las que crea necesarias en su rabieta.

Su trayectoria, hecha de caprichos, ignorancia, soberbia  y matonismo, ha servido objetivamente a los grandes enemigos estratégicos de Norteamérica: la democracia autoritaria rusa de Putin, antiguo KGB, y la China comunista-capitalista del autoritario Xi Jinping. Ambos no imaginaron, ni en sus mejores sueños, que un estúpido presidente de EEUU les hiciera el trabajo termitero.

Racista, “por sus hechos les conoceréis”, Trump se consideró impelido a acabar con el importante legado del presidente negro Barack Obama; fundamental la lectura del primer tomo de sus memorias, Una tierra prometida, para entender cabalmente el odio profundo del líder que ha llevado a los republicanos a la ciénaga del populismo.

Ese objetivo le nubló todo entendimiento residual que pudiera tener. Gráficamente, no dejó títere con cabeza. Negacionista cerril, inculto y necio, negó todo lo que ha puesto de acuerdo a todo el mundo, menos a los asnos y a los conspiracionistas de extrema derecha: la ONU, la OMS, el Acuerdo de París contra el cambio climático, por el que tanto trabajó su antecesor demócrata, arremetió contra la OTAN y dudó de los compromisos fundamentales de asistencia mutua en caso de agresión, apoyó con descaro el Brexit para debilitar a la Unión Europea (UE), abandonó el liderazgo y los compromisos con la región  Asia-Pacífico, clave para la economía mundial en el siglo XXI y para los equilibrios en esa amplia zona de trascendental futuro.

A Biden y Harris les toca ahora la reconstrucción moral, social y política de la nación y curar las heridas

Esa modalidad de ‘elefante en cacharrería’ a la par que ha dañado los intereses de EEUU y, mutatis mutandis, de las democracias occidentales y del que ha dado en llamarse bloque occidental por contraposición al oriental y entonces soviético, ha beneficiado sustancialmente a la Rusia de Putin y a la China Popular de Xi.

El Kremlin está encantado con el estropicio que ha llevado a cabo Donald Trump, que, por cierto, nunca ha ocultado su rendida admiración por su viril amigo ruso. El Brexit, desde el punto de vista geopolítico, ha debilitado a la UE; aunque también la puede fortalecer si la Unión aumenta su unidad y su poder, político, económico y militar. Los autoritarios e iliberales de Hungría y Polonia, asimismo, crean problemas, pero de todas formas su miedo al vecino ruso es tan hondo, tan arraigado, que nunca darán un paso que les aleje de la seguridad de la OTAN y la UE. Previsiblemente.

Putin, en fin, ha ocupado igualmente espacios que ha abandonado Washington, en América del Sur y en África. Y China, por su parte, aprovechó con sabiduría el momento que había estado esperando largo tiempo con su acreditada e impasible paciencia: el repliegue de Estados Unidos y su abandono del liderazgo de la región Asia-Pacífico le ha permitido asumir el liderazgo de la recién creada mayor zona de libre comercio del planeta. Los 15 países firmantes concentran el 30% del PIB mundial. Encima, aprovechando la pandemia, ha aumentado vertiginosamente sus inversiones y su poder económico-financiero en el continente africano.

Todo eso, permitido por un partido, el republicano, que hace bandera divisiva de su patriotismo de chau chau. Ha sido compañero de viaje de un desquiciado Trump, ha dividido y sembrado el odio en la sociedad estadounidense, han pisoteado sus valores constitucionales, han mancillado la Presidencia, han abandonado sus obligaciones y sus intereses permanentes…. Sólo están satisfechos algunos lobbies con cartera pero sin conciencia.

A Biden y Harris les toca ahora la reconstrucción moral, social y política de la nación y curar las heridas, como a Obama le tocó la reconstrucción tras el crack de 2008.

El caimán se va por la barranquera.