El cantante de un mundo extraño

El cantante de un mundo extraño

A Francisco Valenzuela, por esa costumbre escolar de llamar por el apellido, todo el mundo lo conocía como Valen.

En realidad, Luis y María tenían otros nombres, como le ocurría a Paco, el cantante que convirtió su historia de amor en un gran éxito. Paco era Francisco Valenzuela pero, por esa costumbre escolar de llamar por el apellido, todo el mundo lo conocía como Valen. Desde niño tuvo claro que sería cantante. En la dura posguerra, su padre, sin embargo, quería que estudiara y que, como se decía entonces, consiguiera ser alguien en la vida. 

Con el título de licenciado en Derecho en el bolsillo llegó a aquél Madrid de principios de los años sesenta, rompeolas de todas las Españas del desarrollismo económico, el nuevo Eldorado para tantas personas que escapaban de la miseria del campo. Valen trabajaba por la mañana como representante de una fábrica de pinturas, vendía libros a domicilio por la tarde y cada noche buscaba una oportunidad en pequeños clubes.

Una tarde de 1966 su existencia se cruzó con la de Luis y María, un joven matrimonio. Valenzuela había acudido a ver a unos amigos que tenían un consultorio médico en el Barrio del Pilar. Allí se presentó la pareja con una niña de pocos meses que respiraba con mucha dificultad. Mientras los médicos la reconocían, los padres explicaban con angustia que no tenían trabajo, que venían de un pueblo de Valencia y que se habían casado con la oposición de toda la familia.

La tensión de aquél momento, los gestos de amor que se dedicaron la pareja, inspiraron a Valen, que pocos meses antes había grabado su primer epé para Tempo, una discográfica de existencia fugaz, La mano de Dios, la canción con la que deslumbró a los ejecutivos de la RCA. La multinacional no escatimó recursos en la producción: envió al joven cantautor a Italia, como Zafiro había hecho poco antes con Serrat, a que grabara con arreglista Franco Pisano y preparó un lanzamiento internacional.

El long-play se tituló Valen canta a Valen porque al artista ya lo habían incluido en esa nueva promoción de cantantes, como Alberto Cortez, Mari Trini, Patxi Andión, Alberto Bourbon, Aute o el mismo Serrat, que nutrían su repertorio de composiciones inspiradas en la actualidad del momento. Junto a la historia de Luis y María, Valen se fija en los emigrantes andaluces en Barcelona en El humo de las fábricas o los vendedores ambulantes en La carreta.

Con Caminito de la playa la voz de Valen volvió a sonar con insistencia en las radios españolas. Cada vez que la escuchábamos en el coche, mi padre, que por supuesto había comprado los discos anteriores, nos contaba que eran paisanos. Al parecer, la familia del cantante tenía un negocio de harinas en Brácana, una pedanía de Íllora, de donde procedía nuestra familia. En una ocasión, incluso, nos lo encontramos en pleno centro de Granada. Mi madre tiró de mí.

-¡Mira, es Valen! –gritó.

Al escuchar su nombre mientras subía a un taxi, se volvió y nos dedicó una sonrisa. Por aquella época, en mitad de mi adolescencia, me gustaba mucho escuchar Cuando se muere un amor, quizás su último gran éxito en España.

Años después leí en su web que, de alguna forma, en esa canción reaparecían Luis y María, aquél matrimonio joven que tenían otros nombres. En una de sus largas giras por América, Valen se reencontró con ellos en Miami. Luis había ganado mucho dinero, tenían un chalet, los niños iban a colegios caros y María aprendía a jugar al tenis con un mozalbete de buen ver. Cada uno por su lado, le confesaron que la relación empezaba a resquebrajarse.

–Emborracharos, emborracharos juntos –parece ser que fue el consejo que les dio el músico.

Ignoro si Paco volvió a ver a Ángel y Manuela, que era como se llamaba la pareja. Sé que después de disfrutar el éxito en muchos lugares del continente americano, Valen pasó los últimos años de su vida en Granada. Poco después de que muriera mi padre, el periodista Andrés Cárdenas lo entrevistó en el periódico Granada Hoy. En un mercadillo encontré su primer disco. “… sus composiciones darán que hablar –se leía en la contraportada–; su voz y su tesitura sorprenderán; su nombre: Valen, el cantante de un mundo extraño”.

Valen, el paisano que no llegamos a saludar, murió hace unos días. Sus canciones son parte de mi memoria.