El coronavirus no es un partido político

El coronavirus no es un partido político

Desde los primeros días la estrategia del Partido Popular, que puede considerarse perversa, ha sido la de decir una cosa y su exacta contraria y viceversa.

Asistentes a la movilización convocada por Vox con motivo del 12 de octubre. SOPA Images via Getty Images

Nueve meses después de que el coronavirus enseñara sus verdaderas garras en España, cuando se demostró que no era un gatito siamés sino un tigre sediento de sangre, sociedades y revistas científicas, científicos en su propio nombre o en la condición de más abajo firmantes, la oposición radical, círculo en el que se juntan Vox, Podemos, el PP y otros varios, además de mucha, muchísima, gente corriente que se encuentra como en el laberinto de Minos y han acabado por no entender nada, se preguntan cómo se ha llegado a donde se ha llegado, mientras España parece seguir caminando hacia el caos. 

Pues, con carácter general a los sitios se llega llegando, bien sea caminando, o en coche, o con hechos. A veces sobre un solo hecho se construye una circunstancia de desarrollo y secuelas imprevisibles. Y por eso, que no deja de ser un ejemplo entre tantísimos de la teoría del caos, cuando prende un incendio primero alguien da el aviso, luego se manda un coche de bomberos, más tarde dos o tres si avanza el fuego, y al final si se desbocan las llamas y cobran como si fuera vida propia, se acude a helicópteros y aviones cisterna que lanzan trombas de agua. 

La ciencia tampoco tiene una interpretación estática y uniforme. No todos los expertos están de acuerdo siempre en el mismo grado de ‘estado de la ciencia’. Es normal que un investigador piense una cosa y su compañero de cátedra justo la contraria; porque están convencidos o para ‘marcar la diferencia’ y que Dios reparta suerte. 

Desde los primeros días la estrategia del Partido Popular, que puede considerarse perversa, ha sido la de decir una cosa y su exacta contraria y viceversa.

En Canarias se han dado varios pleitos importantes en esta materia: uno dice que las microalgas son una consecuencia clara del cambio climático y que ha venido para quedarse, y un vendedor de depuradoras aseguraba que es producto del vertido de aguas residuales. Después de un par de meses de desatada polémica fue quedando claro que una espiral de circunstancias ambientales desató, y seguirá desatando el fenómeno. Las trichodesmium erythraeum surgen por el aumento del calor y de la temperatura del agua, la paralización de los vientos alisios y, a mayores, el aporte ‘alimenticio’ de fósforo con el siroco procedente del desierto. Un divulgador que, temerario, engreído e insultón se sumó al lío para autobombo, logró divulgar en cambio su supina ignorancia y falta de educación. Por no hablar de las guerras sin cuartel desatadas por la envidia, los odios sarracenos  y la competencia en el ámbito universitario. “Una cosa piensa el borracho y otra el bodeguero”, ya se sabe.

Hay que afinar la puntería, sobre todo si el blanco se mueve en zigzag y se desconocen, por su escasa vida los mecanismos de su movilidad y capacidad de contagio y efectos sobre los distintos grupos de población. Cuando apareció en Wuhan no se sabía nada de sus peculiaridades; se fueron conociendo y descubriendo poco a poco. Había numerosos científicos que la consideraban una gripecilla; y no le faltaban motivos: los datos que facilitaba el Gobierno chino no parecían tan preocupantes. A partir de ahí el ‘estado de la ciencia’ sobre la pandemia que ya tomó nombre propio, covid-19, fue aumentando su conocimiento sobre este coronavirus y sus misterios. Poco a poco, ensayo y error.

Que ciento y la madre de científicos den su punto de vista está muy bien, es muy moral y muy edificante, pero que pretendan llevar la estrategia de esta guerra porque ellos son los que saben y los políticos no, es de un simplismo que es acientífico por su radicalidad. El problema es otro más complejo: algunos políticos tratan a este coronavirus como si fuera un partido político. Incluso un ‘tri-doctor’ tinerfeño, senador del PP, que solo se diferencia de Dios en que tiene tres doctorados –en Medicina y Cirugía, Ciencias de la Información y Sociología, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios– proclamó en la tribuna de la Cámara Alta que el virus había nacido en China: “¡Comunistas!”, puntualizó con énfasis y semblante de haber descubierto el arca de Noé en el Manzanares. ¿Pero qué coño tiene que ver el comunismo con la covid?

Desde los primeros días la estrategia del Partido Popular, que puede considerarse perversa, ha sido la de decir una cosa y su exacta contraria y viceversa.

La covid-19 no es un partido político; no es de derechas ni de izquierdas ni centrocampista. Como la lumbalgia o el dolor de muelas. El tumor de próstata o las migrañas. Tampoco es ni centralista ni nacionalista: sencillamente no reconoce las fronteras. Es un ‘espacio Schengen’ a lo bestia. Es el ‘espacio covid’.

Y este es el problema. El populismo internacional sin vergüenza (yo lo pongo por separado, porque parece más fino y educado) en cuanto el coronavirus empezó a hacer estragos a alta velocidad en el terreno de las democracias lo politizó indecentemente.

Algún día, creo que pronto, habrá best seller que desvelen y analicen este aspecto, tanto en la cronología, que es fundamental para entender las tropelías desinformadoras, como de los bulos o de las estrategias de un beneficio descaradamente partidista. Donald Trump, Boris Johnson, Jair Bolsonaro… han seguido fríamente esta estrategia. Como aquél general mexicano, de derrota en derrota hasta la grandiosa derrota final. Hay un refrán sabio y esperanzador que asegura que “a todo cerdo le llega su sanmartín”.

En España la oposición de la derecha radicalizada del PP y la extrema derecha, agrupada ahora al parecer mayoritariamente en Vox, (el centro derecha de Ciudadanos no entra en esta irresponsable batalla) han convertido la ‘guerra al virus’ en la guerra al Gobierno. Como Trump, están escribiendo un relato ex profeso para crear en la imaginación colectiva, dada de por sí a desbordarse, una realidad alternativa. Un engañoso holograma que mejora su técnica engañifa acorde con los tiempos digitales sobre el artesanal trampantojo de toda la vida. En esto de crear un mundo paralelo ayuda Pablo Iglesias con gran empeño.

La actual ‘batalla de Madrid’ ha sido el culmen del disparate. La presidenta Isabel Díaz Ayuso sigue a pies juntillas la estrategia frentista de Aznar-Casado, aunque ya se sabe, aunque la mona se vista de seda, mona se queda. Desde los primeros días la estrategia del Partido Popular, que puede considerarse perversa, ha sido la de decir una cosa y su exacta contraria y viceversa. O se llega tarde o se llega temprano. O no hace maldita falta el estado de alarma o es necesario el estado de alarma, y cuando se pone el estado de alarma sale la sin par Ayuso diciendo que “Madrid sin libertad no es Madrid”, mientras el voxiferio vuelve a convocar manifestaciones para reclamar, en el fondo y con descaro, la libertad de contagiar.

Sin duda el Gobierno de coalición ha cometido errores, y el principal es no tener desde el principio un discurso claro y pormenorizado sobre las reglas del juego que rijan la cogobernanza.

Como guarnición de la verdad a la brasa al fuego lento bien regada de salsa barbacoa, hacen birlibirloque con los anuncios y los números: anuncian por ejemplo que van a contratar miles de rastreadores y médicos, y es falso; anuncian medidas que duran lo que dura la publicidad y los ‘virales’ en las redes; agilizan o ralentizan los PCR según les vaya con las líneas rojas de peligro; unas veces aplazan los datos para conseguir una estadística a la carta, otras los aumentan con los aplazados, para enturbiar los nacionales; llaman al baile de la mano tendida en la sala de banderas, pero boicotean un acuerdo entre las 17 comunidades autónomas con argumentos frívolos ad hoc que al poco son sustituidos por otros postureos. Casi al mismo tiempo los 16 länder o estados federados de Alemania se ponen de acuerdo con la canciller  Merkel para una estrategia única pero descentralizada, como quería el Gobierno español, ante la segunda ola. Sea cual sea la mayoría gobernante en cada Bundesland.

Este nuevo episodio del ‘caso español’ sin duda hará aflorar una nueva generación de entomólogos hispanistas, cuyos mejores exponentes por desgracia están desapareciendo por razones de edad.

Sin duda el Gobierno de coalición ha cometido errores, y el principal es no tener desde el principio un discurso claro y pormenorizado sobre las reglas del juego que rijan la cogobernanza. Y no insistir en las competencias autonómicas exclusivas sean las previas o en las ‘alarmas’. También se está olvidando en este mare magnum de demagogia barata quiénes han venido debilitando con tesón los cimientos del estado de Bienestar como son, entre otros, la sanidad, atención primaria y salud pública y las leyes de la dependencia. Nunca hay que dejar de lado tener clara cuál es “la causa de la causa del mal causado”. Y que truene.