El cuento de Latifa, la princesa que quería ser libre

El cuento de Latifa, la princesa que quería ser libre

La hija del jeque de Dubai denuncia en nuevos vídeos su encierro, tras intentar escapar en 2018 y ser interceptada por agentes de su padre.

Érase una vez una princesa que no quería serlo, o no como su padre, el malvado jeque, quería que lo fuera. Una princesa negra, silenciosa y obediente. Latifa, que así se llamaba la joven, ansiaba viajar, jugar, correr y brincar y vestir de rojo, de verde o de violeta. Pero para ella estaba prevista otra vida, opulenta y brillante en apariencia, gastada cárceles de oro en las que era tan imposible ser feliz como escapar. Y, aún así, un día lo intentó. Falló, pero lo intentó de nuevo. Y lo logró. Pero luego, ay, la pararon. Y ahora este es el cuento de una princesa que ni sabemos a ciencia cierta si está viva siquiera.

Lo de Latifa Al Maktoum, de 35 años, no es una fábula. Ojalá lo fuera. Su caso no está ilustrado bellamente ni tiene final feliz (por ahora), sino que forma parte de preocupantes informes de organizaciones de derechos humanos. La hija del jeque de Dubai Mohammed bin Rashid al Maktoum, mandatario de su región, vicepresidente de Emiratos Árabes Unidos y uno de los políticos más ricos del planeta, se encuentra secuestrada en una villa, tras barrotes y rejas, custodiada por policías y aislada del mundo. Callada y dócil, como la quería el perverso progenitor.

Ahora, cuando nada se sabe de ella desde hace semanas, sus amigos han difundido a través de la cadena británica BBC unos vídeos, grabados secretamente en el baño y con un teléfono pasado por algún servidor fiel, en los que dice que es una “rehén” de su padre y confirma que fue detenida, drogada y encerrada por intentar huir. Lo intentó en 2002, lo intentó en 2008, y casi lo logra en 2018. Desde entonces, malvive encerrada en ese lugar desconocido.

Castigo paterno

En los cuentos siempre hay enemigos, pero también amigos. Un primo suyo, su instructora de artes marciales y un activista por su causa son los que han revelado el material de la angustia de la joven, verificado por la BBC, y que da cuenta de una vida bien ajena al glamour de las princesas. También gritan su caso en campañas en redes sociales etiquetadas como #FreeLatifa.

Las razones del castigo hay que buscarlas hace tres años: el 24 de febrero de 2018 Latifa quedó a tomar café con su entrenadora, Tiina Jauhiainen, en el centro de Dubai. De pronto, la princesa se fue al baño y se cambió de ropa. Las dos mujeres se metieron en un coche, cruzaron por tierra al vecino Omán y allí, en la ciudad costera de Muscat, partieron en un yate con bandera de EEUU. El capitán era un empresario francés, otro amigo. El destino, Goa, en India. Aventura y exotismo para la trama.

A los ocho días, ya en aguas indias, el barco fue abordado por comandos armados. Las mujeres salieron del baño en que se encontraban, obligadas por el humo irritante, y fueron apresadas. A Latifa se la llevaron a Dubai, nadie sabe dónde, descalza, a medio vestir y anestesiada. A los demás, los tuvieron dos semanas detenidos en el emirato y luego fueron liberados y expulsados. Desde Nueva Delhi, como el que oye llover, no dijeron ni media palabra.

  La princesa Latifa al Maktum, en 2006.Getty Images

Ya no se supo más de la chica. Sólo se liberó un vídeo que, sabiendo que podía pasarle algo grave, había dejado preparado antes de su escapada. Narraba la vida de controles y persecuciones de su padre y sus ansias de irse, donde fuera. Unas palabras que desataron la preocupación internacional. La presión sobre el jeque fue tal que la exenviada especial de la ONU para los Derechos Humanos, la irlandesa Mary Robinson, acudió a ver a la muchacha. Las autoridades locales la agasajaron tanto que a su vuelta afirmó: “es una mujer joven con problemas”. Un aval excelente para su padre. Ahora, Robinson se siente “engañada” y es una de las voces autorizadas que recaman a Al Maktoum que revele cómo y dónde está su hija.

En los nuevos vídeos, la princesa insiste en su soledad y aislamiento de su familia, su falta de asistencia médica o legal, las medidas de seguridad para que no escape y la presencia policial. Sólo en el baño puede estar encerrada con llave. “Nos preocupa la seguridad de Latifa”, dice la amiga de la princesa de Dubai, tras perder contacto con esa mujer “independiente” a la que tanto añora.

“En casa”

Naciones Unidas, Estados Unidos, organizaciones como Human Right Watch... Las peticiones de información sobre la princesa y su estado se multiplican, como los mensajes que en los cuentos llevan el viento, las hadas, los pájaros del bosque. Y, por eso, Dubai se ha visto obligado a comentar la noticia del pregonero mayor que es aquí la BBC. Lo ha hecho a través de un comunicado más seco y tajante que los bandos de los reyes inventados. Latifa, dice su embajada en Londres, “está siendo atendida en casa”. “Continúa mejorando y confiamos en que volverá a la vida pública en el momento apropiado”, añade.

HRW sostiene abiertamente que la nota es una “tapadera” que nadie debe creerse hasta que la joven “tenga la libertad de hablar por sí misma”. La ONU pidió una prueba de vida que constate que está en buen estado, pero sus captores obviaron incluir una en su pronunciamiento.

La normalidad a la que aluden las autoridades de Dubai es la que tienen las mujeres en los Emiratos, a la que se añade el puño de hierro paterno sobre una mujer amante del paracaidismo, del buceo y del aire libre. “Las mujeres siguen estando discriminadas en la legislación y en la práctica”, resume Amnistía Internacional.

La organización pone algunos ejemplos: “la Ley sobre la Condición Personal de 2005 establecía que entre “los derechos del esposo sobre su esposa” figuraba la “respetuosa obediencia [de ella]” (artículo 56), y ponía condiciones al derecho de las mujeres a trabajar o a abandonar el hogar (artículo 72)” y “el artículo 356 del Código Penal penaba “el ultraje al honor con consentimiento” con un año de prisión como mínimo. En aplicación de esta ley, un hospital sueco del emirato de Ajman se vio obligado a denunciar a mujeres embarazadas solteras ante la policía. En algunos casos, estas denuncias habían dado lugar a procesamiento y deportación”.

El Gobierno -añade AI- “no protegía debidamente a las mujeres de la violencia sexual ni de la violencia en el ámbito familiar. En virtud del artículo 356 del Código Penal, al “disciplinar a la esposa”, el esposo estaba “ejerciendo sus derechos”, lenguaje que se podía entender como una autorización oficial de los malos tratos conyugales”, abunda.

No es la primera

La justicia de Reino Unido ha ratificado que el jeque retuvo de forma ilegal a Latifa en 2002 y 2008, cuando intentó escapar siendo más joven. Pero su valentía tenía precedentes en su hermana, Shamsa, que hizo lo propio. La princesa escapó de la mansión de su padre en Surrey, en 2000, cuando tenía sólo 19 años. Logró esconderse durante seis semanas, hasta que la atraparon mientras caminaba por una calle de Cambridge y la llevaron en un avión privado a Dubai, donde tampoco ha sido vista desde hace tiempo.

Y el carácter aterrador del mandatario quedó expuesto, también, por el recurso interpuesto contra él en Londres por la sexta de sus esposas, Haya Bint Al Hussein, quien escapó a la City con sus dos hijos. Esta madrastra del relato no es de las malas. Reclamó una orden de protección y alejamiento de su entonces esposo por maltrato, porque pese a que desde que accedió al cargo ha tratado de parecer un dirigente árabe moderado y moderno, su imagen se derrumba por momentos: no permite libertades políticas, ni individuales, ni siquiera dentro de su casa. Del proceso aún se sabe poco, rodeado de secretos como está.

Mujeres valientes que dan el paso y tratan de escapar de una monarquía tóxica que pisotea a las mujeres en su propia casa, aunque luego se haga fotos con Isabel II en las carreras de caballos. Mujeres que pagan su desobediencia con el ostracismo o el encarcelamiento, aunque sea entre mármoles y sedas. Y de las que el silencio preocupa más que lo que dicen en los vídeos.

Emiratos tiene fuertes aliados y no se espera que este jeque se vea obligado a nada más que al comunicado ya difundido. El misterio de la princesa sigue por resolver. No todos los cuentos acaban en boda, con perdices y felicidad.