'El diablo cojuelo' y 'Villa y Marte', o Madrid, Madriz, Martiz, en el teatro se piensa mucho en ti

'El diablo cojuelo' y 'Villa y Marte', o Madrid, Madriz, Martiz, en el teatro se piensa mucho en ti

"Una mira al pasado glorioso y al retro futuro".

Una imagen de 'Villa y Marte'.David Ruíz

Coinciden en la cartelera dos obras que tienen a Madrid, la capital de España, como trasunto dramático. Una mira al pasado glorioso del Siglo de Oro, El diablo Cojuelo, basada en la novela de Vélez de Guevara de la mano del circo Rhum & Cía en el Teatro de la Comedia. La otra, Villa y Marte, la lleva al retro futuro en Marte, convirtiéndola en Martiz, de la mano de los cómicos y músicos Ron Lalá en los Teatros del Canal.

Las dos prometen humor y música y los dan. La primera, quizás, con más seny catalán pasado por el humor charnego. Un humor más cercano a La Cubana, aunque suavizado, con cierta elegancia, de ahí lo del seny. La segunda, con el humor más zarzuelero y verbenero de los Ron Lalá.

No son las únicas coincidencias. Las dos están protagonizadas por unos personajes que caen literalmente del cielo. En la primera, un mal estudiante pero buen burlador (de mujeres) de la Universidad de Alcalá de Henares y el diablo del título que le acompaña. La segunda, un astronauta madrileño, algo pacato en cuestiones amorosas, y un androide, un poco demoniaco, más que nada por estar dominado por el objetivo y el algoritmo con los que ha sido programado. Personaje que Juan Cañas borda y llega a sobrepasar con esa canción binaria, de ceros y unos, dedicada al amor que se canta. Y con el momento que tiene de Con faldas y a lo loco, la clásica película de Billy Wilder.

Curiosamente, en ambas se hace un estudio de sus habitantes. En El diablo cojuelo, de los habitantes de aquella villa y corte que era el centro del mundo, porque era la capital de un imperio en donde nunca se ponía el sol. El lugar en el que se acumulaban tantos edificios buenos y bonitos que puestos en fila no cabrían en Europa.

Edificios bajo los que se ocultaban todo tipo de aberraciones para la época. Mujeres que parían hijos que no eran de sus maridos; brujas que reparaban virgos, y otras escenas costumbristas que faltaban a la ética y la moral del momento. Incluso garitos donde se reunían poetas y académicos de bodegas buscando palabras. Una galería de escenas y personajes que parecen sacados de Los caprichos de Goya.

Personajes que en el caso de Villa y Marte se convierten en chulaponas de ocho ojos; organilleros con tres pares de extremidades superiores; monjas siamesas y limosneras y policías esquizofrénicos que, dependiendo del viento que levanta el polvo rojo de Marte, pueden ser el poli malo, de pelo en pecho y larga porra, o el poli bueno y modosito.

La diferencia, además de por la forma de encarar el humor, viene, sobre todo, por la historia. El diablo cojuelo pretende ser un fresco de personajes de la época en la que fue escrito. La cara B de una corte que deslumbraba a Europa, en la que no era oro hispanoamericano todo lo que relucía. Donde posiblemente se hacían oídos sordos a los tercios de Flandes que caían.

En Villa y Marte lo interesante es crear la situación. En este sentido es una obra situacionista y, por tanto, muy contemporánea. Una situación que permite meter el diálogo chispeante y como mínimo gracioso, la canción arrevistada o de zarzuela, que hace referencia a la actualidad. En este caso a las formas y los usos amorosos de una obra en la que todos sus personajes son hombres y, por si fuera poco, el que hace de mujer, chulona mía, con barba.

Aunque no solo de amor vive Villa y Marte. También explora el anhelo y la melancolía por lo que no se conoce, si no es de oídas. De lo que está tan distante que atrae más por ser diferente de lo que se tiene, y por todo lo bueno o fantástico que se le puede poner a lo desconocido.

  'El diablo cojuelo'.David Ruano

Historias que no resultan redondas. Ni siquiera la del diablo cojuelo que está dramatizada por Juan Mayorga. Lo que sí son redondas son sus escenografías. Lo son porque están presididas por el círculo. El círculo del circo al que los payasos de Rhum & Cía de El diablo cojuelo pertenecen. De hecho, hacen varios intentos de escaparse al Circo Price, su ámbito natural.

Y el círculo central que preside el escenario en Villa y Marte que remite al coso taurino de Las Ventas. Usando, para caracterizar a Martiz, esa metáfora marciana de la ciudad de Madrid, su edificio más icónico, con el que no acabarán por mucho que la quieran rascacielizar y niuyorquizar.

Así que en Madrid se convoca a Madrid para sonreírse o reírse de sí misma. De su pasado glorioso cuando era el centro del mundo, para lo bueno y para lo malo. Y de un presente que se imagina un futuro glorioso basado, de nuevo, en el descubrimiento y la conquista de un nuevo mundo.

Mundos madrileños en los que, de ser el teatro un reflejo de la realidad, entre pícaros y pillos andaba y anda el juego. Como si desde el pasado nada hubiera cambiado ni fuese a cambiar. Al menos, cuando el teatro que se ve se pone en contexto. Es decir, se lee en términos de presente, de contemporaneidad. De unas noticias y una actualidad que llaman al desánimo, mientras estas obras llaman, con su medida y suavizada mala leche, a la diversión y al ánimo.

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Como el dramaturgo Anton Chejov, me dedico al teatro y a la medicina. Al teatro porque hago crítica teatral para El HuffPost, la Revista Actores&Actrices, The Theater Times, de ópera, danza y música escénica para Sulponticello, Frontera D y en mi página de FB: El teatro, la crítica y el espectador. Además, hago entrevistas a mujeres del teatro para la revista Woman's Soul y participo en los ranking teatrales de la revista Godot y de Tragycom. Como médico me dedico a la Medicina del Trabajo y a la Prevención de Riesgos Laborales. Aunque como curioso, todo me interesa.