Cómo nos afecta leer todas las mañanas las cifras de muertos por coronavirus

Cómo nos afecta leer todas las mañanas las cifras de muertos por coronavirus

Desde el mes de marzo los españoles amanecen con datos de fallecimientos por coronavirus. El efecto psicológico puede ser en muchos casos devastador.

Personal sanitario en la puerta del hospital clínico de SalamancaEFE

Hay quien ya no quiere ni mirar esta gráfica. El número de muertes en España por coronavirus no deja de crecer y ya hay más de 10.000 fallecidos desde que empezó la pandemia, o más concretamente desde el 3 de marzo, cuando se confirmó la primera muerte por COVID-19.

Tan preocupante como el acumulado es el dato registrado este jueves 2 de abril. Se ha alcanzado una cifra récord de fallecimientos en un solo día: 950. El miércoles tampoco fue un buen día, ni el martes, ni el lunes... Normal que algunos repitan eso de “ya no quiero saber” y se resistan a mirar las noticias para proteger su salud mental.

“La exposición continuada a noticias negativas supone un riesgo para la salud emocional”, aseguran las doctoras en Psicología y profesoras de la Universidad Internacional de Valencia (VIU) Arantxa Duque Moreno y Paula Martínez López. “Hay estudios que indican que la continúa publicación de datos tiene un efecto inmediato y negativo en la población ya que anula la capacidad de análisis y dificulta la interpretación y reflexión de lo leído o escuchado”, añaden. “Paraliza la capacidad analítica, perturba nuestra atención, genera malestar y nos incapacita para asumir responsabilidades”, continúan refiriéndose a la publicación de información en exceso, y más en concreto de noticias negativas.

“Si tomamos la cifra en su totalidad, mirando día tras día la curva para verla cada vez más empinada y sin atender a otros valores estadísticos, podemos posicionarnos en el alarmismo”, apunta el psicólogo Alejandro Núñez Camacho. “Esto puede provocar que se interprete como un aumento de la probabilidad de morir: la preocupación por el contagio pasa a ser una preocupación por fallecer y esto puede influir en nuestro comportamiento desencadenando obsesiones”, explica el especialista.

Ver cada la curva cada días más empinada, sin atender a otros valores estadísticos, nos puede posicionar en el alarmismo
Alejandro Núñez Camacho, psicólogo

Pasa lo mismo que si estamos leyendo todo el día información sobre los síntomas. “Los somatizamos y pensamos que los tenemos todos cuando no es así”, añade la experta Gema Sánchez Cuevas, para la que ante esta situación es normal “la angustia psicológica y la incertidumbre” sobre todo en personas con tendencia a experimentar ansiedad o pensamientos obsesivos o las que tienen hipocondría o algún trastorno mental. También puede afectar más a la población de riesgo como personas inmunodeprimidas o de edad avanzada.

“Hay que tener en cuenta que estas noticias se suman a la situación de estrés a la que está siendo sometidos debido no sólo al propio confinamiento sino también a la saturación del sistema sanitario y a las consecuencias económicas que empiezan ya a debatir los expertos”, añaden Duque Moreno y Martínez López.

La buena noticia es que no siempre se tiene por qué dar esta situación, tranquiliza Núñez Camacho. Los datos también se pueden interpretar con objetividad y que sirvan así como toma de “conciencia y responsabilidad para actuar con empatía y quedarnos en casa”. “Pero por desgracia, la mente acostumbra a guardar y absorber con más rotundidad aquello que nos generan emociones incómodas, por lo que la tendencia será tener un concepto más alarmista que protector”, explica.

Aceptar el daño y saber gestionar la información

Las cifras no son buenas, por mucho que la curva de contagios se esté empezando a estabilizar, y las imágenes que nos llegan tampoco lo son. Televisión, prensa escrita, medios digitales e incluso redes sociales... Es imposible escaparse a esta situación y es inevitable que nos duela.

“No sería humano enterarnos del número de muertes que hay al día y no sentir cómo nos suben las pulsaciones, se nos dilatan las pupilas o se nos hace un nudo en el estómago”, señala Núñez Camacho. Su recomendación es aceptar el dolor y para ello hay que exteriorizarlo compartiéndolo con otros.

  El aparcamiento del tanatorio de Collserola, convertido en depósito funerario.EFE

Exteriorizada la preocupación (por los datos, por el confinamiento o por la incertidumbre), los psicólogos coinciden en una serie de pautas para enfrentarse al COVID-19 desde punto de vista informativo.

No estar el margen

Por mucho que la realidad no nos guste, “es importante saber lo que ocurre y ser conscientes de la realidad en la que vivimos”, apunta Sánchez Cuevas, para la que “no podemos ponernos una venda en los ojos”.

Racionar la información

“No es necesario escuchar los mismos datos una y otra vez”, asegura Núñez Camacho. “Porque si desde que nos levantamos hasta que nos vamos a la cama lo único que hacemos es leer o ver las noticias, al final monopolizamos nuestras conversaciones y con ello nuestra vida. Como consecuencia pueden surgir los pensamientos negativos, aumentar los niveles de estrés, malestar, desesperación e impotencia”, añade Sánchez Cuevas, para la que esto puede llegar a provocar “fatiga mental y cansancio”.

Ponerse un límite

Sánchez Cuevas recomienda “limitar el tiempo para consultar los medios de

comunicación” y ver otras noticias más allá de las muertes. “También las recuperaciones, que parece que este dato pasa más desapercibido”, apunta.

Al poner límite se puede dedicar el tiempo a otras actividades evitando así hablar del tema y aumentar la preocupación. “De ahí que se recomiende estar activos y no dejarnos llevar por el tedio o la apatía”, añade.

La importancia de la fuente

Aquí no vale todo, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de bulos y noticias falsas que circulan estos días, que pueden afectar aún más a nuestro ánimo. “Hay que busca siempre el pudor y el respeto ante el morbo y la curiosidad”, apunta Núñez Camacho.

Aceptar las noticias (aunque sean negativas)

Es inevitable que aparezcan pensamientos negativos pero hay que saber “gestionarlos para evitar sucumbir al miedo o intentar que no estén presentes la mayor parte de nuestro día”, añade Sánchez Cuevas, que insiste en que “debemos aceptar que existe un riesgo de contagio, pero que si llevamos acabo las medidas adecuadas, este se reduce”.