El medio ambiente en tu plato

El medio ambiente en tu plato

Hemos ido abandonado los buenos hábitos mediterráneos...

Unas personas consumiendo unas tapas. Thomas Tolstrup via Getty Images

La manera en que nos alimentamos en España contribuye de manera significativa al cambio climático y en general a la insustentabilidad de nuestro modelo de vida. La alimentación no sólo afecta a la salud sino también a la salud de nuestros agroecosistemas y tiene efectos negativos en terceros países. Desde hace algún tiempo hemos ido abandonado los buenos hábitos mediterráneos y hemos adquirido otros que son responsables de que más de la mitad de la población tenga sobrepeso o esté obesa. Ingerimos al día una media per cápita de 3.405 kcl, con un consumo excesivo de carne, lácteos y productos procesados. El consumo de carne se ha cuadruplicado sobradamente, desde los 56 gr por persona y día a los 243, siendo las carnes de cerdo y pollo las que más han crecido (de 8 a 65 kg por persona y año). El consumo de leche pasó de 291 gr por persona y día a 488. En la actualidad, la tercera parte de las proteínas que ingerimos tienen origen animal.

Nuestra manera de comer es, a su vez, causa del vertido masivo de sustancias contaminantes tanto en el suelo, el aire, los cursos de agua como en los propios alimentos. El uso habitual de productos fitosanitarios en la producción ha elevado considerablemente las posibilidades de encontrar residuos en ellos que suponen un riesgo para la salud de los consumidores. Algo similar puede decirse del uso de sustancias como hormonas, antibióticos y piensos cárnicos en la ganadería. A todo ellos hay que añadir el empleo de más de mil aditivos para la manipulación, transformación y conservación de los alimentos que suelen ir parar a nuestro organismo.

Para que los españoles y españolas podamos ingerir más de tres mil calorías diarias, son necesarias 109 millones de toneladas de biomasa animal y vegetal o lo que es igual: 2,43 t/persona/año o 6,65 kg/persona/día. Nuestros agroecosistemas ya no son capaces de abastecer esta enorme demanda e incluso nos permitimos el lujo de abandonar más de seis millones hectáreas de tierra productiva, agravando la despoblación rural. En el trienio de 1995-97 la balanza comercial de biomasa arrojaba un saldo negativo de 7,6 millones de toneladas. En el bienio de 2007 a 2008, este déficit había ascendido un 40% (hasta 11,3 millones de toneladas). El grueso de esas importaciones estaba destinado a alimentar a la cabaña ganadera o a ser procesadas por la industria agroalimentaria.

La manera en que nos alimentamos en España contribuye de manera significativa al cambio climático.

Esto significa que para mantener estos hábitos alimentarios poco saludables, otros países dedican vastas superficies a la producción de granos y forrajes para alimentar una cabaña ganadera desproporcionada que satisfaga nuestra alta demanda de carnes y productos lácteos. En la actualidad, España ocupa fuera de nuestras fronteras,  aproximadamente, 11 millones de hectáreas (Mha) de superficie total de las que la mayoría, unas 10 Mha, son de tierras de cultivo.

Alimentación sostenible

El cambio en la dieta hacia un modelo más saludable se ha convertido en una necesidad urgente que abarca no sólo la producción sino también la distribución y el propio consumo. La elección de lo que comemos cada día ha dejado ser una mera elección culinaria, motivada por gustos y convenciones para convertirse en un acto de responsabilidad ciudadana que puede contribuir de manera muy importante a combatir la degradación ambiental, la despoblación rural y la pobreza en terceros países. La alimentación es una oportunidad para implicarse en la resolución de los problemas globales y no sólo en el cuidado de nuestro cuerpo.

Cuatro criterios pueden ayudarnos a hacer de este acto cotidiano un acto responsable, abiertamente político:

  1. Eligiendo alimentos ecológicos que, al ser sido producidos de manera sostenible, ayudan a conservar nuestros agroecosistemas.
  2. Consumiendo alimentos producidos de cercanía, lo que ayuda a mantener a los agricultores familiares en el territorio al proporcionarles una salida remuneradora a sus productos.
  3. Consumiendo menos carne y productos lácteos, lo que mejora nuestra salud, disminuye la demanda externa y libera tierra para que otros países dediquen su tierra a atender sus necesidades alimentarias.
  4. Consumir productos de temporada, lo que reduce sensiblemente los gastos de conservación, preparación y transporte que hoy suponen el grueso del gasto energético de nuestro sistema alimentario español.  

La recuperación de los buenos hábitos de la dieta mediterránea que hemos practicado tradicionalmente es una solución ideal y adaptada a nuestras costumbres. El plato es, por tanto, un instrumento extremadamente útil para cuidar de nuestra salud, de nuestro bienestar corporal y de nuestra identidad cultural para conservar nuestro patrimonio material e inmaterial, la viabilidad de las actividades productivas agrarias, el desarrollo rural, la salud de los agroecosistemas, las actividades de transformación agroalimentaria, la sostenibilidad del consumo energético y la equidad en las relaciones entre países desarrollados y periféricos. Hoy, en el Día mundial del medio ambiente, apostemos decididamente por la alimentación sostenible.

Manuel González de Molina es catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Pablo de Olavide y coordinador del Laboratorio de Historia de los Agroecosistemas.