El mejor regalo de Reyes

El mejor regalo de Reyes

No hay excusa para mirar a otro lado y dejar abandonado en la calle, a su suerte, a un animal moribundo.

Krister Parmstrand / EyeEm via Getty Images

Nuestra historia sucedió un cinco de enero, día anterior a la festividad de Reyes y empieza así:

Un pequeño gatito, un ángel negro con ojos azules, de unos tres meses de edad, apareció aterido de frío y muy enfermo en una colonia de gatos que alguien alimentaba. La persona que lo encontró pronto se dio cuenta de que el gato no estaba bien, le costaba incluso moverse, por lo que lo cogió en brazos y a continuación le sacó una foto para difundirlo por redes sociales, a la espera de que alguien se ofreciera a acogerlo. Tras ello, dejó de nuevo al gatito en el suelo, inmóvil, y se marchó. 

Pasó la mañana, se oscureció la tarde y llegó la noche, fría como la anterior. El gatito —a quién llamaremos Fred— intentó a duras penas encontrar cobijo del intenso frío, pero estaba tan enfermo que solo alcanzó a tumbarse al lado de un muro, sobre el césped húmedo.

A la mañana siguiente, mientras niños y mayores abrían sus regalos de Reyes, Fred dejó de ser un hermoso gatito enfermo y se convirtió en un ángel luminoso. Desde ese día, junto a otros ángeles que también partieron antes que él, alumbra la oscura noche con la luz que desprende su alma.

El cuento, esta historia real, podría haber tenido un final muy distinto; el relato que me hubiera gustado poder escribir un día como hoy y que diría así: 

Tras acabar de alimentar a los gatos de la colonia, cerró la verja y se marchó de regreso a su casa. De pronto, paró en seco, algo le hizo reflexionar… algo en su cabeza se disparó… 

Dio la vuelta y cogió en brazos al bebé negrito de preciosos ojos azules, que yacía en el suelo. Al tenerlo de nuevo entre sus brazos fue consciente de su estado, necesitaba con urgencia que lo viera un veterinario, o de lo contrario, muy posiblemente moriría.  

Sus pasos, antes lentos, se dispararon para transformarse en una carrera de fondo hasta llegar al coche. Todo alrededor permanecía oscuro, en silencio…  interrumpido solo por el sonido de sus propios latidos, acelerados con la carrera… no había tiempo que perder. Una vez en el coche, acomodó al pequeño Fred en el asiento, lo tapó con una manta y arrancó rápidamente en dirección al veterinario…

Lamentablemente, el desenlace de esta historia, lo que hubiéramos hecho muchos al encontrarnos en esa situación y que esta persona no hizo, nunca sucedió, dejando al pequeño bebé a merced de una suerte que no tuvo. Hubiera sido el mejor regalo de Reyes para Fred. 

Fred, dulce, precioso y juguetón, como debió de ser antes de enfermar, nos mira desde el cielo de esta fría noche, como lo fue aquella… No hay rencor ni resentimiento en su mirada, solo amor, un amor puro e inocente. 

Fred que estás en el cielo, esta es tu historia, o al menos es la historia que podría haber sido y no fue. Pequeño ángel de ojos azules, ahora ya no sufres, no hay dolor allí donde te encuentras, estás con los tuyos… aquellos que te precedieron y alumbran el cielo a tu lado cada vez que se pone el sol.

Ya estás en casa, ya eres feliz… Ahora eres inmensamente feliz…

Hasta siempre mi bebé negrito, dulces sueños mi ángel Fred…

Muchos nos hemos encontrado alguna vez en una situación parecida. Pero ¿qué podemos hacer cuando nos cruzamos con un animal enfermo, accidentado o atropellado, que lamentablemente, en muchas ocasiones, parece ser invisible para el resto de la gente? Hay quien apelará a la prisa por sus quehaceres cotidianos para no intervenir, o a la imposibilidad de sufragar la factura de un veterinario… y se alejarán del lugar tranquilamente, entonando para sus adentros un “pobrecito, pero”....

En otras ocasiones, cuando una persona se encuentra ante un caso así, la primera reacción a veces es avisar a la policía o a la protectora de animales más cercana. Sin embargo, hemos de tener en cuenta que la rapidez de actuación es lo que marca la diferencia entre la vida o la muerte de un animal herido o enfermo.

La mejor respuesta en estos casos es coger con sumo cuidado al animal y llevarlo rápidamente al veterinario quien, de acuerdo con su código deontológico debería atender sin coste a un animal en estado grave y sin dueño. Lo importante es que el animal reciba atención veterinaria lo antes posible.

No hay excusa para mirar a otro lado y dejar abandonado en la calle, a su suerte, a un animal moribundo. Todas las vidas son preciosas e igualmente valiosas.

Como decía Gandhi: “La grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados por la manera en que trata a sus animales”.

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