El señor nuncio y su gran viga de 150 metros en el ojo

El señor nuncio y su gran viga de 150 metros en el ojo

Quizás convenga aclarar algunas cosas a este ‘diplomático’ que no ha respetado la soberanía del Estado español.

"Valle de los CaA-dos, Madrid"Cirilopoeta via Getty Images

Citemos, para empezar, las palabras de Jesús de Nazaret: “¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano, ‘hermano, deja que te saque la paja de tu ojo’, tú que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano”. (Lucas 6, 41-42),

Y el señor nuncio (embajador) del Estado del Vaticano en España, tan melifluo que parece una caricatura, Renzo Frattini, ha decido aprovechar su despedida del cargo con una ‘perfecta injerencia’ insólita en los modos diplomáticos. Aunque en esto se parece a otro personaje de ópera bufa, Donald Trump, que se atreve a indicarle –apuntándoles con el dedo índice desinquieto que tiene– a los británicos a quién deben elegir premier y cómo han de acometer el Brexit para mejor joder a Europa. 

El delegado del papa es posiblemente uno de los monseñores a quien S.S. Francisco, visiblemente harto y cabreado de sus habladurías, les pidió alto y claro que dejaran de criticarle, cotillear y, en suma, crear problemas; éste personaje los ha creado.

Frattini acusa al Gobierno socialista de haber resucitado a Franco por la decisión de trasladar sus restos desde el Valle de los Caídos al cementerio de El Pardo, donde están los de su esposa, Carmen Polo. Reagrupamiento familiar, pues. “Hay tantos problemas en el mundo y en España… ¿porqué resucitarlo?”. Y añade: “Dejarlo en paz era mejor”. Y para ya meter la pata hasta el corvejón: “No ayuda a vivir mejor recordar algo que ha provocado una guerra civil (…)”. Para el embajador detrás del proyecto de desenterrarlo y trasladarlo subyacen “motivos sobre todo políticos”. “Está detrás una ideología de algunos que quieren de nuevo dividir a España”. Etc. 

Como verán ustedes, es de perfecta aplicación el ejemplo de ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio. Esa viga tiene 150 metros de alto, con dos brazos de 24 metros cada uno, es la mayor del mundo, un prodigio de construcción y narcisismo pompocrático de ‘Su Excelencia’,  y corona el mausoleo del dictador, el ‘Caudillo de España por la Gracia de Dios’, Francisco Franco Bahamonde, el general superlativo: generalísimo de todo. 

Cuando el señor Nuncio se refiere a los ‘motivos políticos ’ y a la ‘ideología de algunos que quieren de nuevo dividir a España’, como son palabras muy similares a las de el PP y Vox con respecto a la llamada ‘Ley de memoria histórica’ del Gobierno de Zapatero, quizás convenga aclarar algunas cosas a este ‘diplomático’ que no ha respetado la soberanía del Estado español.

Desde el pontificado del polaco Juan Pablo II, empezó una oleada de beatificaciones y canonizaciones de ‘mártires del siglo XX’, de la ‘cruzada’, en la terminología del nacional catolicismo, que con mucho juicio sus antecesores habían enfriado. Franco iba bajo palio, rodeado de obispos y sacerdotes serviles. Han sido cientos los mártires católicos beatificados o canonizados en varias tandas. Pero eso no es meter el dedo en la llaga, como sí lo es para ellos buscar los restos de los asesinados en las cunetas o en los muros de los camposantos.  

Han sido cientos los mártires católicos beatificados o canonizados, pero eso no es meter el dedo en la llaga para ellos como sí lo es buscar los restos de los asesinados en las cunetas.

El 18 de octubre de 2007 y en nombre de Benedicto XVI, fueron 498. En representación del Gobierno socialista estaba el ministro Moratinos y el embajador Francisco Vázquez, a pie firme. Recientemente, el 10/11/ 2018, con Francisco de Pontífice, fueron beatificados otros dieciséis religiosos y laicos “víctimas entre 1936 y 1937 de la persecución por parte de anarquistas, comunistas y otras fuerzas de izquierda radical y anticlerical”. Etc.

A las celebraciones, en el Vaticano y en las diócesis, ha solido acudir un ministro del Gobierno, del PSOE o del PP.

Nunca, ninguno, aprovechó una de estos actos para acusar a la Iglesia de estar removiendo el pasado, hurgando o de “resucitar a Franco” (y a su régimen). A pesar del visiteo propagandístico, de los réquiem y los inciensos, de las homilías afiladas, en las misas empapadas de divisionismo nostálgico y rencoroso que se celebran en la abadía, en la que del abad para abajo el ambiente y el talante lo impregna más el 18 de Julio de 1936 que el 6 de diciembre de 1978.

Sin embargo, localizar a otros mártires, a otras personas igualmente asesinadas, pero por el bando vencedor y mayormente tras terminar la guerra, ajusticiadas sin juicio, con un tiro a bocajarro, sacadas a la fuerza de sus casas para darles ‘el paseo’, a las que se quiere dar digna sepultura, es considerado por los partidos de la derecha trifásica como revanchismo, como resucitar los odios, como sutilmente deja caer el nuncio, ganas de dividir.

  Renzo Frattini.Agencia EFE

Y no es nada de eso. Es una obligación moral, tan cristiana como laica, y es una obligación legal internacional. ¿Cuántas veces hace falta que la ONU lo recuerde? España es uno de los países que más desaparecidos tiene.

Otra vez la dichosa viga en forma de monumental cruz en el ojo y en los cerebros de los que, como buena parte de las jerarquías eclesiásticas, no aceptan la igualdad de trato. Si los católicos asesinados por el mero hecho de mantener sus ideas tienen derecho no solo a una sepultura digna sino al reconocimiento de su martirio, los republicanos asesinados en la guerra o después de la guerra por la misma circunstancia, por tener ideas republicanas o socialistas, tienen el mismo derecho. Porque antes de ser asesinados todos eran españoles y lo siguen siendo aún en los desperdigados huesos que bordean las cunetas o están en fosas comunes y sin identificar en algunos cementerios o campo a través.

En Canarias no hubo guerra; como en las islas el comandante general era Franco, desde el primer día los sublevados controlaron todos los resortes, naturalmente con la fuerza de sus armas, por los cañones o por las culatas. Se crearon campos de concentración que albergaron a miles de hombres que no habían cometido ningún delito, ni empuñado ninguna arma. Solo por pertenecer a un partido de izquierdas, o republicano de derechas, o a un sindicato obrero, o a la juventudes socialistas…

Y sin embargo hubo cientos, quizás un par de miles, de desaparecidos. También su búsqueda ha suscitado esas crueles e infames a fuer de cínicas acusaciones de reabrir la herida “de cosas de hace 80 años”… Mientras haya un desaparecido a la herida le falta un punto para cerrar.

Señor nuncio, señores y señoras que comparten sus ideas, relean los evangelios, y se darán cuenta de que ni usted ni los que comulgan con usted le hacen puñetero caso a Jesús de Nazaret.

En los últimos años la búsqueda ha dado sus frutos. En profundos pozos de la isla han aparecido los esqueletos de algunos de los ‘paseados’ por las escuadrillas falangistas del amanecer.

Y si hay asesinados, es que hubo asesinos; que esos sí que están desaparecidos; de esos no hablan los que lo saben, ni nadie, excepto algunos historiadores, los ha buscado nunca.

Tampoco la Iglesia ha beatificado, por cierto, a todos sus sacerdotes asesinados. Solo a los que fueron asesinados por los ‘rojos’.

Gracias a Dios (por cierto) no todos los curas y obispos y nuncios y cardenales son iguales. Y tampoco los papas, como han demostrado, entre otros, Juan XXIII o Francisco.

Pero quedan muchas ataduras con aquella iglesia, aquel poder eclesial sin conciencia y abusador que retrató Benito Pérez Galdós en Electra, la historia de una huérfana despojada de sus riquezas por un cura y enviada al convento. Ahí cobró forma tanto un nuevo feminismo como una ola de anticlericalismo social.

Por eso la Iglesia carca española consideraba a Don Benito un gran enemigo. El obispo de Canarias, un vasco integrista y del PNV, Antonio Pildaín y Zapiaín, que tampoco podía ver a Franco, amenazó con excomulgar al Ayuntamiento si se conmemoraba y propagandeaba a Galdós en su ciudad.

Por eso los republicanos, y entre ellos mi padre, iban todos los años, y llevaban a sus hijos, a depositar un ramo de flores en el monumento a Don Benito, obra de Vitorio Macho, en el viejo muelle de Las Palmas. Amén.

Señor nuncio, señores y señoras que comparten sus ideas, relean los evangelios, y se darán cuenta, como yo me la he dado, de que ni usted ni los que comulgan con usted le hacen puñetero caso a Jesús de Nazaret. Dicen su nombre en vano, ojo.

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