El trastorno por atracón, ese gran desconocido

El trastorno por atracón, ese gran desconocido

Se estima que podría afectar a cerca del 4% de la población.

.Sr. Emilio

“Comer como si no hubiera mañana, en soledad, comer con avaricia, sin hambre, comer para llenar un vacío, para tapar el malestar”.

La irreverente La Grande Bouffe (Marco Ferreri, 1973) narra cómo cuatro amigos se unen en un bizarro festín sexo-culinario para comer hasta poner fin a sus tediosas existencias. En la fantástica Seven (David Fincher, 1995), un psicópata asesino retrata el pecado de la gula a través de un hombre obeso obligado a engullir hasta reventar. En un plano más mundano, en Gordos (Daniel Sánchez Arévalo 2009), un grupo de terapia se desnuda (literalmente) para confrontar aquello que les lleva a comer compulsivamente. Y es que el valor vergonzante del comer compulsivo, del trastorno por atracón, está presente en el imaginario colectivo.

Hasta hace muy poco, el trastorno por atracón no tenía entidad clínica propia, y se clasificaba dentro de los trastornos de la conducta alimentaria no específicos (TCANE). Esta situación ha sido solventada al ser incluido recientemente en el principal manual diagnóstico, el DSM-5, diferenciándose de otros trastornos de la conducta alimentaria (TCA).

Características

El trastorno por atracón se caracteriza por la presencia de episodios de ingesta compulsiva, es decir, una cantidad excesiva de alimentos, en tiempo reducido y con una sensación de pérdida de control. Se estima que podría afectar a cerca del 4% de la población. A pesar de tener una prevalencia significativamente mayor que la anorexia y bulimia nerviosas, tal vez por el rechazo que suscita o por su escasa consideración en la comunidad clínica, el trastorno por atracón es un gran desconocido para el gran público.

El trastorno parte de dos rasgos característicos, la dificultad para regular las propias emociones y la impulsividad. La ingesta parte de la insatisfacción y durante la misma se alcanza un embotamiento que solapa de manera momentánea el malestar que lo precede. Una vez que comienza el atracón, resulta complicado parar. Así, el detonante es ansioso y en el proceso se obtiene una gratificación frágil e instantánea, ya que es seguida de un profundo sentimiento de culpa. El paciente sabe que comer compone una solución a un plazo inmediato. La huida dura lo que dura la comida. Paradójicamente el sentimiento de vacío posterior será mayor al inicial.

No existe una preponderancia de mujeres tan acusada como ocurre en la anorexia y bulimia nerviosas.

Los alimentos elegidos para el festín suelen ser una pesadilla para un nutricionista; dulces, grasas saturadas, hidratos de carbono, ultraprocesados, etc. No, para el atracón no se opta por crudités de hortalizas orgánicas. En ningún caso debemos pensar que una persona que padece este trastorno no cuida jamás su alimentación o que engulle con voracidad a cualquier hora del día. Es un problema que puede pasar desapercibido para terceros. La ingesta exacerbada se da en soledad y en el último tramo del día. En presencia de otros se puede comer con moderación, incluso con lentitud.

El trastorno por atracón y los TCA

A diferencia de la bulimia, en el trastorno por atracón el malestar o culpa posterior a la ingesta excesiva no se traduce en comportamientos compensatorios como el vómito voluntario, ejercicio físico, toma de laxantes o periodos de inanición. Se trata de un aspecto relevante tanto en su diagnóstico como su tratamiento. La imagen corporal y las distorsiones en su percepción tienen un peso significativamente menor. El deseo de tener un cuerpo que responda a un canon normativo no compone un significado nuclear en el origen o curso del trastorno.

El patrón típico de este trastorno también se distingue de la bulimia y la anorexia en cuestiones como edad y género. Los individuos que sufren trastorno por atracón acostumbran a tener una edad mayor. Además, no existe una preponderancia de mujeres tan acusada como ocurre en la anorexia y bulimia nerviosas. En cuanto al curso, a menudo encontramos un patrón de intermitencia. Las personas son capaces de permanecer periodos sin ingesta exacerbada, lo cual podría dificultar la conciencia y aceptación del problema.

Es importante no asociar el trastorno con la obesidad, ya que una amplia mayoría de personas obesas no lo padecen. Además, aunque el sobrepeso es generalizado una vez el trastorno se ha asentado, en los estadios iniciales es común encontrar personas con un índice de masa corporal saludable.

Al igual que en los otros trastornos de la conducta alimentaria, la casuística del trastorno por atracón aglutinaría factores biológicos, psicológicos y ambientales.

Se trata de un trastorno que puede derivar en un patrón de adicción a la comida, conformando éste su forma más severa. En estos casos, la proximidad de la propia comida (especialmente aquella preferida), o cualquier situación de estrés, componen estímulos que dan inicio al craving y consecuente ansiedad o comer compulsivo. En estos casos, el trastorno impacta con fuerza tanto en el ámbito familiar, como el profesional, afectivo o social de la persona.

Causas y tratamiento

Poco se sabe de su etiología. Al igual que en los otros trastornos de la conducta alimentaria, la casuística del trastorno por atracón aglutinaría factores biológicos, psicológicos y ambientales.

En la mayoría de los casos el proceso psicoterapéutico se acompaña de tratamiento farmacológico (generalmente antidepresivos) y atención nutricional. Los hábitos de alimentación constituyen la punta del iceberg, el proceso debe contemplar el análisis y mejora de otros aspectos implícitos, como son la regulación emocional y gestión de impulsos. No existen recetas universales. El tratamiento psicológico debe adecuarse a particularidades individuales, tales como severidad, curso y presencia de problemáticas asociadas. Afortunadamente, el trastorno por atracón responde mejor al tratamiento que otros TCAs,y, con una alianza terapéutica y adherencia adecuadas, los síntomas remiten progresivamente en una gran parte de los pacientes.

Este artículo se publicó originalmente en el blog del autor.