Elecciones en Países Bajos: a refrendar o a castigar la gestión de Rutte en pandemia

Elecciones en Países Bajos: a refrendar o a castigar la gestión de Rutte en pandemia

El liberal, en el cargo desde 2010, es el favorito en una cita marcada por la economía y la salud y en la que el cordón sanitario evitará que la ultraderecha toque poder.

Países Bajos acude a las urnas este 17 de marzo en unas elecciones en las que la sanidad y la economía todo lo copan. La cita se entiende como un refrendo sobre la gestión del actual primer ministro, Mark Rutte, ante la pandemia de coronavirus, que comenzó con laxitud ante las bajas cifras iniciales de contagios y ahora se caracteriza por las medidas de control más severas de la Unión Europea.

Estamos ante las primeras elecciones legislativas de un estado de la UE desde que empezó la crisis sanitaria y eso hace especial la convocatoria: de momento, parte de los 13,2 millones de ciudadanos con derecho a voto comenzaron ya a emitirlo el pasado lunes, porque se ha extendido la jornada electoral a tres días para espaciar la asistencia y permitir que los grupos de riesgo votasen antes, lejos de aglomeraciones. Este miércoles debe acudir a los colegios electorales más de la mitad de la población, es la jornada clave.

Rutte, un soltero de 54 años líder del conservador y liberal Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD), parte como favorito en las encuestas. Pese al desgaste de estar en el poder desde 2010 y a que sus medidas de confinamiento han sido muy criticadas -hasta el punto de que se han generado algaradas puntuales con la policía-, se espera que logre un 25% de los votos, equivalente a 40 escaños.

Esto supone una mejora no desdeñable, tras los 33 diputados logrados en los comicios de hace cuatro años, pero sigue sin alcanzarle para tener la mayoría absoluta en una cámara de 150 parlamentarios. Así que el escenario que se presenta es, de nuevo, de alianzas y pactos, con negociaciones largas, a la neerlandesa, con la complicación añadida del cada vez más fragmentado panorama político neerlandés, de 37 partidos. Actualmente, Rutte gobierna con la Llamada Demócrata Cristiana (CDA), Demócratas 66 (D66) y Unión Cristiana (CU), un bloque conservador con el que le llevó siete meses formar gabinete. Costará de nuevo, pero la previsión es que logre su cuarto mandato consecutivo.

El VVD vive en una montaña rusa: 31 escaños en 2010, 41 en 2012, 33 en 2017, ahora nueva subida... Su trayectoria cambiante, aunque siempre manteniendo el papel de primera fuerza del país, tiene que ver con sus propias fuerzas y debilidades y con la competencia de alrededor. En los últimos comicios, Rutte resbaló porque no supo responder con firmeza al debate sobre inmigración que llevó a primer punto de la agenda su máximo opositor, Geert Wilders, el líder ultraderechista del Partido por la Libertad (PVV).

Ahora, ese Wilders que fue inspiración para los populistas ultras de Europa, ha quedado superado fuera por el relumbrón de sus entonces pupilos -de la francesa Marine Le Pen al italiano Matteo Salvini- y dentro, porque las prioridades para los ciudadanos han dejado de ser los refugiados o el Islam. Los sondeos le dan, no obstante, 20 escaños (13% de los sufragios), los mismos que tiene ahora, pero que están condenados a ser inservibles porque el resto de fuerzas ha prometido aplicar un cordón sanitario y no pactar con ellos por su programa radical.

En esta coyuntura, Rutte se ha hecho fuerte, ha aprovechado sus habituales apariciones en televisión para explicar restricciones o anunciar paquetes milmillonarios de ayudas, impulsando su imagen de político fuerte, duro si es necesario, y capaz de defender los derechos de su gente. La Oficina de Planificación Social y Cultural (SCP) lo resume en que “si un líder político es visible en tiempos de crisis, aumenta su apreciación por parte del votante”.

Un ejemplo muy recordado en estos días de atípica campaña, sin mítines, sin visitas, sin reparto de propaganda, ha sido precisamente la firmeza con que el aún primer ministro se plantó en Bruselas liderando a los llamados frugales, reclamando que las ayudas para la reconstrucción de la UE por el Covid-19 se redujesen y se dieran a través de créditos y no de ayudas directas. Acusaba a países sureños como España de pedir demasiado.

  Pedro Sánchez y Mark Rutte, durante el Consejo Europeo en el que se debatieron las ayudas. EFE

Rutte es listo y ha logrado que en estos días aburridos en los que el cuerpo a cuerpo se ha limitado a debates puntuales no se cite apenas el escándalo que el pasado enero llevó a todo el Gabinete a dimitir: unas supuestas ilegalidades administrativas en la asignación de las ayudas a familias con hijos por las que acusaron a 30.000 familias (de origen extranjero, la mayoría) sin que hubiera motivo alguno para señalarlas. El caso está a la espera de las conclusiones de una investigación en el Parlamento, pero no ha hecho mella en el primer ministro, con una popularidad que roza el 55%.

Cuestión de prioridades

“Vemos que las preferencias de la gente han girado hacia la izquierda”, señala André Krouwel, analista político de la Universidad Vrije de Ámsterdam citado por Euronews. “Hemos visto que la gente ahora necesita apoyo, apoyo económico del Gobierno. Así que la economía es otra vez lo más importante, cuando en las anteriores cuatro o cinco elecciones la inmigración era la cuestión primordial”. Los demás partidos han tratado de mantener sus señas de identidad en mitad de esa marejada, defendiendo postulados verdes o fiscales, y al final han errado el tiro, de tan diverso.

En los últimos días, el empuje de Rutte se ha visto ligeramente tocado porque el cansancio de los ciudadanos se agiganta. En estos momentos, Países Bajos tiene uno de los dispositivos de control de la pandemia más duros. Los bares y restaurantes están cerrados desde mediados de octubre y las tiendas no esenciales, desde mediados de diciembre. Los lugares públicos como cines, museos y bibliotecas tampoco abren y existen límites estrictos sobre el tamaño de las reuniones familiares y con amigos, tanto en el interior como en el exterior. Los colegios y guarderías no abrieron hasta febrero pasado y se mantiene desde hace meses el toque de queda desde las nueve de la noche.

Los problemas añadidos del coronavirus

Más allá de preferencias y sondeos, estas elecciones prometen traer cola por las complicaciones que ya se han dejado ver en los dos primeros días de participación planteadas de cara al coronavirus. Según informa la Agencia EFE, la semana pasada, el Gobierno neerlandés reconoció que, de los 400.000 votos emitidos por correo, unos 2,5 % podrían ser nulos porque se enviaron en los sobres equivocados.

Y en algunos municipios que ya están haciendo recuentos, como Bernheze, “el 8,5% de los votos emitidos por correo no son válidos, cuando en elecciones ordinarias, ese porcentaje de voto nulo suele estar en alrededor de 0,3%”.

Unos 1.600 lugares de votación, incluidas escuelas, salas de conciertos, estaciones de tren o tiendas instaladas al aire libre, han abierto sus puertas en la primera de dos jornadas anticipadas para evitar aglomeraciones el próximo miércoles, cuando estarán disponibles más de 9.000 colegios electorales en todo el país, también con medidas de seguridad e higiene para evitar contagios, añade la agencia.