Élites

Élites

Bajo la pomposa rebeldía de la ultraderecha madrileña solo se esconde que los ricos sean más ricos y los pobres más pobres.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, durante una visita en precampaña al parque Juan Carlos I.Óscar J. Barroso / AFP7 / Getty Images

Peter Turchin es un académico e investigador conocido por la teoría de la sobreproducción de élite, una propuesta un tanto contracultural pero que predijo con acierto la inestabilidad política norteamericana de 2020. Esta teoría, en términos sencillos, viene a proponer que los periodos históricos con más inestabilidad están asociados a la acumulación de un exceso de élites sociales que no acaban de encontrar su sitio. Aunque esta teoría cuenta con numerosos detractores, llama la atención su similitud con revoluciones surgidas precisamente de élites sociales que reivindicaban sus derechos frente a estructuras políticas en las que no encontraban cabida.

En España hay algún ejemplo que podría tener puntos en común con esta curiosa teoría. Por ejemplo, la aparición electoral de Podemos que aglutinó a no pocos miembros de las clases alta y media alta en torno a elites académicas universitarias. También guarda cierto parecido el movimiento independentista de Cataluña, que llama poderosamente la atención por la correlación existente entre su voto y una mayor renta por habitante del electorado.

Por último, tenemos la propuesta que está articulando en Madrid una parte de la élite conservadora regional, con la que pretenden hacer desaparecer las estructuras administrativas del Estado para drenar los recursos públicos hacia el ámbito privado, precisamente en una de las zonas de España con mayor nivel de vida y dinamitando las bases ideológicas de la democracia cristiana que, supuestamente, aún perviven en el Partido Popular.

Una propuesta que profundiza en la inestabilidad política de la derecha a nivel nacional que no es capaz de dar cabida a la sobresaturación de líderes ociosos que se postulan como salvadores de España (Ayuso, Casado, Abascal, Arrimadas o Rivera, entre otros).

Volviendo a Peter Turchin y su teoría, me dispuse a bucear en el último CIS con el objetivo, no tanto de probar sus ideas, sino de caracterizar algún elemento que me diese pistas sobre la creciente crispación de la política española. Y hay algunas cuestiones llamativas. Por ejemplo, que la nueva política obtiene más apoyos electorales entre los hombres y en los segmentos sociales con más formación, fenómeno que se repite en la mayoría de los partidos nacionalistas. También que las mujeres se autodefinen como más de izquierdas y apuestan, con más intensidad, por el gasto de carácter social.

La nueva política obtiene más apoyos electorales entre los hombres y en los segmentos sociales con más formación

Pero existe otro dato que resulta clave. Por término medio, el 55% de la población y el 50% de las mujeres afirman que “votan por un partido u otro, o no votan” según “lo que más les convenza” en el momento de la votación. Sin embargo, estas cifras se elevan hasta el 60% o más entre los hombres, los poseedores de estudios superiores o los pertenecientes a las clases alta y media alta.

Tomando como referencia estas consideraciones, se podría llegar a la conclusión de que los recientes episodios de inestabilidad política pudieran haber encontrado más apoyo entre las élites económicas y sociales masculinas. Mientras que las mujeres representarían un factor de mayor estabilidad política y protección social.

Prefiero que cada lector saque sus propias conclusiones, aunque en mi opinión tenemos dos problemas: la testosterona y el populismo.

Los recientes episodios de inestabilidad política pudieran haber encontrado más apoyo entre las élites masculinas

En relación con el segundo problema, la apuesta de corte trumpista de Ayuso plantea la reducción del papel del Estado para dejarlo todo en manos del mercado, muy al estilo de las propuestas del anarcoliberalismo, al tiempo que quiere finiquitar la igualdad de oportunidades y restringir la libertad de la ciudadanía con menos recursos, imponiendo una especie de darwinismo social del “sálvese quien tenga los recursos para conseguirlo”.

Ayuso, al grito de “España es Madrid y Madrid es España”, proclama un renacido centralismo con en el que pretende someter al país y justificar sus políticas extractivas de riqueza en detrimento del resto de territorios, además de mostrar su desconfianza en la capacidad del conjunto de los españoles y españolas para dirigir sus destinos. Esto me recuerda la convulsa Gran Colombia de Bolívar, con Ayuso en el papel de ferviente bolivariana proponiendo un estado central fuerte y una presidencia vitalicia.

Aunque pudiera parecer que, con el adelanto de las elecciones en Madrid, Ayuso pretende conseguir una mayor estabilidad política, su centralismo nacionalista generará una mayor confrontación por el conflicto con los territorios más periféricos. No cabe duda, por tanto, que bajo la pomposa rebeldía de la ultraderecha madrileña solo se esconde lo de siempre, que los ricos sean más ricos, los pobres más pobres, más precariedad, más desprotección social y menos libertad.

Por todo ello, y alguna cosa más, veo con una cierta preocupación que una parte de la izquierda se haya dejado arrebatar el marco sobre el cual hemos edificado nuestro proyecto político de progreso: socialismo es libertad.

Sí. Socialismo es libertad. La idea con la que construimos el mayor periodo de progreso, igualdad, libertad y democracia de la historia de España. La idea con la que aspiramos a construir una sociedad de hombres y mujeres iguales y libres.