Las frases y momentos por los que se odia a Emily, de 'Emily in Paris'

Las frases y momentos por los que se odia a Emily, de 'Emily in Paris'

La serie de Lily Collins ha causado una tormenta en redes sociales, pero nadie puede dejar de verla.

dNETFLIX

Emily in Paris es insoportable, pero nadie puede dejar de verla. La serie de Netflix, que lleva desde que se estrenó en los más alto de la lista de más vistos de la plataforma, es un máquina de acaparar titulares y protagonismo en redes sociales. 

La mayoría de comentarios son negativos, pero todo el mundo espera la segunda temporada casi tanto como la vacuna del coronavirus. Lo que sucede con Emily in Paris es un claro caso de hate-watching, regodearte en el odio mientras devoras capítulo tras capítulo. Será que el mundo está necesitado de escapismo.

Varias cosas pueden ser ciertas a la vez:

1. Emily in Paris es una de las peores series que he visto.

2. Me la acabé de una sentada.

3. Odio tener que esperar para la segunda temporada.

En el nuevo pelotazo de Netflix Lily Collins interpreta a Emily, una joven de Chicago que se muda a París para trabajar en una agencia de publicidad. Su adaptación al ambiente no va precisamente como la seda y los estereotipos salen hasta de debajo de las piedras.

Este es precisamente uno de los aspectos que críticos, público y franceses valoran negativamente, además de su visión de lo que es un experto en redes sociales y la poca credibilidad de la vida de la protagonista.

Parece que todo el mundo odia a Emily, y estas frases y momentos demuestran por qué.

Se presenta en la oficina sin saber ni pizca de francés

Emily llega a las oficinas de la agencia de Savoir dispuesta a darlo todo. Tanto que no es capaz de decir más allá de Bonjour y espera que todos sus compañeros hagan el esfuerzo de hablar inglés mientras ella no intenta ni aprender lo básico del francés. De hecho reconoce estar tan harta del francés que se refugia en el restaurante del diseñador Ralph Lauren en París para comerse una hamburguesa con queso.

“Conozco esa playa, sale en Salvar al soldado Ryan”

Cuando Emily se muda a su nuevo apartamento conoce a Gabriel, su vecino de abajo y chef en el restaurante de la esquina de la manzana. Se presenta diciendo que no es parisino, sino de la región de Normandía y la respuesta de la protagonista es para llorar: “Conozco esa playa, sale en Salvar al soldado Ryan”.

Es un estereotipo con patas

Lo primero que hace al llegar a París es comprarse un pain au chocolat y grabarse dándole un buen mordisco para subir a su cuenta de Instagram. En los diez capítulos que dura la serie vemos croissants, baguettes y, por supuesto, boinas.

Cada vez que su jefa le dice que haga algo, ella hace lo contrario

Emily no parece entender un No por respuesta. Cada vez que su jefa, Sylvie, le pide expresamente que no haga algo, ella se envalentona y hace lo que le da la gana. Afortunadamente le sale bien, aunque está por ver qué pasaría en el mundo real. Probablemente estaría en la calle.

Nadie le pide su opinión, pero ella la da

Según ella misma, sus ideas son brillantes, y que nadie se atreva a discutirlo. Para Emily todo lo que no sea fruto de su cerebro está anticuado. Todas sus propuestas para redes sociales, además, parten de la base de que como es americana, son mejores. “Nosotros lo inventamos”, espeta la ejecutiva a sus compañeros.

Acosa a un diseñador en la ópera para decirle que no sobrevivirá sin gente como ella

Emily se planta unos brillantes en el moño para acudir al estreno de El Lago de los Cisnes y abordar a un diseñador de alta costura que no quiere trabajar con ella porque es una “paleta”. Ella sube las escaleras, burla la seguridad y entra en el palco para decirle que no sobrevivirá sin todas esas chicas “básicas y horteras” como ella que aspiran a comprar prendas de lujo. Emily dice que no se puede permitir bolsos de firma, pero despliega un imponente armario durante toda la serie.

Intenta dar lecciones de feminismo a los franceses

“Estamos en plena era del #MeToo”, suelta Emily mientras supervisa junto a sus jefes la grabación de un anuncio sexista. Como si en Francia vivieran debajo de una piedra y no hubieran debatido sobre el tema durante los últimos dos años. Las mujeres francesas lanzaron su propio hashtag: #BalanceTonPorc.