En la escalera del éxito, el primer escalón se llama crisis

En la escalera del éxito, el primer escalón se llama crisis

Cuando estás renqueante, la insatisfacción no ha tocado fondo, y no tocar fondo es equivalente a no hacer nada para mejorar, porque la situación, aun siendo difícil, sigue siendo llevadera. Esto es lo que yo llamo vivir en la penumbra: tener una vida gris en la que no es de día ni de noche, no hace ni calor ni frío, y que precisamente por no estar en el extremo negro, puede alargarse indefinidamente en el tiempo.

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Hay algo curiosísimo que caracteriza a los períodos de mayor crecimiento y esplendor. Casi todos partieron de una crisis.

Te invito a que hagas un sondeo entre la gente de tu entorno y compruebes por ti mismo que la afirmación es correcta.

Con quince años me sentía en crisis porque mi cuerpo me pedía volar, pero mi entorno me encadenaba al suelo. Unos meses después emprendía rumbo a Estados Unidos para ver mundo y absorber experiencias como una esponja absorbe el agua. Con dieciocho años tenía callos en las manos de cortar el césped en residencias de gente adinerada y los pies hinchados tras turnos de doce horas repartiendo pizzas los fines de semana, para poder pagarme los altísimos costes de la formación universitaria en Virginia. Un tiempo después de la frustración de sentirme desaprovechado, era la persona más joven del equipo policial que protagonizaba importantes redadas en la zona de Washington trabajando como intérprete para la policía, la DEA (agencia antidroga estadounidense) y el FBI.

Unos años más tarde volvería a tener la misma sensación de desaprovechamiento trabajando como traductor simultáneo en España. Yo quería crear, y a un traductor se le paga por no hacerlo. Ser traductor es ejercer un trabajo digno y que además puede ser muy enriquecedor, pero el día que dejas de hacerlo no se te echa de menos. Si no lo haces tú, lo puede hacer otra persona. Yo me moría por aportar valor al mundo y no sentir que estaba dando diez cuando sabía que podía dar cien. Esa sensación, siempre que la he tenido, ha sido la crisis que dio pie al esplendor posterior. Poco después de sentirme frustrado como intérprete, nacía 8Belts.com y miles de personas conseguían hablar chino en menos de ocho meses gracias a ello. En todos los casos, solo hubo éxito porque antes hubo crisis.

Pocos períodos han hecho más por el desarrollo humano que las épocas de crisis.

Si nos diesen a elegir entre estar medianamente mal (renqueantes) y estar fatal (en crisis), casi todos elegiríamos lo primero. Pero entre ambas situaciones, la primera es precisamente la más peligrosa.

Cuando estás renqueante, la insatisfacción no ha tocado fondo, y no tocar fondo es equivalente a no hacer nada para mejorar, porque la situación, aun siendo difícil, sigue siendo llevadera. Esto es lo que yo llamo vivir en la penumbra: tener una vida gris en la que no es de día ni de noche, no hace ni calor ni frío, y que precisamente por no estar en el extremo negro, puede alargarse indefinidamente en el tiempo. Eso es lo realmente peligroso.

En cambio, las crisis que tanto tememos son más territorio amigo que enemigo. Son insostenibles y eso las convierte en trampolines hacia el éxito, ya que precisamente por suponer una situación intolerable, hacemos lo necesario para ponerle fin y producir el cambio que conduce al período de bonanza.