Manuel Vilas: “Para que la gente lea, probablemente primero hay que desestresarla”

Manuel Vilas: “Para que la gente lea, probablemente primero hay que desestresarla”

Su novela 'Alegría', finalista del Premio Planeta, narra la lucha del ser humano contra la desesperanza: "Cuando hay tantos miedos, es oportuno decir que existe el milagro de estar vivo".

Manuel VilasCARLOS PINA

El alumno que hace unos años dijo a Manuel Vilas “usted no puede ser escritor, porque no le han dado el Planeta” seguramente se replanteó su postura al ver por todas partes Ordesa, un libro escrito por su exprofesor, catalogado como “el fenómeno literario de 2018”.

Ahora, en 2019, Manuel Vilas tampoco —o todavía no— ha ganado el Premio Planeta, pero sí ha sido finalista con la novela Alegría, que sigue la línea de Ordesa, explorando la herencia, la familia y el arraigo como armas en la lucha contra la desesperanza y la depresión. “Es una adhesión a la vida”, describe Javier Cercas, ganador del Premio Planeta 2019 con Terra Alta y un “excelente compañero de viaje” para Vilas en esta aventura. “Habla de la alegría de que continuamos, de que no nos morimos del todo”, prosigue Cercas, sobre el libro finalista.

Los elementos autobiográficos están muy presentes en Alegría, así como “la realidad social, política y cultural de España”, señala Vilas. “He suministrado al narrador mucha información de mi vida; con esos datos, él ha construido la suya propia”, explica el autor. Por poner un ejemplo, el hijo del protagonista de la novela trabaja como repartidor de Glovo, algo sacado de la propia vida del escritor. “Malos curros para la gente joven”, resume Vilas, que atiende a El HuffPost en la Casa de América de Madrid un día después de la presentación de su libro.

Javier Cercas describió Alegría como “una celebración de que estamos vivos, no como un pensamiento conformista en absoluto, sino si acaso ateo”. ¿Es, de algún modo, un carpe diem?

En cierta medida, sí. Él dice una cosa muy bonita de mi libro; dice que es una adhesión a la vida, y creo que sí. La alegría para mí son esas verdades que tienen que ver con el nacimiento, con el momento en que se genera la voluntad de vida. Ahí hay un momento de claridad de todas las razas. Me gusta pensar en cómo fue ese momento, el origen de todo. Ahí hay alegría, hay un sí a la vida. Como cuando te levantas por la mañana y está el sol, está el aire, hay árboles, coches, farolas, lo que sea, pero hay cosas. Eso ya es un milagro. Y celebrarlo ya es un éxito en el mundo en que vivimos, donde la gente vive muy aterrorizada, porque tiene miedo al fracaso: laboral, social, sentimental, económico, de todas las clases. Todos vivimos muy aterrorizados. Tenemos miedo a la miseria, a la pobreza, a la enfermedad, a salir de casa, a que te atropelle un coche, a que te muerda un perro… Miedos, miedos y miedos. Cuando hay tantos miedos, es oportuno decir que existe el milagro de estar vivo, y recordarlo desde la literatura. Me pareció que había que hacerlo.

Yo busco verdades en un mundo que no quiere muchas

¿Acaso no hay motivos para tener tantos miedos?

Por eso titulé Alegría el libro. Porque con tantos miedos, al final te vas de este mundo aterrorizado. Sobre todo cuando tienes cierta edad. Me interesan también muchísimo los sentimientos en la familia, porque creo que la familia sigue siendo el lugar donde los seres humanos manifiestan su humanidad. Es el sitio de la serenidad, de la tranquilidad. Existen familias conflictivas y dramáticas, pero para mí la idea de la familia es la de un lugar donde no hay mercancía en las relaciones, donde no se comercia con las relaciones. No hay relaciones interesadas, como pueden ser las relaciones laborales, económicas, incluso de amistad. 

Hay que tener en cuenta que las relaciones sentimentales son volubles, están sujetas muchas veces a contextos, y existen los divorcios. En cambio, las relaciones de padres, madres e hijos me parecían el lugar inamovible donde hay lo que yo llamo amor incondicional. Un padre y una madre aman de manera incondicional a sus hijos, y me parecía que ahí había una verdad. Yo busco verdades en un mundo que no quiere muchas verdades.

  Vilas, en Casa de América (Madrid), donde tuvo lugar la entrevista con 'El HuffPost'.CARLOS PINA

Usted alaba la lectura como un momento de lentitud. ¿Hace falta lentitud en nuestras vidas?

La lectura es un sitio donde te puedes pasar tres horas sentado en una silla y donde no consumes nada, ni siquiera un café, y estás en tu casa. Pero la gente entiende por pasárselo bien o por ocio salir a cenar, salir de copas, hacer un viaje, irte a la playa. Y hay que recordar que cuando se habla de lectura, hablas de una silla, una mesa, un sofá, una lámpara más o menos bonita y un señor o una señora todo el rato ahí. 

Es un ocio bien barato. Te compras Anna Karenina en edición de bolsillo y tienes un mes entero de lectura por 15 euros que te ha costado el libro. Pero se necesita tiempo para leer. Con 10 minutos te lees sólo tres páginas; para leer una novela de cierta enjundia o un ensayo largo, necesitas sacar dos o tres horas de algún sitio. En la vida social que tenemos nadie está dispuesto a dedicarle tres horas a un libro

Me parece una paradoja. Yo mismo a veces vivo en una vorágine. Y, para leer, hay que estar tranquilo. Una persona sofocada y estresada que va y viene de su trabajo, que coge un metro o un autobús, que tiene que estar en no sé qué sitio a las 5, luego llega a su casa y está chafada y reventada. Si le dices que se tiene que poner a leer Anna Karenina, dirá: “No, ahora me voy a la cama”. Entonces ¿cuándo lee ese señor? Para leer hay que generar un sosiego que te lleve a la lectura. La gente lee en vacaciones precisamente porque tiene tiempo y está sosegada. El problema es que estamos muy estresados.

La familia es el lugar donde no se comercia con las relaciones

Es difícil en estos tiempos sacar esos ratos de sosiego.

Es muy difícil, sí. Un tipo estresado, nervioso, con problemas laborales o sentimentales no va a leer. A mí me ha pasado cuando he tenido problemas. Para enterarte de una novela tienes que estar sereno y tranquilo. La lectura no cae del cielo. Hay que propiciar los contextos en los que se da. Y luego es un hábito. A un señor que no ha leído nunca no le puedes decir: “Ahora vas a leer tres horas seguidas”. Es como el deporte. Tendrá que empezar leyendo cinco minutos un día, al siguiente 10, hasta que se genere esa práctica en él.

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Pero a día de hoy no existe tanto esa práctica de quedarse en casa leyendo durante tres horas…

No existe, no. Socialmente, es complejo. Y, paradójicamente, vivimos en una sociedad donde hay muchas bibliotecas, muchas librerías, donde se publican muchísimos libros. Hay que incentivar la lectura, pero también pensar en cómo se hace. Hay que pensar cuándo lee un señor o una señora y cómo se le favorece que lea. Probablemente primero hay que desestresarlo para que lea. A mí me convendría que me desestresaran para que pudiera leer tranquilo. Ahora cuando llegue a casa no me voy a poner a leer a Dostoievski; me meteré en la cama. 

Hay que buscar un poco de lentitud para leer. Decir: “Este fin de semana me quedo tranquilo, no quedo con nadie, no voy al cine o no voy de copas y me quedo a leer en mi casa”. Habría que dar el visto bueno social a ese tipo de decisiones. Si te llama un amigo para quedar, que puedas decirle: “No, que me voy a quedar en mi casa leyendo La República, de Platón o a William Faulkner”. El problema es que automáticamente ese amigo irá a tu casa para ver qué te ha pasado o si te has vuelto loco.

¿Pero el libro de Cercas sí lo leyó, no?

Hombre, claro. El de Cercas me lo devoré. También tengo que decir que la actualidad literaria la leemos mejor; lo que nos cuesta más leer a veces son los clásicos.

En la vida social que tenemos nadie está dispuesto a dedicarle tres horas a un libro

El otro día, al salir de la presentación de Alegría, me topé con un cartel gigante en una iglesia que decía: “Tú has sido creado para ser feliz”. No sé si está de acuerdo, o qué piensa al respecto.

Precisamente el título de la novela es Alegría porque ese sentimiento me parece superior al de la felicidad; es más primitivo, atávico, es más oscuro, más relacionado con la biología, con el mero hecho de existir. Me tiene muy hechizado. Parece que ahora hay una urgencia con la felicidad. El cartel que dices está al servicio de esa cierta urgencia de que tú seas feliz; hay incluso una imposición social. Por ejemplo, en las redes sociales hay una exhibición constante de momentos felices, pero esa felicidad no me convence demasiado. Parece que si no eres feliz, la culpa es tuya, o eres una especie de ser raro. 

El principal personaje de Alegría, el narrador de la historia, busca la alegría en todo lo que vive. Tiene un enemigo, Arnold, que sale de sí mismo, de sus propias entrañas. Es un personaje fantasmal que representa la depresión, la frustración, el dolor, la infelicidad, la tristeza y el abatimiento. El narrador lucha contra Arnold desesperadamente y en esa lucha tiene aliados: sus padres muertos, sus hijos y una relación sentimental. Y también tiene el placer de la vida. Es una lucha que todo ser humano mantiene, la de la esperanza frente a la desesperanza. Y, lógicamente, el protagonista elige la alegría.

Ahora parece que si no eres feliz, la culpa es tuya o eres una especie de ser raro

Usted dice que el motor de su literatura es responder a la pregunta “¿Por qué mi padre me quiso tanto?”.

Es una obsesión mía. Tenía una relación muy intensa, muy especial con mi padre. Y ha sido una obsesión en mi vida, un misterio. Vivimos en un mundo donde la ciencia ha desvelado muchas cosas, y los avances científicos son maravillosos, pero sigue habiendo enormes misterios. Creo en los misterios y uno de ellos es el de la herencia, esa comunicación extraña que se produce entre los genes de tu padre y de tu madre y los tuyos. Me dedico a explorar todo ese territorio con lo que sé hacer, que es escribir.

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¿En qué lugar queda ahí su madre?

Yo fundo maternidad y paternidad. Cuando digo padre, digo madre también. Mi idea de paternidad y maternidad es lo mismo. Soy de los pocos narradores sobre el tema familiar que lo hace. Porque abundan las narraciones sobre el padre, pero sobre la madre hay menos. En Ordesa ya junté padre y madre y en Alegría vuelvo a hacerlo. Para mí, el misterio es el mismo, son lo mismo.

En Alegría también hay bastantes reflexiones sobre la relación de matrimonio entre padre y madre. Porque tú eres hijo de un matrimonio, con las consideraciones específicas de esa pareja, que es una fusión. Me interesaba explorar qué fue ese matrimonio entre mi padre y mi madre.

¿Y qué fue?

Lo cuento en el libro (risas). Yo creo que les funcionó. Se quisieron de una manera misteriosa, también. Es muy interesante eso. Normalmente los hijos no suelen asistir o conocer la forma del amor de su padre y de su madre, y estaría bien que presenciaran eso. Yo lo presencié en la infancia, aunque no de forma consciente, pero sí fui capaz de ver momentos de amor entre ellos. 

Me interesa la literatura como salvación del pasado, de todo ese tiempo que se marcha. La literatura históricamente ha sido un lugar de salvación del tiempo pasado. [Marcel] Proust es el ejemplo más notorio de no querer decir adiós al pasado y retenerlo a través de las palabras, en un libro. Eso es lo que yo vengo haciendo, lo que hice en Ordesa y he continuado en Alegría.

Qué sugieren estas palabras a Manuel Vilas

Javier Cercas. Ha escrito una novela excelente, trepidante y maravillosa que es Terra Alta. Y un excelente compañero de viaje.

El pasado. Un misterio, sobre todo cuando tienes más de 50 años.

Ordesa. Un paraíso.

Padre. Una leyenda.

Depresión. Cortesía con el mundo.

Belleza. Desequilibrio.

Soledad. Belleza.

Poesía. Corazón.

Instituto. Curro.

Riders (repartidores de comida rápida). El trabajo de mi hijo. Lo tuvo, ahora ya no. Malos trabajos, malos curros para la gente joven.

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Marina Velasco Serrano es traductora de formación y periodista de vocación. En 2014 empezó a trabajar en 'El HuffPost' como traductora de inglés y francés en Madrid, y actualmente combina esta faceta con la elaboración de artículos, entrevistas y reportajes de sociedad, salud, feminismo y cuestiones internacionales. En 2015 obtuvo una beca de traducción en el Parlamento Europeo y en 2019 recibió el II Premio de Periodismo Ciudades Iberoamericanas de Paz por su reportaje 'Cómo un Estado quiso acabar con una población esterilizando a sus mujeres', sobre las esterilizaciones forzadas en Perú. Puedes contactar con ella escribiendo a marina.velasco@huffpost.es