Fernando Delgado: "Lo que llaman pecado no deja de ser gozo interno"

Entrado en sus 70, el escritor y periodista Fernando Delgado se resigna a tener que escoger entre una de sus dos profesiones. “Nos repiten esta pregunta con insolente frecuencia, es como decir: ¿a quién quieres más, a papá o a mamá?”, explica. 

“El periodismo me ha dado esto y la literatura lo otro”, relata en las primeras páginas de su nuevo libro Todo lo que debería ser dicho. Una reflexión a medio camino entre la novela, el ensayo y su propia biografía que ahonda en la doble moral de la Iglesia, el sexo y la homosexualidad.

Delgado procura que cada página contenga una impresión, si no una idea, y retrata a personajes de la Iglesia católica exhibiendo “la hipocresía sexual tanto de sus agentes como de sus fieles”. Pero también de fuera de ella inmiscuyéndose en política, rememorando su infancia junto a su abuela y homenajeando en sus últimas líneas a figuras como Gloria Fuertes, Terenci Moix o Pedro Zerolo.

El tinerfeño cuenta a El HuffPost  que los jesuitas le trataron bien, que las monjas le cedían espacios en el colegio para que se reuniera con sus amigos comunistas y que siente “verdadera simpatía” por el Papa Francisco, a pesar de sus contradicciones. Pero echando la vista atrás no se le escapa el recuerdo de una sociedad “represora e injusta”, marcada por una Iglesia condenatoria. “Un sin sentido”.

Admite que en su vida profesional nunca declaró abiertamente condición alguna y cuenta en su libro que si llegó a ser director de RNE o miembro del Consejo de RTVE “no fue precisamente por ser homosexual”.

A día de hoy, tras haberse definido una vez como “un cristiano sin Iglesia y un socialista sin partido”, Delgado rehúye de las etiquetas. Se reconoce en el hombre de izquierdas que siempre se ha considerado, un verdadero socialdemócrata y, por encima de todo, un mirón, que no cotilla. “Tan solo el que mira y cuenta ”.

Su amplia trayectoria le ha llevado de la radio a las filas del PSOE, pasando por la televisión, donde estuvo tres años al frente de los informativos de RTVE durante el fin de semana y a la que ahora mira con cierto recelo. “El tiempo me ha permitido comprobar que la televisión es posible que distorsione las imágenes, pero me ha reafirmado también en la idea de que distorsiona la mirada”, apunta.

Confiesa sentir preocupación por la “imbecilidad” que copa las redes y su repercusión en el ámbito informativo. “Me da miedo que los nuevos estudiantes de comunicación se incorporen a este mundo en el que se impone la mediocridad y donde los expertos y los medios notables quedan relegados. Es verdaderamente perturbador”, admite.

Tan perturbador como el panorama actual. Una situación que el escritor considera “desoladora” ante la crisis que vivimos y lo que se nos viene encima.

“Confío en la ciencia, tengo esperanza en la medicina y realmente espero un cambio estructural tanto en lo político como en lo económico, con gente al frente suficientemente preparada”.

Aunque se muestra escéptico con el porvenir, reconoce los avances sociales en materia LGTBI, y ya que estamos en esta, saca algo “positivo” de la pandemia: “Estos días, aprovecho para escuchar a algunos doctores que afortunadamente están reapareciendo para dar su opinión”. Y que se les oiga.