Fidel Castro, impresentable

Fidel Castro, impresentable

Los cubanos ya no volverán a ver (en) vivo a Fidel Castro --ni siquiera por televisión. El personaje público ha muerto antes que el personaje físico, lo cual no deja de tener cierta carga de justicia involuntaria, tratándose de alguien que dedicó más de cinco décadas a confundir ambas cosas.

Los cubanos ya no volverán a ver (en) vivo a Fidel Castro --ni siquiera por televisión. No es que agonice ni que haya decidido retirarse de la vida pública: sencillamente, por una de esas ironías con significado histórico, Fidel Castro ha cumplido sus 86 años en condiciones mentales que no le permiten comparecer ante un público más amplio que sus compungidos familiares, escoltas y ayudantes. El personaje público ha muerto antes que el personaje físico, lo cual no deja de tener cierta carga de justicia involuntaria, tratándose de alguien que dedicó más de cinco décadas a confundir ambas cosas.

Castro no publica artículos en la prensa cubana desde el pasado 19 de junio y la última vez que se le vio en público fue el 28 de marzo, cuando asistió con bufanda a una reunión con el Papa Benedicto XVI en la sede de la Nunciatura de La Habana. Sus últimas "Reflexiones" dejaron serias dudas sobre su capacidad para enhebrar ideas básicas y calcular la verdadera repercusión interna de sus elogios a la milagrosa moringa o su éxtasis ante las hazañas de los yoguis. Pero su último cumpleaños ha marcado un punto de no retorno: sólo razones extremas de seguridad justifican hoy un desplazamiento del Comandante o una comparecencia ante testigos no comprometidos con el secreto de su decadencia mental. Los tratamientos intensivos ya sólo le procuran un par de horas lúcidas al día, y aparecer ante las cámaras requeriría ahora mismo un esfuerzo mayúsculo que desaconsejan todos los que deciden por él.

Hace unos días, cuando escribí aquí algo de eso, Cubadebate sacó un artículo "científico" asegurando que "el cerebro humano de algunas personas mayores es capaz de mantener la 'eterna juventud'." Un combativo bloguero oficialista salió enseguida a desmentirme, verificando una vez más el viejo dicho: "disculpa no pedida, culpa manifiesta". "Yohandry Fontana", a diferencia de Ernesto Hernández Busto, está obligado a ir entre comillas. Nadie lo ha visto nunca porque sencillamente no existe como tal. Es el sosias virtual que usa un equipo de informadores oficialistas controlado por la Seguridad del Estado para ganar presencia en Internet y las redes sociales. Su hobby son los rumores y las campañas de desprestigio. Pero esta vez le ha salido el tiro por la culata. Cables de EFE, Reuters y Europa Press han dado la vuelta al mundo con más preguntas que respuestas. Desde ayer, varios periodistas han tratado de comunicarse conmigo. Pero yo no puedo citar mis fuentes por obvias razones y es absurdo ponerme a dar declaraciones redundantes que vayan más allá de lo que aseguro de nuevo aquí: Fidel Castro ya no puede presentarse en público sin exponer su frágil salud mental y dejar definitivamente en ridículo su herencia. En los últimos años su tradicional mitología de semidiós se ha reciclado en una supuesta "lucidez" omnisciente --mientras su propio país se cae a pedazos. A partir de ahora, se impondrá la discreción. Y todo será por escrito. Lo cual no significa que el fin del castrismo esté cerca. Como advertía hace un año Norberto Fuentes, "la transición ha sido un éxito".

Este artículo ha sido publicado también en www.penultimosdias.com.