Fijación de objetivos: el pentágono mágico

Fijación de objetivos: el pentágono mágico

En la sociedad hay un grupo de personas que siempre triunfa y otro que nunca lo hace. Además, hay un grupo que siempre fija objetivos y otro que no los fija nunca. Seguro que no sorprende a nadie comprobar que aquellos que triunfan son los mismos que se fijan objetivos y que los que fracasan son los que no lo hacen. ¡Qué tremenda coincidencia!

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En la sociedad hay un grupo de personas que siempre triunfa y otro que nunca lo hace. Además, hay un grupo que siempre fija objetivos y otro que no los fija nunca. Seguro que no sorprende a nadie comprobar que aquellos que triunfan son los mismos que se fijan objetivos y que los que fracasan son los que no lo hacen. ¡Qué tremenda coincidencia!

En la construcción de todo lo que hoy es 8Belts descubrí que existen cinco puntos clave en la fijación de objetivos con un valor esencial para cualquier ser humano. Es lo que yo denomino el Pentágono Mágico.

Concreción

El error más cometido es la falta de concreción. Si se fracasa en los objetivos, no es tanto porque no se fijen, sino porque se hace con una enorme falta de concreción. Son muchos los que han cometido el error de marcarse como objetivo «hacer más deporte». Pero «hacer deporte» no es un objetivo. «Quiero hacer cinco días de deporte a la semana, cada día después del trabajo voy a correr media hora en la cinta y haré cien flexiones y una hora de pesas», sí es un objetivo.

Es necesario ser escrupulosamente específico en la descripción del objetivo, pero no lo es menos serlo en la definición de los hitos y en la fijación de las plazos. Necesitas saber con el mayor grado de detalle qué quieres conseguir, cómo quieres conseguirlo, haciendo qué cosas y antes de qué fecha. La diferencia entre fijar objetivos inconcretos y no fijarlos, es prácticamente inexistente.

Hazlo digerible

Tu objetivo debe ser digerible. Debe ser algo fácil de cumplir. Que no te empache. Mejor empezar bajo, cumplir y subir, que empezar alto, no cumplir y bajar. Lo primero fomenta la motivación, y lo segundo, la destruye. Ya sé que ahora mismo el nivel cinco te parece demasiado sencillo y prefieres empezar por el diez, pero no me interesa tu velocidad de arranque, sino tu velocidad de crucero. Demuéstrate primero que mantienes la regularidad en el cinco y, solo entonces, avanza al siguiente nivel.

La tolerancia-cero

Cuando tengas decidido el objetivo, divídelo en dos: el óptimo y el de tolerancia-cero. El óptimo es el idóneo, pero al mismo tiempo es retador, difícil. El de tolerancia cero es subóptimo, pero es sencillo, fácilmente alcanzable. Mientras estés entre uno y otro, tu avance no peligrará. Pasarte de máximos te generará altibajos, y no alcanzar los mínimos hará que entres en el terreno más pantanoso de todos, que es la desidia. De ahí al fracaso hay un paso.

He aquí el funcionamiento del objetivo tolerancia-cero.

Imagínate el día en que te encuentres más desmotivado, cansado y desmoralizado; el día que más peligre el cumplimiento del objetivo. Ahora determina el objetivo mínimo que incluso en un día así estarías dispuesto a cumplir. Ése es tu objetivo de tolerancia-cero: aquel que sea tan fácil de cumplir que, pase lo que pase, no exista ninguna excusa que justifique su incumplimiento. Una vez fijado, cúmplelo siempre. No te permitas ninguna excepción. Si tu objetivo era entrenar 30 minutos al día, un ejemplo de tolerancia-cero sería entrenar solo cinco y hacer 10 flexiones o 20 abdominales, esto es, algo tan sencillo que lo puedas cumplir incluso el día en que estés más desganado. El objetivo de tolerancia-cero apenas te hace avanzar en tu objetivo global. Su función no es que avances, sino que no rompas el contacto con tu meta.

La locomotora

Cada día que cumplas tu objetivo tómalo como que has construido un vagón de la locomotora. Si fallas uno, la locomotora se desengancha y hay que empezar una nueva de cero. Muy importante respetar esta regla: solo sirven las locomotoras enteras, esto es, número de días consecutivos que has cumplido. Sin interrupciones. Recuerda que las justificaciones no valen porque fuiste tú quien se marcó ese mínimo antiexcusas para los días en los que te resultase más complicado. Anota en una hoja de papel cada día que no fracasas. Puedes fracasar en el óptimo pero no en el de tolerancia-cero. Te recomiendo que lo hagas de una forma muy visual, dibujando cuadrados que identifiquen los días, incluso sobre un calendario, de tal forma que cada día cumplido, puedas señalarlo con color y así ver gráficamente tu constancia en forma de bloques. El objetivo de esta técnica es que no rompas la constancia ni un solo día y luchar para conseguir que la locomotora sea lo más larga posible. El saber que romper la cadena te hace empezar de cero, te motivará para no fallar nunca.

Los despertadores

Este último punto es el que, una vez puesto en marcha, tiene un efecto más inmediato. Los despertadores son disparadores que pones en tu vida para activar el cumplimiento del objetivo. Son hechos fijos que tú eliges y que preceden al instante en el que empezarás con tu objetivo. Sin dilación. Un despertador sería la cena, la ducha, la salida del trabajo, la entrada al colegio de tus hijos, tu llegada a casa, despertarse por la mañana, cuando terminan las noticias... Tienen que ser hechos que suceden con regularidad y predecibles. Siguiendo el ejemplo del deporte, si tu objetivo es ponerte en forma, puedes fijar como momento despertador tu llegada a casa o el momento en que tus hijos se acuestan para ponerte las zapatillas y empezar a correr. La clave está en las palabras «sin dilación». Es muy importante que sea de inmediato y que no exista una actividad entre el despertador y la puesta en marcha. Lo que los despertadores aportan es concreción y claridad, eliminan la desidia y la pereza porque la hacen innegociable y te dan un punto muy claro de cuándo ponerte con ello.

Si un grupo de personas alcanza el éxito por fijarse objetivos y otro no lo alcanza por no hacerlo, no esperes conseguir lo mismo que los primeros siendo parte de los segundos.