Filtraciones, albañiles y despechos arrinconan a Johnson en su 'semana horribilis'

Filtraciones, albañiles y despechos arrinconan a Johnson en su 'semana horribilis'

El 'premier' del Reino Unido tiene que explicarse, entre otras cosas, sobre si dijo: "que los cuerpos se amontonen por miles", enfadado por otro confinamiento por covid.

El primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, se come un helado en Perranporth, el pasado 7 de abril. TOM NICHOLSON via REUTERS

Boris Johnson se ha pasado todo abril comiendo helados. Era la comidilla de la prensa local, que veía en sus cucuruchos de vainilla soft la confirmación de que ha llegado la primavera, de que se puede salir de veras, con las vacunas contra el coronavirus en el cuerpo, y comer, disfrutar, vivir. En la última semana, sin embargo, al primer ministro del Reino Unido el dulce sólo le ha servido para pasar el trago amargo de verse arrinconado por varios flancos: filtraciones, obras polémicas y despechos que antes eran lealtades se le vuelven en contra.

El premier ve cómo se desinfla el globo de su popularidad disparada por la vacunación masiva contra la covid-19, su exitosa oposición a la UE con las últimas negociaciones del Brexit y su reciente paternidad. Y muchos señalan como el gran culpable de su mala racha a quien fuera su asesor estrella, Dominic Cummings, que renunció de mala manera en diciembre. Los conservadores creen que es el filtrador de las polémicas que asedian al mandatario y él se defiende pero, a la vez, lanza un nuevo blog en el que amenaza con colgar dinamita poco a poco.

“¡Que los cuerpos se acumulen por miles!”

Suena a maldición bíblica pero, si lo que dicen las fuentes citadas por duplicado y hasta por triplicado en medios como la BBC, The Guardian, ITV News y Politico es cierto, es una sentencia pronunciada por el propio Johnson. Fue el pasado octubre, cuando la pandemia golpeaba duro a las islas británicas y el gabinete estudiaba la necesidad de imponer un tercer confinamiento. Según adelantó el 25 de abril el Daily Mail, el primer ministro estaba reunido con asesores y diputados cuando, ante la presión del veterano parlamentario Michael Gove por llevar soldados a los hospitales si era necesario, dijo: “No más jodidos confinamientos. ¡Que los cuerpos se acumulen por miles!”.

“Sólo es otra mentira más”, fue la reacción de Downing Street, pero muchos de los asistentes lo han ratificado, de forma anónima. Gove dice que no lo oyó. Johnson ha calificado la información de “absoluta basura” y garantiza que “los ciudadanos no están en el debate” político, que son su “prioridad”. El Partido Laborista, primero en la oposición, le está pidiendo explicaciones en distintos ámbitos oficiales para que explique estas “impactantes y repugnantes” declaraciones.

Lo dijera o no, Johnson tuvo que tragar en enero con el “maldito” o “jodido” tercer confinamiento, pero no han sido pocas las voces discrepantes en su partido y en la prensa que dicen que, si en otoño hubiera apretado y extendido las medidas de control, se podría haber evitado. Ya han tenido la enfermedad 4,41 millones de británicos, de los que han muerto 128.000.

¿Quién pagó “inicialmente” la obra en su piso?

La otra gran piedra en el camino de Johnson, hoy, es la reforma de su apartamento, en el número 11 de Downing Street, anexo a la residencia oficial. Al parecer, costó unos 66.000 euros, cuando es habitual que los primeros ministros, al llegar al nuevo cargo, hagan retoques por valor de unos 35.000. Lo que falla aquí no es el coste, que también, sino el pagador de los trabajos. Lo que dice la prensa británica y va a investigar ahora la Comisión Electoral es que el dinero vino de donaciones particulares al Partido Conservador, al que pertenece el premier. Dinero no declarado de simpatizantes.

La oficina que investiga las cuentas de los partidos en Reino Unido dice que hat “motivos razonables” para sospechar que hay “una o más infracciones” en lo que hicieron los albañiles y decoradores. Los tories no dan muchas explicaciones y dicen que “no se están usando” fondos de la formación para fines de este tipo, pero sin negar si se ha hecho en el pasado. De ahí que el líder laborista, Keir Starmer, no haga más que insistir en cada rueda de prensa o comparecencia parlamentaria en que quiere saber quién pagó “inicialmente” la reforma. Johnson dice que ya “ha cubierto” esos costes, pero tampoco aclara quién los abonó de inicio.

El Pisogate se suma a polémicas menores sobre más dinero no declarado de simpatizantes del partido, acusaciones de conceder contratos públicos de forma poco clara y dar trato de favor a empresarios y políticos afines, todo lo cual niega el primer ministro.

Cummings, el examigo y posible revelador del escándalo, ha desvelado que él avisó a su entonces jefe de que que renovar un apartamento con dinero de donantes conservadores era “poco ético, tonto, posiblemente ilegal” y que casi con certeza “infringiría las reglas sobre la adecuada financiación” de las formaciones políticas.

  Carrie Symonds y Boris Johnson, en el Día del Recuerdo de las víctimas de las guerras mundiales, el pasado noviembre, en Londres.CHRIS JACKSON via Getty Images

No se pueden ver

Cummings es ese personaje tan siniestro que se inventó la campaña del Brexit cuando nadie planteaba casi el debate, hasta el punto de inspirar una película. Hombre poderoso e inteligente, dolido con quien fue su aliado, guarda al parecer un arsenal de grabaciones y anotaciones que podrían causar muchos dolores de cabeza no sólo a Johnson, sino a buena parte de su gabinete. Nadie sabe cuándo empezará a soltar porquería, pero en las apuestas de Reino Unido, tan habituales, se dice que muy pronto.

El problema no es sólo que esté enfadado por su marcha del Gobierno, sino que existe un choque personal con alguien de quien Johnson no va a prescindir: su actual pareja y experiodista Carrie Symonds. Diarios como The Sun sostienen que ella inició la guerra con el viejo asesor y que ahora se la está cobrando, empezando por desvelar la reforma del piso, que ella misma comandó.

Cummings, además, tiene que comparecer este mes en el Parlamento para someterse a preguntas sobre la gestión del coronavirus y se espera una rajada importante contra Johnson y contra varios asesores y ministros suyos que, justamente, son “amigos de siempre” de Symonds y han sido defendidos por ella ante su novio.

Un ministro en la cuerda floja

Hay otro asunto que trae a Johnson a maltraer esta semana: la polémica de su secretario de Relaciones Exteriores y primer secretario de Estado, Dominic Raab, sobre ayudas para cooperación. Acorralado por filtraciones e informes de la oposición, ha tenido que confesar un recorte del 40% en las ayudas a colegios de niñas en África, lo que supone bajar de 672 millones de libras a 400 y dejar en peligro programas enteros de formación en salud sexual y reproductiva, por ejemplo.

No es algo menor, no lo es en un país con fuertes conexiones postcoloniales y que había hecho de estas ayudas un modo de influencia mundial que se ha convertido, a la vez, en esencial para países escasamente desarrollados. Raab ha estado ocultando este tijeretazo, que va en consonancia con el que ha aplicado y también tapado en las cuentas generales para el continente africano, que se va a quedar con un tercio de las ayudas que recibía hace dos años. El efecto puede ser devastador, avanzan los portavoces de diversas embajadas, alerta.

A Raab se le acusa de revertir una apuesta histórica del país, por más que la justifique (sin confirmar o desmentir los datos) en que “todos” los departamentos del Gobierno han de reducir gastos, pero también y sobre todo de oscurantismo, de falta de transparencia. Y todo a las puertas de que el G7 se dé cita en Londres del 3 al 5 de mayo y precisamente apueste por ayudar a África. La oposición pide directamente su dimisión.