Fronteras, entre unos y otros

Fronteras, entre unos y otros

Van ligadas a un concepto efímero de Estado-Nación y podrían ser consideradas las cicatrices que deja la Historia en los mapas.

Egipto, desierto occidental o desierto de Libia. Formaciones rocosas de Wadi el Malik.De Agostini via Getty Images

Hace ya algún tiempo se descubrió una inscripción en una roca ubicada en Wadi el Malik —en el sur de Egipto— con unos jeroglíficos que han podido ser descifrados como: “Dominio del rey Horus Escorpión”.

Este soberano, el rey Escorpión, gobernó parte del antiguo Egipto hacia el año 3070 a.C., motivo por el cual la inscripción puede ser considerada como la frontera más antigua de la Historia.

Gran parte de las fronteras que conocemos actualmente son relativamente recientes y se remontan al siglo XIX. Si quisiéramos retroceder en el tiempo hasta la creación de tres de los tramos fronterizos más antiguos no nos haría falta ir muy lejos. Dos se encuentran en la frontera luso-española —surgieron de los tratados de Zamora (1143) y Badajoz (1267)— y el tercero en Andorra. Esta última fue el resultado de un condominio o pariaje que se firmó entre el Conde de Foix y el obispo de Urgell, en el año 1278.

De la más alta a la más extraña

La frontera más alta del mundo se encuentra a más de ocho mil metros de altitud. En el techo de nuestro planeta se fijó parte del límite fronterizo entre China y Nepal. Nada que envidiar al límite que establecieron Estados Unidos y Rusia en el estrecho de Bering. Allí se encuentran las islas Diomedes, dos pequeños flotadores rocosos separados entre sí por casi cuatro kilómetros y que marcan la frontera entre estas dos naciones.

Cuando el mar se congela, algo que no suele ser infrecuente, es posible caminar la distancia que los separa y que nos catapulta a otro día, bien al pasado o bien al futuro, ya que entre estos dos islotes discurre la línea internacional de cambio de fecha.

Una de las fronteras más pequeñas del mundo mide unos 155 metros y separa Botsuana y Zambia. A pesar de todo, es casi el doble de otra frontera, la que nos “aleja” del vecino Marruecos. Y es que entre Melilla y Ceuta se encuentra el peñón de Vélez de la Gomera, de unos diecinueve mil metros cuadrados, que a través de un pequeño istmo de arena o tómbolo hace frontera con Marruecos, con apenas ochenta y cinco metros de longitud, lo cual lo convierte en la frontera más pequeña del mundo.

De todas formas, posiblemente la línea divisoria más insólita es la que sirve de partición entre las ciudades de Derby Line (Vermont, Estados Unidos) y Stanstead (Quebec), entre Canadá y Estados Unidos. Atraviesa las dependencias de la biblioteca Haskell, un edificio que se levantó a comienzos del siglo pasado con la intención de destacar los vínculos culturales entre ambos países, a pesar de que en un lado de la sala se escriba en inglés y en el otro en francés.

A golpe de tractor

Las fronteras son un producto de la evolución histórica, de las relaciones entre los diversos países y, como tal, están sujetas a revisiones y modificaciones. Hace apenas unas semanas un agricultor belga de Erquelinnes, al sur de Bélgica, movió “accidentalmente”,  y con la ayuda de su tractor, una piedra de unos ciento cincuenta kilos para agrandar su terreno.

La maniobra no habría pasado de ser un problema doméstico de no haber desplazado —en poco más de dos metros— la frontera entre Bélgica y Francia, establecida por el tratado de Corutrai (1820).

El granjero, claro está, lo hizo a favor del territorio belga y en detrimento de Bousignies-sur-Roc. La alteración fronteriza modificaba los acuerdos que se establecieron tras la derrota de Napoleón en Waterloo y previos a la formación de Bélgica, en el año 1830.

Terminamos nuestro singular recorrido con los belgas. Tienen una de las fronteras más curiosas que nos podamos encontrar, se encuentra en Baarle-Nassau, a medio camino entre Bélgica y Países Bajos. La línea fronteriza se puede ver por todo el pueblo, pasa por fábricas de cerveza, casas y… restaurantes. En la taberna Den Engel es posible sentarnos en una mesa sobre la frontera, de forma que nuestros mejillones estén en Bélgica y el vino en los Países Bajos. Para no perdérselo.