"Me encanta Decathlon" y otros siete momentazos del 'reality' de Georgina

"Me encanta Decathlon" y otros siete momentazos del 'reality' de Georgina

Se estrena este jueves en Netflix con motivo de su 28º cumpleaños.

Georgina Rodríguez, protagonista de un 'reality' de Netflix.NETFLIX

“Soy Georgina Rodríguez, tengo 27 años y hace 5 años mi vida cambió. Muchos conocen mi nombre pocos saben quién soy”. Ese es el punto de partida de Soy Georgina, el reality protagonizado por la exdependienta de Gucci, ahora influencer y pareja del futbolista Cristiano Ronaldo, que se estrena este jueves en Netflix coincidiendo con su 28º cumpleaños.

Al estilo del show de las Kardashian, los episodios mezclan cómo es su día a día más anodino—con imágenes de ella en chándal o fregando— con sus compromisos, eventos o momentos de ocio, que van desde una visita al atelier de Jean Paul Gaultier en París para elegir un vestido que ponerse en Cannes a una estancia en yate con sus amigos para ver la Formula 1 en Mónaco. Todo ello salpicado con declaraciones a cámara de ella misma, de CR7 y de su entorno más cercano.

Los primeros episodios se centran en cómo comenzó la relación entre ellos, pero poco a poco van mostrando la vida que llevan, entre viajes en jet y extraescolares de los hijos. Estos son algunos de los momentazos de los dos primeros episodios, con algunas frases de Georgina para enmarcar:

“Pero bueno, ¿qué me pasa?”

Ya se sabía que se conocieron cuando el entonces delantero del Real Madrid fue a comprar a la tienda de Gucci en Madrid, donde ella era dependienta, pero en el primer capítulo ambos cuentan los pormenores. Ese día a ella le tocaba salir a las cinco de la tarde pero le pidieron que se quedara media hora más para atender a una clienta.

“Cuando estoy saliendo de la tienda veo que aparece un hombre guapísimo, de casi dos metros, acompañado por un niño y unos amigos. Me quedo parada. Se para Junior enfrente de mí. Supereducado, me saluda, fue como las risas, en plan que el niño me había saludado”, rememora Rodríguez. “Empecé a sentir como cosquillitas en el estómago y yo ‘Pero bueno, ¿qué me pasa?’ No quería ni mirarle, tenía muchísima vergüenza”, añade. A su testimonio el futbolista añade que él “hizo click”.

“Eran unas manos familiares”

Tras un impasse de dos meses, coincidieron en un evento y Cristiano se lanzó y la invitó a cenar. “De camino al restaurante nuestras manos se chocaron y sentí como si esas manos hubieran estado conmigo muchas veces. Y ya una vez que por accidente nos chocamos, ya nos las cogimos”, relata ella antes de añadir que “eran unas manos familiares” que “encajaban a la perfección”.

“Cuando nos chocamos las manos fue un momento único”, remata él.

“Y yo recené, como toda señora”

Rodriguez también recuerda con cariño el día en el que el jugador volvió a contactar con ella —“Yo no le quería escribir”— para volver a invitarla a cenar. “Y yo ‘Vale’, aunque había cenado dos horas antes. Vino a por mí después del partido. Yo vivía en el bajo, cuando fregaba abría las ventanas para que se secase pronto. De repente escuché un motor, digo ’ya está aquí”, relata.

Como cuenta, al llegar a casa del deportista, él tenía “su puré preparado, su verdurita, su pollo. Y yo recené, como toda señora”.

  Georgina Rodríguez, en el rodaje de su 'reality'.NETFLIX

“Yo llegaba en autobús y me iba en Bugatti”

En ese inicio de la relación el jugador solía recoger a Rodríguez al acabar su turno en la tienda y, claro, lo hacía en sus llamativos coches.”¡No puedo ir a buscarla en taxi!”, bromea el aludido. “Yo llegaba en autobús y me iba en Bugatti. Mis compañeros, locos”, afirma Georgina.

“Después de medio año ya ubiqué todos los salones”

“La primera vez que vine a casa de Cristiano me perdía”, admite la protagonista sobre sus primeras veces en la mansión del jugador. “Intentaba ir a la cocina a por agua y no sabía dónde meterme y tardaba media hora en volver al salón porque no sabía cómo volver de lo grande que es”.

“Yo creo que después de medio año estando aquí ya ubiqué todos los salones”, añade, mientras en pantalla se suceden imágenes de estancias de lujo.

“No puedo meter esto en Wallapop”

En el primer episodio se muestra la visita de la interiorista Paula Brito a la mansión, la “casa grande”, según Georgina, que quiere reformarla y reutilizar algunos muebles para la “casa pequeña”.

La de Jaca le da algunas instrucciones, como no mezclar “estampados con mármol” o no poner “flores de plástico o libros”: “No muchas cosas para no limpiar mucho el polvo”. Y las alfombras, baratitas, “que no se desplume el cachemir”.

Para su disgusto, alguna mesa no la pueden reutilizar por ser “XXL” y pesar demasiado. Brito le da la opción de venderla por internet: “Te darán unos 10.000 euros”, solución que encanta a Georgina. Ésta luego declara a cámara, agradecida de que exista alguna app para muebles de lujo: “Yo tengo un montón de amigos que cada vez que necesitan muebles los compran de segunda mano. Lo malo es que éstos no caben en todas las casas. No puedo meter esto en Wallapop”.

  Georgina Rodríguez, en su vestidor.NETFLIX

“Cuatro routers en casa y nunca va el puñetero wifi”

En otro momento se ve a Georgina limpiando sus bolsos en el vestidor y haciendo una videollamada con una de sus queridas —así es como se llaman en su grupo de amigos—, Elena, quien le ayuda a escoger sus atuendos.

En un momento en el que le está enseñando una blazer de Balmain, Georgina chista porque se ha interrumpido la comunicación: "¡Siempre en esta casa el wifi de los coj**! ¡Cuatro routers en casa y nunca va el puñetero wifi!”.

A ese momento le sigue una declaración de amor a la moda que no tiene desperdicio: “Me encanta Louis Vuitton, me encanta el grupo Inditex... ¡me encanta Decathlon! Me encanta Nike, me encanta Mayoral, me gustan todas las marcas”.

“Si no tuviese gimnasio no pasa nada”

En otra videollamada, una asesora ayuda a Georgina a planificar las vacaciones familiares y a buscar una villa para ellos que tenga privacidad. “Mira alguna villa que tenga bastantes habitaciones, piscina privada, que haya un embarcadero próximo que se pueda acceder con tender, que tenga un terrenito para pasear con los niños”, le pide. “Si no tuviese gimnasio no pasa nada porque ya miraríamos nosotros un espacio para montar máquinas, nosotros movemos las máquinas”.

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