Golpito a golpito…

Golpito a golpito…

Jugando con la cosas serias se llega al precipicio golpista al menor descuido.

Pablo Casado, líder del PP.EFE

No sé, parece mala suerte. En cantidades industriales, eso sí, pero mala suerte. ‘Palo’ Casado le estaba arreando duro a Pedro Sánchez, tan sonriente bajo su barba y seguro de sí mismo, desde su despacho en Genova 13 (lagarto, lagarto) coreado por el coro de intelectos del PP, venidos arriba,  que arremetían contra todo lo que hacía o lo que no hacía el gobierno. Contra el proyecto dietista y de vida sana infantil de Alberto Garzón, contra la subida de impuestos a las multinacionales, contra la reforma de la ley laboral, contra la nueva ley de vivienda, contra los supuestos intentos malvados del presidente Sánchez de politizar la justicia con la renovación del CGPJ, contra los intentos de frenar la avaricia y los juegos del cubilete y el garbanzo de las eléctricas y otros monopolios de facto… Todas ellas, por lo no visto, explosivas ideas salidas de matraces bolcheviques llenos de espirituosas pócimas marxistas-leninistas- estalinistas- separatistas- maduristas y nicaragüenses. 

Esa es desde luego la minuciosa doctrina oficial de la asilvestrada derechona nacional con querencias mixtas húngaras y polacas, una de las excepciones a las leyes de la ‘evolución de las especies’ de Darwin, elaborada por esos laboratorios de ideas salidas de un almirez oxidado donde se machacan trocitos de células cerebrales franquistas mezcladas con neuronas enloquecidas  de la extrema derecha europea… y criogenizadas pensando en el futuro para ir sacando un jugo alucinógeno que haga ver las peligrosas tentaciones comunistas de este gobierno. ¡Joder! 

Esta exclamación suele acompañar a unos ‘reenviados muchas veces’ y memes que me manda una amiga, típica ingenua desencantada que ha acabado comulgando con las ruedas de molino de VOX. “¡Joder!, que nos están destrozando el país…”, “joder, hay que hacer algo, que la gente se entere…”  

Lo primero: leer los periódicos serios. La clasificación de la seriedad es fácil de hacer: en primer lugar hay que contar los insultos/día. Quien menos insulte es más serio. Y a la inversa. Las ironías son otra cosa. En segundo lugar es clave detectar a tiempo los bulos fabricados con el riego por goteo de noticias falsas. Las redes sociales son como un vivero forestal en la selva: todo crece. Sobre todo la mala hierba. 

Hay una perfecta ‘trola circular’: un anónimo en redes publica una ‘fake’ de libro, un periódico digital lo cita como fuente, otro diario afín a la galaxia conservadora, y a sus agüeros negros, le da oxígeno… y otra vez el producto, ya envuelto en una aparente credibilidad, pero más falsa que el famoso desnudo de Rivera, en el que no se sabía si era chicha o limonada, vuelve a las coladas digitales en modo aspersión.

Veamos. La sentencia de la tercera parte del ‘caso Bárcenas’ considera probados todos los hechos denunciados, aunque haga alguna pirueta inexplicable, que según los habituales malpensados, que somos muchos, podría significar que a la vista de los hechos suficientemente probados y dado el amplio conocimiento público de los mismos – lo que es del ‘dominio público’ necesita menos carga de demostración o prueba, deduje de una sentencia del TC sobre libertades de expresión hace unos años- era imposible no entrar en el fondo, pero se podía orillar algún aspecto comprometido y enviar algunas señales en la dirección debida: por ejemplo, no se sabe, manda carallo, quien era el famoso M. Rajoy, y si ese apunte refleja una realidad o no. 

O, algo que enseguida se ha prestado a la sospecha: condenar a las acusaciones populares a pagar las costas de los abogados de los condenados por temeridad y mala fe… ¡Arrea! Al carajo el sentido común. En vez de proponerles para la Encomienda del Mérito Civil. Justo en este epicentro volcánico, que lleva años vomitando lava política, con piroclastos y cenizas que están destruyendo la imagen de la derecha de pose liberal, respetuosa de las leyes y devota de la Constitución, salta el escándalo de los dos candidatos del PP al Constitucional, pero sobre todo de uno. 

El caso de Enrique Arnaldo es ‘cum laude’ en arrogancia y desvergüenza. De él, y de quien lo propone, a quien la tan cacareada como poco respetada obligada ‘apariencia de neutralidad’ le parece una estúpida excentricidad. Asiduo colaborador de FAES,  ya me dirán si eso es serio en un candidato al TC, está salpicado por el ‘caso Lezo’: la Guardia Civil interceptó una conversación con Ignacio González. Etc.

Por su parte Concepción Espejel fue recusada en el ‘caso Gurtel’ y apartada por sus compañeros para evitar  que quedara en entredicho la muy necesaria apariencia de imparcialidad del tribunal que debía juzgar a la red de corrupción ligada al PP. Sus relaciones con los populares y en especial con María Dolores de Cospedal, eran sabidas. En 2009, por otro lado, emitió un voto particular contra la ley del aborto del Gobierno de Zapatero, a la que consideraba inconstitucional. El recurso del PP contra esa misma ley aún está pendiente de resolver….y la recusación estaría cantada hasta en gregoriano.

¿Esta es la despolitización de la justicia que Casado pregona en Europa? Ni siquiera se han guardado las formas. Es imposible que no existan jueces conservadores que  tengan una imagen de independencia además de acreditada dignidad, solvencia y magisterio profesional. Con este tipo de nombramientos, que es práctica común en la política española en los últimos años de ‘no renovación programada’, no puede combatirse la idea de que se están pagando favores o pidiendo agradecimientos. La balanza que tiene en sus manos la representación de la Justicia no tiene esa finalidad de mercado persa. 

No sé en qué estaría pensando yo cuando leí el domingo noche una noticia en el nuevo ‘El Periódico de España’ en su edición digital que me sorprendió: ‘Las ovejas toman las calles de Madrid en la Fiesta de la Trashumancia’. Sonreí. No se puede ser malpensado. Madrid es Madrid y está en Madrid. 

Pero los tiempos no son como para que Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso puedan  negar la evidencia de que, con frecuencia, quedan colgados de la brocha. Todo su discurso suena a karaoke del malo. 

Frente a la bajada indiscriminada de impuestos propugnada por el PP, y bandera de la lideres madrileña que quiere ser califa en lugar del califa,  versión femenina del traicionero visir Iznogud  de las historietas de Goscinny y Tabary, casi la totalidad de los países serios, o con gobernantes serios y responsables, han optado como el G-20, previo consenso en la OCDE, por por meterle un impuesto mínimo sobre beneficios del 15% a las multinacionales “contra los paraísos fiscales”. Ojo al dato. Del destrozo de la pandemia no se sale ni con cañas ni con coñas, sino con dinero público y con deuda. Y con mucho cuidado con los resbalones. 

Mientras tanto, Bruselas sigue considerando que la actual legislación laboral española ha producido una indeseable precariedad, lo que con otros factores ha aumentado peligrosamente la ‘brecha social’. Frente a esta realidad no es lo más sensato que el líder o colíder popular contraponga la flexibilidad laboral a la subida del salario mínimo… mientras siguen creciendo el empleo y las afiliaciones a la SS. 

La táctica de que quien sea, González en su día,  Zapatero en el suyo, Sánchez ahora o el siguiente socialista en Moncloa cuando toque, ‘enseñe los papeles de Bruselas’ está muy gastada como base de bulos conspirativos y riego de sospechas. Los comisarios UE concernidos no paran de aclarar lo ya aclarado. Pero muchos políticos solo leen sus propias declaraciones, y claro, se produce el típico fenómeno ‘rueda de ‘hámster’.

De todas formas este gobierno tiene un problema: los fuegos retóricos siempre se apagan como los fuegos de feria. Distraen un tiempo. Pero después solo queda el olor a pólvora. El radicalismo de ‘Podemos’ y de sus socios parlamentarios, esa ‘corte de los milagros’ nacida en la moción de censura, y la estrategia de Sánchez de esperar su momento de mando, suelen llegar sin embargo a un punto común europeo. ¿Derogación o reforma? Sea con las leyes laborales o con la de ‘mordaza’, palabra que no deja de ser una simplificación mitinera. Siempre gana la reforma desde aquellas discusiones maximalistas de ruptura o reforma. 

Dicho todo lo anterior, un consejo a navegantes, e incluso a altos magistrados de elevadas tarimas: lean más lo que dice la Constitución y menos las diarreas mentales y los favores doctrinales de ocasión. 

Porque ‘golpito’ a ‘golpito’ y jugando con la cosas serias se llega al precipicio golpista al menor descuido.