González, al rescate de Sánchez... ¿hasta mayo?

González, al rescate de Sánchez... ¿hasta mayo?

La irrupción de Felipe González en una semana de convulsión orgánica se ha interpretado por algunos como un claro alineamiento del ex presidente con el secretario general y una respuesta a quienes, desde el entorno de Zapatero -terminales mediáticas incluidas-, han maniobrado para que fracasara la operación Gabilondo y aumentara la inestabilidad en la dirección federal.

76 años ayer de la muerte de Antonio Machado y nada tan evocador como los últimos versos de "A un olmo seco" ("Mi corazón espera también hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera") para acercarnos al PSOE de Pedro Sánchez. Igual que el poeta se inspiró en aquél árbol centenario enfermo de grafiosis para encontrar un paralelo con la situación agónica de su esposa tuberculosa e hizo de él un canto a la esperanza, el secretario general de los socialistas bien podría haber encontrado en Ángel Gabilondo la ilusión para el renacer. O no.

Si hiciera caso de las encuestas, todo habría sido baldío. Porque la última, la de Metroscopia publicada ayer por El País, augura que el PSOE perdería 13 parlamentarios (de 36 a 23) y quedaría en el tablero detrás de Podemos, con 34 escaños, sólo cuatro menos que un PP hundido en sus expectativas al pasar del 52 al 28 por ciento de los votos. Y si, después de este viaje (el de la polémica lapidación de Tomás Gómez), el PSM pierde la segunda posición, todo acabará en desastre porque una vez apartado de la carrera el ya ex número uno de los socialistas madrileños el resultado en Madrid no se le imputará a Gabilondo, sino a quienes urdieron la "operación Gómez" con el inapelable argumento de que con él el hundimiento estaba asegurado.

Así que, como Machado, Pedro Sánchez también espera de mayo "otro milagro de la primavera". Y de producirse el prodigio sería de los sonados porque en el sondeo antes citado en intención de voto directo, el PSOE sería cuarta fuerza política, idéntica posición a la que se barruntan algunos para el Ayuntamiento de Madrid, aunque Metroscopia no haya publicado datos a este respecto.

Hasta mayo, pues, el flamante secretario general no cejará de preguntarse por qué no puede el PSOE florecer como lo hacen los olmos, si uno está carcomido por dentro y los otros casi derruidos ("Al olmo viejo, hendido por el rayo/ y en su mitad podrido/con las lluvias de abril y el sol de mayo/algunas hojas verdes le han salido). Se preguntará eso y pedirá auxilio, como ya ha pedido, por ejemplo a Felipe González. Cuentan que sólo así se explica la llamada del ex presidente desde las páginas de El País a que los socialistas superen la endogamia y antepongan los resultados electorales a la democracia interna. No es que el ex presidente, como la mayoría del Viejo Testamento, fuera alguna vez partidario de las primarias. No es eso. Nunca creyó en ellas, así que no escribió nada que no se supiera que pensara. Lo que ha sorprendido en las filas del PSOE ha sido el momento elegido para recordar su creencia, es decir en plena ofensiva interna contra Pedro Sánchez por haber pulverizado con la "operación Gómez" uno de los pocos signos de regeneración que había enganchado a una ciudadanía descreída de la política. Y haberlo hecho, como recuerda un buen conocedor de la fontanería socialista, en un momento de extrema debilidad interna de Sánchez por incumplir su palabra ante quienes hicieron posible su victoria en el congreso de julio: se comprometió con Susana Díaz, Tximo Puig y el propio Tomás Gómez a no hablar de primarias hasta después de las elecciones de mayo, y en el Comité Federal de septiembre se erigió en candidato a las mismas; prometió su apoyo al líder del PSM y se lo ha retirado de mala forma y mediante un procedimiento dudoso...

La irrupción, pues, de González en una semana de convulsión orgánica se ha interpretado por algunos como un claro alineamiento del ex presidente con el secretario general y una respuesta a quienes, desde el entorno de Zapatero -terminales mediáticas incluidas-, han maniobrado para que fracasara la operación Gabilondo y aumentara la inestabilidad en la dirección federal. Esto además de que, más allá de su deteriorada relación con Zapatero y su animadversión por Tomás Gómez, el ex presidente sea muy consciente de la complicada situación por la que atraviesa el PSOE, de la necesidad de frenar a Podemos y de que es momento de arrimar el hombro y no de contribuir al ruido interno. ¿Quiere decir esto decir que en la batalla por el liderazgo entre Sánchez y Díaz el otrora presidente haya tomado partido por el primero?

Hay versiones para todos los gustos. Quienes creen que, en efecto, González siempre ha tenido en la cabeza la idea de una gran coalición y que ante este escenario el secretario general sería más manejable que Susana Díaz. Y quienes, por el contrario, defienden que lo único que busca es ayudar al PSOE al margen de quién sea el candidato a las generales y que le agrade ser consultado y ayudar cuando se lo pidan, como en los últimos tiempos, y ante la falta de apoyos orgánicos, han hecho los inquilinos de Ferraz.

Todo ello sin olvidar, eso sí, que González fue determinante, como todo el mundo sabe, en la decisión de Susana Díaz el pasado junio de no cruzar Despeñaperros para asumir el liderazgo nacional. Hoy sigue pensando igual: que el tránsito a Madrid de la todopoderosa presidenta de Andalucía pone en riesgo el único fortín institucional que le queda al PSOE. De ahí que a quienes quieran escucharle estos días les diga: "Susana no vendrá".

Lo cierto es que nadie sabe con certeza si tras sus palabras hay un deseo personal o una contribución a la decidida estrategia de la presidenta de Andalucía de aislarse del debate interno hasta que pasen sus elecciones, y después decidir sobre su futuro y el del PSOE a nivel nacional. Lo que nadie duda, en todo caso, es que si los socialistas andaluces el 22 de marzo rozan el 40 por ciento de los votos y frenan el ascenso de Podemos y, después, el PSOE se estrella en las autonómicas de mayo, todo el mundo mirará a Susana Díaz para la reconstrucción del partido. Ella de momento calla en público, pero se mueve entre bambalinas. Y a la espera de su decisión, ahí están al quite siempre, Carme Chacón y sus "mariachis", trabajando con la posibilidad de que Díaz no venga para que la catalana vuelva a dar el salto. Nada tan cansino y tan fuera de la realidad que conjugar el verbo "chaconear" en un PSOE tan seguro de que si la lidia fuera entre Sánchez y la catalana, el secretario general barrería en unas primarias. Roma y el socialismo no pagan traidores, y la que fue ministra de Defensa tiene un largo historial de deslealtades.

En Ferraz, en todo caso, dan por hecho que van a la confrontación en unas primarias y que Susana Díaz vendrá a Madrid a disputar el liderazgo. Esta semana alguien de la dirección federal verbalizó que el secretario general está preparado para la batalla, que utilizará la munición que haga falta contra sus adversarios y que, contra todo pronóstico, él está convencido de su victoria. "¡Y cuidado porque entre la militancia tiene predicamento, puede funcionarle la estrategia victimista del que es atacado por los cuadros orgánicos y cuenta con importantes apoyos mediáticos!", avisa un buen conocedor de los entresijos orgánicos.

La pregunta del millón es si los que, como González, hoy defienden a Sánchez mantendrán ese aval después de las elecciones de mayo o virarán hacia Díaz, después de que no haya milagro en primavera y entonces, como Machado, se detengan en el lacerante realismo: "Ejército de hormigas en hilera/ va trepando por él, y en sus entrañas/ urden sus telas grises las arañas".