Gracias, Pablo Iglesias

Gracias, Pablo Iglesias

El proyecto de Podemos, al menos con Iglesias como líder, está finiquitado.

CarmenaGTRES

Dos Pablos, Casado e Iglesias, se lo jugaban todo este 26-M. La duda que quedaba por despejar era si saldrían malparados o moribundos. Lo que es la vida: el que tenía todas las papeletas para presentar esta noche su dimisión, Pablo Casado, ha conseguido una victoria clave en Madrid —Ayuntamiento y Comunidad— que da oxígeno a un PP en caída libre. Si se contempla de una forma global, las elecciones del 26-M han sido pésimas para los populares, inauditas, lamentables. Sólo el hasta cierto punto inesperado salvavidas de Madrid mantiene a Casado muy tocado, pero con aliento.

Mucho más desastrosa ha sido la jugada del otro Pablo, Iglesias. Si la intención era ‘matar a la madre’, el resultado ha sido inmejorable. Su pertinaz estrategia de dividir a la izquierda ha puesto en bandeja el Ayuntamiento de Madrid y la Comunidad al PP a la derecha y a la extrema derecha. Iglesias ‘mata’ a Carmena y a Errejón a cambio de que PP, Ciudadanos y Vox (piénselo bien, Vox) se hagan con el bastón de mando en Madrid.

Otra muesca más que sumar al currículum de Iglesias: ya es el segundo gobierno de izquierdas que dinamita tras su histórico error de negarse a apoyar a Pedro Sánchez en la investidura de 2016. El personalismo por encima de la ideología. Sánchez Mato, su candidato, ni siquiera ha llegado al 3% de los votos —se requiere un mínimo del 5% para entrar en el Ayuntamiento— , lo que además de humillante lamina la esperanzas de que Carmena culmine su gestión en Madrid. Como ha escrito la novelista y periodista Rosa Montero: “Somos unos gilipollas”.

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Que Errejón haya casi triplicado al candidato de Podemos en la Comunidad de Madrid no sólo debería llevar a la reflexión —a la dimisión— a Pablo Iglesias. Es que además Podemos ha perdido casi un tercio de los escaños en la Comunidad de Madrid respecto a las últimas elecciones. La guinda: Podemos no ha ganado nada, sólo pierde, en el ámbito autonómico y europeo, del que queda relegado a un discretísimo cuarto puesto. La negativa de Iglesias a comparecer en rueda de prensa después del colosal fracaso es algo que, sencillamente, no se merecen ni sus militantes ni sus votantes. 

Si Pablo Iglesias había leído estas elecciones en clave nacional como medio de presión en las negociaciones de un futuro gobierno de Pedro Sánchez, la jugada no le podría haber salido peor. Iglesias cuenta ahora con fuerza para exigir una secretaría de Estado, y gracias. La fortaleza de su formación no da para más. El proyecto, al menos con él como líder, está finiquitado. De la esperanza a la desesperanza en cinco cómodos años.

  5ceb2d632500003300dbbf63Rafael Marchante / Reuters

Valgan unos datos: Podemos desaparece en dos de las 12 comunidades autónomas que han celebrado este domingo elecciones —Cantabria y Castilla-La Mancha— y se deja multitud de diputados en buena parte del resto de autonomías: en Castilla y León pasa de 10 a 1 escaño; en Murcia, de 6 a 2; en Aragón, de 14 a 5; en Navarra, de 7 a 2; o en Canarias, de 7 a 4; de las siete ‘ciudades del cambio’, Podemos sólo mantiene presencia municipal en Cádiz, con José María González ‘Kichi’, y en Valencia. Ni siquiera retiene a Colau en Barcelona. En las elecciones europeas, Unidas Podemos Cambiar Europa ha sumado 2,24 millones de votos y 6 escaños, lejos de los 11 que lograron en las elecciones de hace cinco años Podemos e Izquierda Unida.

Porque siendo malos como son, el fiasco de Podemos se engrandece por la victoria ajena. Enfrente tiene al PSOE, gran vencedor de las elecciones europeas, autonómicas y municipales y al que hace dos años Iglesias aspiraba a superar en votos. España es hoy socialista y las elecciones han consolidado a Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. Ese Pedro Sánchez que recorrió en coche las agrupaciones socialistas para convertirse en secretario general del PSOE, que cayó laminado por los barones de su partido alentados por la omnívora Susana Díaz y que resurgió con la suficiente fuerza como para conseguir lo inimaginable —ganar la primera moción de censura en la historia de la democracia española— hasta imponerse en las elecciones generales, ha reforzado su liderazgo hasta límites inimaginables. El que antaño era considerado destructor de la izquierda se ha erigido ahora en su mayor representante no sólo en España, sino en Europa.

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La victoria socialista es inapelable: diez de las doce autonomías que andaban en juego son ahora de color rojo, miles de ayuntamientos serán suyos y es, junto con Países Bajos y Portugal, uno de los únicos partidos socialistas que ganan en las elecciones europeas. Sánchez no sale reforzado: sale inmenso pese al fiasco en Madrid.

Tampoco Ciudadanos puede sentirse satisfecho con el 26-M. El sorpasso al PP es ya una entelequia y su papel queda relegado al de muleta de partidos que pueden configurar gobiernos. No da para más. El PP ha tocado suelo y, ni con esas, los de Rivera han llegado a representar una amenaza seria a los conservadores. El futuro que se dibuja en Ciudadanos no puede virar más a la derecha. Que el émulo de Macron limite su estrategia de crecimiento político a pactar con la ultraderecha es cuando menos digno de carcajada si no fuera algo tan serio. Ciudadanos ha conseguido 2.789 concejales, 1.263 ediles más que en 2014. Bien es cierto que hace cuatro años se presentó en 860 municipios,y este domingo en 2.148. En el ámbito autonómico, logra entrar en las 10 comunidades autónomas que han celebrado elecciones —ya tiene representación en todas las regiones de España, salvo en Galicia y País Vasco— y es clave para formar gobierno en Castilla y Léon, Murcia, Comunidad de Madrid y Aragón.

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Nada comparado con el PP. Pese a que Pablo Casado haya salido al balcón de Génova 13 mostrando la más amplia de sus sonrisas, el batacazo es tan descomunal que debería llevale, por responsabilidad, a tirar la toalla y dejar paso a un líder que no se eche en brazos de la ultraderecha de Vox. Por respeto a la historia de su partido, la victoria —pírrica— en Madrid no evita que este 26-M represente una enmienda a la totalidad a su política, sustentada en el insulto, el ataque y la confrontación. Demostrado queda que no le hace ningún bien a su formación. Contemple Casado el mapa de España hoy y hace cuatro años y tal vez esa pletórica sonrisa se le quede congelada hasta convertirse en mueca de derrota.

Vox, por su parte, se consolida como partido que forma parte ya del mapa político español aunque, visto lo visto, es un incordio más que una amenaza real. Su reconquista se queda, por el momento, en pinchazo, Bien está así.

El foco debe ponerse ahora en Europa, donde los triunfos de la ultraderecha en Francia, Hungría e Italia espolean al eje Salvini. Porque hoy no se trataba de España, sino también (y sobre todo), de Europa. Y el resultado no es precisamente alentador. Macron y Merkel, los dos motores de Europa, se gripan y sólo España salva la cara, lo que debería aprovechar para ganar peso institucional. 

Tsipras, el primer ministro griego y referente ideológico de Pablo Iglesias, ha adelantado elecciones tras el fracaso en los comicios europeos. A las derrotas se les mira a la cara. Hoy Iglesias ha preferido huir amargando lo que debería haber sido un éxito rotundo de la izquierda. No, no se puede.