Hamma Ali, un embajador del desierto
“Creo que quienes van ganando somos nosotros, básicamente porque no tenemos nada que perder”.
A principios de los 2000 y durante tres veranos, mi familia participó en los programas de “Vacaciones en paz” de una asociación de amigos del Sáhara en Andalucía. Estos programas, para quienes no los conozcan, son elaborados por asociaciones pro-saharauis en distintos puntos de nuestro país. Sus fines son diversos: alejar temporalmente a niños y niñas saharauis del conflicto, evitar los 60º grados que puede llegar a registrar el termómetro en el desierto, darles cobertura sanitaria de distintos tipos, conocer otras realidades culturales y sociales e incluso el aprendizaje y refuerzo de la lengua española.
Un niño de unos 8 años llamado Hamma Ali aterrizó por primera vez en España en 2003, en el aeropuerto de Málaga. El aterrizaje del embajador del desierto coincidía con el Plan Baker II, un nuevo intento para resolver el conflicto en el que se establecía un periodo de autonomía del Sáhara Occidental dentro del Reino de Marruecos de entre cuatro y cinco años, tras el cual se celebraría el referéndum de autodeterminación. Lustros después, la resolución 1.495 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas del 31 de julio de 2003 sigue siendo papel mojado.
Hamma, o Jama -que era también cómo le llamábamos desde nuestra más profunda ignorancia del árabe-, fue nuestro hermano, primo y amigo. Yo también era pequeña y desconocía los detalles de lo que implicaba que un niño saharaui viniera a pasar las vacaciones. ¿Cuáles eran esas implicaciones en términos políticos? La última vez que vi a Hamma terminaba de estudiar 6º de primaria en Jaén, un curso que pudo quedarse en casa y que significaba el fin de sus posibilidades de volver a España, ya que tenía limitadas las visitas hasta un total de cinco veces.
Perdí -perdimos- la pista a Hamma. Pasaron los años y él era un recuerdo. Pero años más tarde, Hamma volvió aparecer en mi vida gracias a las redes sociales. El pequeño amante de Messi ya no era tan pequeño; era un joven alto y fuerte, estudiante de matemáticas en Argelia. La información que intercambiábamos era a cuentagotas, pero sí se podía intuir que estaba iniciando su militancia al ver sus fotos vestido de militar en las redes. Los años que nos separaron también separaron nuestra confianza, por lo que adivinamos que Hamma estaba entrenando bajo las filas del Frente Polisario, en alguna hamada.
Volvió a pasar el tiempo y Hamma apareció en España; me contó que había venido a la península para solicitar el estatuto de apátrida. Un apátrida es una persona que ningún estado considera como nacional suyo de conformidad con su legislación. Es decir, una persona sin un pasaporte que lo sienta suyo.
Estos meses nos escribíamos y le pedí que me contara qué estaba ocurriendo en Guerguerat, cuando el ejército marroquí atacó el pasado 13 de noviembre a un grupo de manifestantes saharauis.
Escribo a Hamma por Instagram y le pido permiso para hacerle una pequeña entrevista. Este es solamente un pequeño testimonio de los miles de saharauis que pelean por la autodeterminación del Sáhara:
Le devuelvo la entrevista para que vea mis modificaciones de su español. Me dice que todo está bien. A las horas, le pido una foto suya de pequeño en Tinduf y me dice que no tiene. Claro, qué boba soy. También me dice que justo ese día, miércoles 9 de diciembre, le han concedido el estatus de apátrida. ¡Qué alegría!, le digo. “Tampoco tanta…”, contesta.
Y es que, más que alegría por poder obtener un estatus que reconoce que no tienes ningún estatus territorial, es desolador ver cuántas personas se ven obligadas a solicitar esta no clase social.
Según los datos de 2019 del Ministerio del Interior, el año pasado se redujo en un 11% el número de solicitantes de reconocimiento del estatuto de apátrida, con 1.691 solicitudes frente a las 1.900 registradas el año anterior. La Oficina de Asilo y Refugio, que es la que recopila estos datos, subrayaba que en torno a un 62% habían sido presentadas por hombres mientras que un casi 38% eran mujeres. De estas 1.691 solicitudes, el país de origen del 94,26% de los solicitantes es el Sáhara, un país no reconocido aún a ojos del Gobierno de España.
Es por ello que les invito a unirse a apoyar al pueblo saharaui. El compromiso de las personas que defendemos los derechos humanos es firme: la guerra debe detenerse. Es necesario que de una vez por todas se cumplan las resoluciones de Naciones Unidas, para alcanzar una solución definitiva, para que se haga justicia a aquellas mujeres y hombres saharauis que murieron por su pueblo y que nunca vieron un estado propio, libre y con posibilidad de elegir su propio destino. Pero no solamente por los que murieron o por los que puedan morir, sino por todas aquellas personas que ni siquiera tienen acceso a los recursos más básicos para vivir -por no mencionar de nuevo la identidad territorial-.
Parar la guerra y hacer un referéndum, para que no solamente las estrellas, sino también la tierra, sea de todos esos Hamas y esas Fatimetus.