Hay que aplanar la curva del cambio climático o iremos a peor

Hay que aplanar la curva del cambio climático o iremos a peor

La curva que es urgente aplanar, junto a la de la pandemia, es la de las concentraciones de CO2 en la atmósfera.

.Observatorio Sostenibilidad

Por Fernando Prieto, del Observatorio Sostenibilidad, y Jonathan Gómez Cantero, de El Tiempo de Castilla-La Mancha Media: 

Falta mucho para que esté controlada la tragedia del coronavirus, y todo apunta a que aún, tristemente, tiene que extenderse mucho más y por países con menos recursos. Sería interesante que, de esta lección recibida, con miles de muertos y una tercera parte de la humanidad encerrada, saliésemos con algunos aprendizajes.

Hay que prepararse ya para la próxima, necesitamos una sociedad más segura y con más medios en sanidad. Por otra parte, descubrimos que estamos todos en el mismo barco, chinos, italianos, americanos, ricos, pobres, altos, bajos... y las acciones deben de ser coordinadas entre todos los países. Además, es clave seguir a la ciencia. Las decisiones tienen que basarse en los mejores expertos y en la mejor ciencia disponible. También debemos notar que la destrucción de la naturaleza ha estado en el origen de la crisis y que debemos restaurar y conservar esa biodiversidad. 

Tenemos que darnos cuenta de que la importancia de la acción temprana produce menos pérdidas que si no actuamos y queremos hacerlo cuando el problema está encima. Estas ideas aplicables a la lucha contra el Covid-19 son aplicables a la emergencia climática, con la diferencia de que en uno de los casos fueron semanas de inacción en todo el mundo y contra la emergencia climática ya acumulamos varios decenios sin hacer nada. El tiempo se acaba y cada minuto es aún más caro el solucionarlo.

La curva que es urgente aplanar, junto a la de la pandemia, es la de las concentraciones de CO2 en la atmósfera. Esta curva se mide día a día en concentraciones de partes por millón de en la atmósfera en diversos observatorios meteorológicos en todo el mundo. El que inició las medias en Hawái, en Mauna Loa, tiene datos desde 1958. Se denomina la curva de Keeling en honor al científico que tuvo la idea de medirlo y lo hizo durante muchos años, sobre todo al principio, él personalmente con medidas cada 3 horas. 

En marzo de ese año la concentración de CO2 era de 315,7 partes por millón, y en el mes de marzo de 2020 (publicado el 6 de abril) de 415. Este aumento está determinado por las emisiones de gases de efecto invernadero por parte de la humanidad, sobre todo las de quema de combustibles fósiles.

La curva que es urgente aplanar, junto a la de la pandemia, es la de las concentraciones de CO2 en la atmósfera.

Las emisiones de gases de efecto invernadero han aumentado desde esa fecha de unas 8 gigatoneladas (Gt) a un total de unas casi 39 Gt en 2019, es decir: se han multiplicado casi por cinco las emisiones y esto se nota en el aumento de las temperaturas globales, apuntando ya algunos estudios, un aumento medio de 1,1ºC desde la época preindustrial.

Debido al aumento de las temperaturas también están aumentando los fenómenos meteorológicos extremos. Hemos visto el nivel del mar subir aproximadamente un pie en los últimos 120 años y las temperaturas subieron alrededor de 1°C a nivel mundial. El hielo marino del Ártico ha disminuido un 13,4% por década desde la década de 1970, el calor extremo se ha vuelto más común y los océanos se dirigen a sus niveles más ácidos en millones de años. Recientemente, el calor ha  blanqueado los corales y el calentamiento global ha contribuido de diversas maneras a eventos extremos en todo el mundo que se han cobrado miles de víctimas.

La pregunta que nos hemos hecho los investigadores sobre cambio climático ha sido. ¿Puede tener la tragedia del Covid-19 efectos duraderos sobre el clima de la Tierra? Y la consulta ha sido analizar los registros históricos de crisis enormes de la economía y ver que repercusión han tenido primero sobre las emisiones totales y luego sobre esos registros de la curva de Keeling. La respuesta es un tanto decepcionante, analizando las grandes crisis económicas desde la crisis del petróleo del 73, la crisis de deuda latinoamericana, la caída de la URSS o al reciente crisis financiera de Lehman Brotherss de 2008… las reducciones de emisiones de gases de efecto invernadero han sido puntuales y no han sido estructurales, es decir: se ha producido un descenso en esas graves crisis, pero rápidamente hemos vuelto a tomar la senda del aumento de las emisiones.

Las últimas estimaciones de la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero con esta crisis, aunque todavía existen muchas incertidumbres sobre el comportamiento de la economía en EEUU, Latinoamérica, o incluso posibles rebrotes en Asia, apuntan a una reducción de las emisiones de gases efecto invernadero de un 5% durante el 2020, es decir, la reducción de las emisiones de este año en las emisiones globales de CO2 no van a tener una repercusión directa y rápida sobre las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera. Se necesitan medidas estructurales a medio y largo plazo con reducciones del orden de un 7% anuales para que tengan repercusión en estas concentraciones y posteriormente en el clima.

Igual que con el Covid-19, hay que “aplanar la curva”, en este caso hay que aplanar la de las emisiones y así, la de las temperaturas.

La siguiente pregunta es ¿qué hacer? ¿cómo conseguir esa reducción de las emisiones del 7% por ciento anual? En primer lugar, las estimaciones del Observatorio de Sostenibilidad para el año 2019 señalan que España ya ha reducido casi ese porcentaje (un 6%) en el año 2019 solo quitando el carbón de la parrilla de las tecnologías de producción de electricidad. Segundo, tenemos una oportunidad histórica para que el rebote que se produzca en la economía sea un rebote verde que se base en la descarbonización, en las nuevas tecnologías, en las energías renovables, en la instalación del primer millón de tejados solares, en el transporte de mercancías por ferrocarril, en el transporte que no este basado en combustibles fósiles, en la biodiversidad y la restauración ecológica... este es el camino para aplastar la curva del clima.

La última lección aprendida de la lucha contra el Covid-19, y quizás la más importante, es que somos capaces de actuar, ante una crisis extrema podemos ser capaces de ponernos de acuerdo por un futuro común.

Igual que con el Covid-19, hay que “aplanar la curva”, en este caso hay que aplanar la de las emisiones y así, la de las temperaturas. Los “niveles alarmantes de inacción” contra la emergencia climática están devastando ya el planeta, produciendo miles de muertos y millones de desplazados, por sequías, inundaciones, incendios… Hay que actuar rápido, de forma urgente. Muchos glaciares que hoy se están fundiendo podrían contener virus del pasado que incluso podrían ser capaces de generar nuevas pandemias.

Toda la humanidad desea que la crisis sanitaria del coronavirus acabe muy pronto, pero tenemos que seguir luchando contra la crisis climática que podría ser incluso peor.