Iberia desencontrada, entre Saramago y Antunes

Iberia desencontrada, entre Saramago y Antunes

Coincido con ambos en que es una lástima que todos los ibéricos no vivamos en la misma Iberia.

Imagen de satélite de la península Ibérica. NicoElNino via Getty Images

-Quizá el éxito no sea más que un fracaso que llega más tarde.

Cosas de Antonio Lobo Antunes cuando le preguntan por ese Premio Nobel siempre aplazado. La historia entreverada de un desencuentro con los premios,

-¿Qué más puedo desear? Lo único que me importa de los premios es el dinero, cada vez que me llaman diciendo que he ganado uno, lo primero que pregunto es: ¿Cuánto?

Y con aquel otro portugués que sí viajó a Estocolmo, José Saramago. Aunque ahora las críticas se centran mucho más en los premios que en Saramago. Cosas de quien ha recibido la visita de la muerte y ha visto morir al adversario, 

-La grandeza de un pueblo se mide por la grandeza de sus enemigos.

Los indios americanos sabían bien que cuando desaparece el enemigo, también tú emprendes el camino hacia el Gran Espíritu, que todo lo abarca.

Enemistades que nunca se sabe bien de dónde vienen. Un día entrevistan a José en un programa humorístico, tipo Wyoming, Buenafuente, Broncano, y al acabar, el presentador le ofrece un regalo, una novela de Antonio. La rechaza, los medios se hacen eco. Nunca se llevaron demasiado bien, pero a partir de este momento Lobo Antunes no perdía ocasión:

-Saramago es una mierda.

Desde Nueva York, un periodista, le pregunta su opinión, como famoso escritor portugués, sobre la concesión del Nobel a Saramago. Al otro lado de la línea, no se oye nada, la conexión va fatal, el lisboeta cuelga el teléfono. Tampoco el del Alentejo se queda corto si la pregunta es sobre Antunes. Indiferencia, silencio, no conozco su obra, jamás la leeré. Cosas así. 

Cosas que la muerte matiza, difumina. Ahora Antonio habla menos de José y se vuelca en los premios.

-Que se joda el Nobel, no me venga a hablar de ese premio. Los premios no mejoran los libros. 

Más allá de las anécdotas, la bronca, el desencuentro personal, es cierto que hay otros motivos personales y literarios, como los hubo entre Góngora y Quevedo en el barrio de las Letras. Siempre hay algo más profundo en estas cosas. Los seres humanos siempre somos complejos. Saramago venía del mundo pobre y campesino del Ribatejo. Lobo Antunes era lisboeta, urbano, médico, combatiente durante cuatro años en la guerra de Angola.

Saramago es un maravilloso cuentacuentos, Lobo Antunes un creador y destructor de mundos.

Saramago tiene una idea, algo que contar y, como en la mejor de las culturas orales, encadena palabras, construye un mundo que camina hacia un destino, construye ríos caudalosos y desiertos desencadenados, caminos largos, utopías, distopías, mirando al frente, siempre adelante (siempre a la izquierda, decía el pequeño cartel en casa de mi tío).

Hay quien dice que así, todo seguido, Saramago es difícil de leer, pero sus mundos son como cuentos antiguos a la luz y el calor de la hoguera, en el campo, en la cocina-comedor-habitación, tipo loft, pero entonces choza, cabaña, barraca, chamizo. Cada libro es una aventura reconfortante.

Lobo Antunes no tiene una idea.

-Cuando escribo mis libros es como si encontrara en la calle un botón y, a partir de ese botón me dedicara a recomponer el abrigo al que perteneció. Un libro no se hace con ideas y desconfío de los que dicen que tienen una buena idea para un libro.

Rompe la novela, es un decir, la fragmenta, multiplica las voces, y esas voces repetitivas, obsesivas, provenientes del inconsciente, o del pasado, construyen un mundo opresivo, desconocido, duro, inquietante, tierno, humano, compasivo también. No hay destino decidido. Vida desencadenada, muerte omnipresente, alegría efímera. Cada libro es una enfermedad, o cuando menos una convalecencia.

Dos estilos, dos maneras, dos formas. Distintos, alejados, irreconciliables. Saramago es un maravilloso cuentacuentos, Lobo Antunes un creador y destructor de mundos. Sin embargo son el mismo Portugal, la misma dictadura salazarista, la tortura, las mismas guerras coloniales y sus consecuencias, las mismas obsesiones y trastornos personales y sociales.

Los dos, cada cual a su manera, transitan los mismos paisajes y llegan a los mismos parajes. Sus conclusiones no difieren mucho. Saramago recibió tremendas críticas en Lisboa, al explicar su Iberia,

-Portugal acabará por integrarse en España. No se dejaría de hablar, pensar y sentir en portugués. No seríamos gobernados por españoles, habría representantes de los partidos de ambos países en el Parlamento único con todas las fuerzas políticas de Iberia.

Por otros caminos, Lobo Antunes.

-Sé que algunos catalanes quieren la independencia, aunque yo no tuve nunca sentimientos nacionalistas porque se pagan muy caros. Los catalanes me gustan mucho. Son muy parecidos a los portugueses y su idioma se lee sin dificultad. De hecho no consigo descubrir muchas diferencias entre la gente de la península, somos la misma cosa, tenemos la misma manera de reaccionar... aunque se come mejor en Cataluña que en Portugal. Es una lástima que no seamos el mismo país todos los ibéricos.

Coincido con ambos en que es una lástima que todos los ibéricos no vivamos en la misma Iberia.

Fui mucho de leer al primer Saramago, comenzando por su Historia del cerco  de Lisboa, pero también me atrapan los mundos de voces plurales de Lobo Antunes. Coincido con ambos en que es una lástima que todos los ibéricos no vivamos en la misma Iberia. Dice Antunes que, de militar en algún partido lo haría en uno anarquista moderado. También coincido.

Lástima que, empecinados como andamos en nuestro propio mundo de desencuentros no escuchemos a estos dos escritores portugueses, a los que añadiría un tercero nacido hace 400 años, Luís de Camoes (no veo en mi teclado el acento que debe llevar la e de Camoes, algo que habrá que corregir en los nuevos teclados ibéricos). Corto y pego, Camões,

-Hablad de castellanos y de portugueses, porque españoles somos todos.

No será, seguro que no será, pero podría ser, debería ser posible. Ningún desencuentro explica, ni mucho menos justifica tanto desencuentro, tanto desatino.

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