Iñaki Egaña, califato independiente

Iñaki Egaña, califato independiente

Ahora, más de tres décadas después, ha retomado esa música para crear Izaro.

Iñaki Egaña. 

Después de dedicar toda su vida al rock y al pop, el bajista Iñaki Egaña decidió marcharse a vivir a Jerez de la Frontera para apoyar a su hijo Lander, que quería ser cantaor flamenco. En la ciudad andaluza estuvieron hasta 2017. Lander, cuyo nombre artístico en Maizenita, no ha renunciado a su vocación aunque ahora tiene otros horizontes profesionales en una empresa de telecomunicaciones.

Egaña, por su parte, sigue componiendo y toca de vez en cuando con amigos. En cierta medida, fue así como se inició en la música. En las reuniones familiares, sus aitas cantaban y los hermanos tocaban el piano, pero a él le apasionaban los Beatles y la guitarra. Terminó por decantarse por el bajo y no tardó en formar parte de un grupo, Los Tañidores, apadrinado por el periodista José María Íñigo.

“Con diecisiete años, se me quedó corto Bilbao. Cogí el bajo y me fui para Madrid. En un principio acompañaba a algunos cantantes y tocaba en salas de fiestas. Toqué con una orquesta que se llamaba Francoeti, y acompañé a un cantante, Paul King, un inglés afincado en España que grababa para Columbia. Luego conocí a Julián Granados y Johnny Galvao, de Os duques, una orquesta portuguesa, y nos ofrecieron formar un grupo, Combination 5. Cuando firmamos con Acción, la compañía de la Cadena SER, cambiamos el nombre a Los Buenos”.

El productor de los tres discos que grabaría, el argentino Adolfo Waitzmann, decide trabajar con ellos en los muchos encargos de bandas sonoras que tiene en esa época. Los Buenos no sólo aparecerán en los créditos de Pecados conyugales o Una vez al año, ser hippy no hace daño sino que se codearán con actores de moda, como Conchita Velasco, Tony Leblanc o Manolo Gómez Bur. Un cineasta joven, Iván Zulueta, prepara una película que con el tiempo será un incono de la cultura pop en España, Un, dos, tres, al escondite inglés (1969).

“Me doblaron la voz, yo no me reconozco. Lo he descubierto después de mucho tiempo cuando he visto la película en vídeo. Aquella fue una época muy buena. Durante el día ensayábamos y por la noche íbamos a la discotecas, a J.J., a Picadilly, a escuchar a los grupos que venían de fuera. Empaparte de música, esa era nuestra vida entonces. Y, por supuesto, hacer galas. Con Los Buenos tocamos en muchos sitios“.

A punto de incorporarse al servicio militar, el batería Fernando Arbex lo llama para hacerle una prueba. Está montando una banda, Alacrán, y piensa en la voz de Egaña como solista. De esa experiencia, surge otra formación, Barrabás, cuyos discos alcanzan el éxito en varios países. Sin embargo, en mayo de 1972 una visita de la policía franquista a la casa de Iñaki frenará en seco su carrera. Junto a Miguel Ríos y dos componentes de Los Payos, es conducido a los temidos calabozos de la Dirección General de Seguridad, en la Puerta del Sol madrileña.

“Me metieron setenta y cinco días en Carabanchel. Simplemente por admitir que había fumado hachís. Fue la época en la que la revista Mundo Joven tituló: ‘Miguel Ríos, Iñaki Egaña y Los Payos, en contra de la música pop’. Alguien tuvo que denunciarme aunque en aquella época la policía podía detenerte el tiempo que hiciera falta. Me aplicaron la Ley de vagos y maleantes. Fue un shock. Para colmo, algo y me encuentro sin grupo y sin trabajo. Estaba mal visto haber ido pasado por la cárcel, aunque me hubieran condenado por mis propias declaraciones. En Barrabás, incluido Fernando, pensaron que podía perjudicarles y prefirieron buscarse un nuevo cantante”.

Miguel Ríos cantará poco después una canción de Egaña, La maraña, que evoca la experiencia vivida y con la que cerrará su etapa en la discográfica Hispavox. El bajista se reencontrará con Juan Pardo, al que había conocido en Los Brincos, que le produce un disco en solitario, Karma. Su horizonte profesional, sin embargo, estaba al sur. Junto a Kiko Guerrero, Manuel Mantero y Manuel Rodríguez en 1976 forma Imán, al que en seguida se coloca un segundo nombre Califato Indpendiente

“Fíjate, dos sevillanos, un jerezano y uno de Bilbao. Bautizamos nuestro estilo como rock sinfónico andaluz. Tocamos en muchos sitios, hicimos giras. Era una banda con mucho prestigio, transmitía mucha energía. Ese era su secreto. Lo que se grabó procedía de las improvisaciones que habían surgido durante las actuaciones“.

En los ochenta, los nombres de Barrabás y Juan Pardo vuelven a cruzarse en la vida de Iñaki Egaña. En 1983 graba Prohibido, uno de los últimos discos del grupo, con José María Moll y Miguel Morales. Pardo lo incorpora como bajista a sus exitosas giras por España y América. Todavía siguen siendo amigos. Por esos mismos años, Ana Belén, que acaba de tener a su hijo, graba la Canción para David, que compone Egaña con una letra de Víctor Manuel. Ahora, más de tres décadas después, ha retomado esa música para crear Izaro, en homenaje a su primera nieta.

“Básicamente, la música ha sido mi vida. He estado columpiándome en ella. Sigo cerca, porque no se ha alejado de mí. Compongo, sigo tocando con gente. Si tuviera que elegir una canción, me quedaría con las últimas. Son más completas“.

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Miguel Fernández (Granada, 1962) ejerce el periodismo desde hace más de treinta y cinco años. Con 'Yestergay' (2003), obtuvo el Premio Odisea de novela. Patricio Población, el protagonista de esta historia, reaparecería en Nunca le cuentes nada a nadie (2005). Es también autor de 'La vida es el precio, el libro de memorias de Amparo Muñoz', de las colecciones de relatos 'Trátame bien' (2000), 'La pereza de los días' (2005) y 'Todas las promesas de mi amor se irán contigo', y de distintos libros de gastronomía, como 'Buen provecho' (1999) o '¿A qué sabe el amor?' (2007).