Infancia 1983

Infancia 1983

"Me he convertido en un equilibrista caminando en cada página entre la realidad y la ficción".

'Pan con hormigas'.Cortesía de Jorge Todolí

Volver a la infancia que uno ha vivido a priori parece decepcionante por el tiempo que ha transcurrido. Pero no siempre es así, sobre todo si conseguimos ser felices bajo ese paraguas mágico que protege al niño, a medio camino entre la inocencia y la ingenuidad.

De la infancia, contrariamente a muchos amigos, guardo recuerdos con una memoria de campo, es decir, me veo dentro de mí mismo en cada uno de ellos. Y a veces me encuentro con secuencias en movimiento como en una película, cuando regreso a los primeros recuerdos de infancia que son los más vívidos de mi biblioteca del largo plazo.

Pero existe un truco y es que todos los recuerdos, sobre todo los de este tipo, el cerebro siempre los trabaja como una interpretación de la realidad. Así que, al sentarme a escribir la novela que acabo de terminar, Pan con Hormigas, sin fotografías ni testimonios de mi paso por el último curso de preescolar, me he convertido en un equilibrista caminando en cada página entre la realidad y la ficción. Como suele suceder.

A principios de los ochenta, los españoles venían de una larga dictadura (recordemos que Franco había muerto un 20-N de 1975 en la cama) y en general había ganas de aperturismo en todos los sentidos. Básicamente había mucho por hacer y poco tiempo que perder.

El libro se centra en el último curso de preescolar (1983-1984), un año en el que descubrí lo que era la amistad y sentía algo por una chica sin saber muy bien lo que era el amor. A esta niña (hoy mujer y espero que feliz), me atreví a pedirle matrimonio bajo el pino que nos cobijaba en el patio de arena: “Martita, cuando seamos mayores y tengamos quince años nos casamos, ¿vale?”, me aventuré a decirle de manera improvisada. Después de esta proposición, lo mejor en mi vida estaba por venir.

Durante este año pasaron cosas, unas buenas como el nacimiento de la primera bebé in vitro o el mítico 12-1 del España a Malta. Y otras no tanto, como los dos accidentes de avión en Barajas casi seguidos y el incendio que acabó en tragedia en la discoteca Alcalá 20. 1983 tuvo un final de año triste, además porque ETA tampoco lo estaba poniendo fácil. Mató ese año a más de cuarenta personas.

La vida vista desde un metro y diez centímetros con poco más de cinco años era divertida. Llevaba un cinturón de Naranjito, construía presas con mis amigos en el patio del colegio, visitamos a los bomberos y todas las tardes, con la merienda en las piernas, nos esperaba en la televisión Barrio Sésamo con un erizo desnudo que hizo felices a varias generaciones de niños.

José Luis Balbín, que desgraciadamente acaba de fallecer hace unas semanas, fumaba pipa igual que muchos de nuestros padres en el salón de casa, mientras presentaba La Clave. Era un programa de debate que, visto hoy, sólo encajaba en aquella época en la que la generación de nuestros padres mostraron un interés por la cultura como nunca más se ha visto.

Tierno Galván dirigía el timón desde la alcaldía de Madrid (si levantara hoy la cabeza) y daba alas a un mundo cultural en la ciudad que dejó una huella imborrable. La famosa Movida se libraba en toda la ciudad, había heroína e hizo mucho daño, pero por encima de todo había muchas más ganas de fabricar ideas y devolverlas en forma de arte, música, cómic o en cualquier otra manifestación cultural.

Mientras tanto, los niños jugábamos en el patio de casa con columpios de hierro que, como dice Miguel Ángel Valero (Piraña en la icónica serie de Verano Azul) en el prólogo del libro, “estamos vivos de milagro, porque vivimos una infancia no almohadillada”.

Las heridas de guerra que quedaron marcadas en nuestros cuerpos en los patios de arena en los que jugamos tantas horas, fueron directamente proporcionales a la felicidad que experimentamos durante todo ese tiempo.

Los mayores, esos que te hablaban siempre para advertirte algo desde arriba, vivían en un mundo incomprensible y aburrido para unos niños que nos conformábamos con jugar a aprender, a aprender jugando y a aburrirnos para seguir jugando con la imaginación.

Y así fueron pasando los meses hasta que llegó el verano y llenamos el Talbot Horizon diésel de maletas y bicicletas en la baca. En aquel tiempo uno se iba de vacaciones con las ventanillas bajadas y conduciendo por carreteras nacionales que descubrían a su paso la España más profunda.

Si quieres adquirir un ejemplar del libro Pan con hormigas, puedes hacerlo en mi página de Autoentrevistas.

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Jorge Todolí (Madrid, 1978) es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, Máster en Fotografía en la Escuela EFTI y MBA en Empresas e Instituciones Culturales de Santillana Formación. Siempre le ha gustado reírse más que hacer reír, aunque tiene sus momentos de gloria, sobre todo cuando se toma unos botellines con los amigos. Ha trabajado en Europa Press, además de publicar en el suplemento dominical Magazine ( El Mundo) y formar parte en sus inicios del equipo de Teinteresa.es como redactor y responsable de las redes sociales del periódico. Actualmente es coeditor de Parecedelmundotoday.com y piensa sobre la vida y el humor.