Inicio de curso: la acogida

Inicio de curso: la acogida

Los niños y niñas que llegarán el 14 a las aulas no empiezan el curso de la nada. Los docentes deben tener esto en cuenta cuando empiecen las clases. Deben comprender que ese niño o ese joven no es el mismo que terminó el curso anterior. Deben permitirle expresarse, escuchar sus anhelos y también sus miedos.

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Camino de la redacción, rodeo el perímetro de un patio escolar que parece, aún, semiabandonado. Se intuye en el interior de la escuela el movimiento de maestros recién aterrizados, pero el patio persiste vacío, a la espera de sus moradores. En poco más de una semana, los vecinos recuperaremos la algarabía de la hora de entrada, las clases de gimnasia de media mañana y los ajetreos y corridas del mediodía. Durante los meses de verano se echan de menos esos niños y niñas, y hoy me vienen a la mente: ¿cómo habrá sido su verano?

Claudia es una niña de ocho años con una difícil situación familiar. Cuando, en medio del curso, sufre una gripe y debe quedarse en cama, su madre la levanta a mediodía y la manda a la escuela, porque así se asegura esa comida caliente. ¿Cómo habrá sido el verano de Claudia y de tantos otros niños?

Quizás ha sido un verano de supervivencia. Quizás ha sido un verano poco estimulante, sin vacaciones, ni casales lúdicos, vista la contención del gasto público que debía velar por la igualdad de oportunidades de toda la infancia. Quizás ha sido un verano de soledad, poca calle y muchas horas de secuestro electrónico. Quizás ha sido un verano de desacuerdos y peleas familiares. Quizás ha sido un verano hastiado de vacaciones.

El mundo no termina el 22 de junio para volver a arrancar el 14 de septiembre, aunque nos digan que España se para en agosto. No, no, ni el país ni la vida se detienen estos meses. Y los niños y niñas que llegarán el 14 a las aulas no empiezan el curso de la nada, no existe la tabla rasa.

Los docentes deben tener esto en cuenta el próximo 14 de septiembre. Estoy segura que lo harán, porque saben mucho de acogidas. Pero debe ser una acogida auténtica, sincera, en la que el profesor comprenda que ese niño o ese joven no es el mismo que terminó el curso anterior. Que en la acogida le permita expresarse, que escuche sus anhelos y también sus miedos. Y que entre todos miren a fondo qué nos está ocurriendo en esta Europa tan poco humana.

Las historias continúan. ¡Feliz acogida!

Este artículo fue publicado originalmente en catalán en el blog de la autora