Instantes, el mejor arma contra el paso del tiempo

Instantes, el mejor arma contra el paso del tiempo

Estamos varados en la sociedad de la inmediatez y la paciencia ha dejado de ser una virtud.

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En ajedrez hay una apertura en la que se sacrifica una pieza, normalmente un peón, para conseguir ventaja. Entre los ajedrecistas se conoce como gambito, una palabra que acuñó en 1561 el sacerdote español Ruy López de Segura a partir de la expresión italiana “dare il gambetto” (poner una trampa).

En el año 1983 el escritor estadounidense Walter Tevis publicó la novela Gambito de dama, que narra las desventuras de Harmon, desde su infancia en un orfanato hasta su éxito como jugadora de ajedrez profesional, pasando por sus adicciones.

Este libro se ha puesto de rabiosa actualidad en el año 2020 cuando Netflix lo ha rescatado en forma de serie. Treinta y seis años después de la muerte del autor.

Este gambito se caracteriza por abrir rápidamente el camino a la dama, la pieza más poderosa del ajedrez, mediante los movimientos –en notación algebraica– 1. d4 d5 2. c4.

¡Qué deprisa pasa el tiempo! Han transcurrido más de quinientos años desde que Lucas van Leyden (1494-1533) pintara La partida de ajedrez. Una pequeña pintura al óleo sobre tabla en la que aparece un rey, una dama, un bufón, un consejero, un obispo y un caballero, medio oculto en las esquinas. Personajes que aparecen representados en la propia partida.

Estamos varados en la sociedad de la inmediatez y la paciencia ha dejado de ser una virtud. Ya no se estila

El observador no advertido en lo que primero que fija su atención es en la propia partida. Tampoco hace falta ser muy experto para descubrir que el tablero es imperfecto, tiene forma rectangular –no cuadrada–- y sus dimensiones son doce por ocho escaques. En un segundo vistazo advierte que la forma de las piezas también le resulta confusa.

El motivo de tanta “anormalidad” pictórica es que se trata de una variante, el denominado “ajedrez del Mensajero” que se desarrolló en la Alemania medieval y que estuvo vigente durante seis centurias.

Las reglas del juego establecían que obligatoriamente la partida tenía que comenzar adelantando dos escaques los peones de la torre dama, de torre rey y de dama, dando un salto con la dama a la tercera casilla de su columna. Una vez que los dos jugadores habían realizado estos movimientos predeterminados era cuando realmente comenzaba la partida.

  La partida de ajedrez, de Lucas van Leyden (1494-1533).

Volviendo al cuadro. Parece que la mujer –que juega con negras– tiene una clara ventaja sobre su oponente y que en pocos movimientos puede dar jaque mate a su adversario con la ayuda de una de sus torres.

La seducción por esta partida se acrecienta cuando nos enteramos que Lucas van Leyden tenía tan sólo catorce años cuando pintó ese instante del juego en el que gana “la dama”.

En el fondo los seres humanos somos eso, una sucesión de instantes, de recuerdos, no somos más que pequeños viajeros subidos a lomos del caballo de la historia. Por mucho que nos cueste asumirlo, representamos una fracción mínima, un simple soplo, una huella en la arena que será borrada en cuestión de segundos por la siguiente ola del mar.

A pesar de todo, nos empeñamos en vivir instalados en el lamento, en todo los que nos falta por tener, sin prestar atención a lo que poseemos y, lo que es peor, a todo lo que nos sobra.

Tenemos una concepción del tiempo muy diferente a los africanos, como alguien dijo una vez, nosotros tenemos relojes pero ellos disponen del tiempo

Estamos varados en la sociedad de la inmediatez y la paciencia ha dejado de ser una virtud. Ya no se estila. Desde la comida rápida hasta las citas exprés, pasando por las compras en Amazon o el universo de los whatsapp.

Tenemos una concepción del tiempo muy diferente a los africanos, como alguien dijo una vez, nosotros tenemos relojes pero ellos disponen del tiempo. No hay nada mejor para luchar contra el paso del tiempo, para romper las leyes establecidas, que practicar el disfrute que esconden las pequeñas cosas, que encierran los instantes. Esta filosofía es posiblemente la mejor forma de “dare il gambetto” al tiempo.

Me quedo con una cita de la actriz estadounidense Mae West: “tan sólo se vive una vez, pero si lo haces bien, una vez es suficiente”.