Israel se confina de nuevo: ¿qué ha fallado?

Israel se confina de nuevo: ¿qué ha fallado?

El país fue de los primeros en tomar medidas, un ejemplo para muchos otros, pero ha vuelto a tener picos de más de 4.000 contagios al día

Un joven pasa ante una bandera de Israel en el centro de Jerusalén, el pasado mayo.EMMANUEL DUNAND via Getty Images

Israel es el tercer país del mundo -tras Kazajistán y Uzbekistán- en confinarse por segunda vez para controlar la pandemia de Covid-19. Desde este viernes, cerrojazo. Uno de los estados que primero tomó medidas, aplaudido por países amigos y no tan amigos por cómo llevó las cosas en primavera, vuelve a encerrarse, con picos demás de 4.000 contagios en una población de apenas nueve millones de personas.

¿Qué hizo bien Israel? Un cierre rápido y efectivo de tiendas, colegios o gimnasios le permitió, a mediados de abril, abrir la mano. El 12 de marzo, cuando contaba con 109 casos confirmados y ninguna muerte por Covid-19, anunció el cierre de todas las escuelas y universidades. Después cesaron su actividad bares, restaurantes y comercios no esenciales y las fronteras del país también se cerraron con rapidez.

Desde que el virus atacó por primera vez a Israel en marzo hasta el 19 de mayo, cuando flexibilizó su plan, murieron 254 israelíes -ancianos en su mayoría-, una cifra muy baja en comparación con otros países desarrollados. Tomando marzo como referencia, hubo incluso un 12% menos de muertes en 2020 que en el mismo periodo de 2019. El Gobierno destacó su buen sistema de salud, la agilidad del Ejército en proporcionar ayuda y el riguroso cumplimiento por parte de los israelíes.

El 19 de abril, a menos de un mes de registrar su primera muerte por este virus nuevo, el Gobierno dio por terminada la peor fase de la pandemia, pero tuvo que retrasar algunas reaperturas por el repunte de casos. En julio, subidos ya a una segunda ola de contagios, el propio primer ministro reconocía que la desescalada fue “demasiado pronto y demasiado rápida”. Demasiado laxos.

Los analistas señalan que la desescalada fue muy rápida (sobre todo, para no perder clases e impedir un mayor impacto en la economía), que no hubo una estrategia para romper la cadena de contagios (esencial en comunidades con enormes familias extensas), y cuajó el sentimiento de que el coronavirus no era para tanto, lo que hizo que la distancia social y el uso de mascarillas se relajase en extremo. Confiarse, lo peor.

A eso se suma la politización de la crisis, en un país que ha tenido que formar Gobierno a regañadientes, entre socios enfrentados, tras 500 días de bloqueo tres históricas elecciones generales, que ha llevado a una falta de credibilidad brutal en las instituciones, personificadas en el primer ministro, Benjamín Netanyahu (Likud).

  Datos de coronavirus en Israel.GOOGLE

Lo que dicen los médicos

La reapertura llevó a la “autocomplacencia”, ha señalado a la Agencia Efe Alon Moses, director del Departamento de Microbiología Clínica y Enfermedades Infecciosas del hospital Hadassah. Existió una falsa expectativa de que la incidencia del virus mermaría durante el verano y este exceso de confianza llevó a su vez a que se tardaran en aplicar nuevas restricciones tras detectarse en junio el aumento de casos, mientras en la calle volvían a celebrarse bodas y multitudinarias festividades religiosas.

Para Ran Nir-Paz, especialista en enfermedades infecciones también en el hospital Hadassah, hay además otros dos factores que explican la caída en picado de Israel: la demora en el rastreo de contagios y la politización de la gestión de la crisis. La gestión gubernamental de la pandemia ha generado un cruce de acusaciones entre el Ejecutivo y la oposición, que se reprochan mutuamente priorizar sus intereses políticos sobre el bienestar de la población.

“Cuando los políticos anuncian restricciones por la mañana y las rompen por la tarde por sus intereses propios, es claro que nadie seguirá las reglas”, señala Nir-Paz, y destaca además cómo la presión de ciertos grupos, sobre todo de los partidos ultraortodoxos, ha influido en las decisiones del Gobierno y dificultado el trabajo del coordinador nacional para la pandemia, Roni Gamzu.

La presión política también se siente en la calle, con miles de personas manifestándose el sábado por duodécima semana seguida para pedir la dimisión de Netanyahu por el juicio en su contra por cohecho, fraude y abuso de confianza, y con la participación de colectivos de trabajadores que temen que un nuevo cierre sea una “sentencia a muerte” para sus empleos.

Datos y medidas

Este mismo martes, se han contabilizado 4.973 nuevos casos, un récord en 24 horas, que leva la cifra total de afectados a 162.273 y las muertes, a 1.141. “El porcentaje de positivos en las pruebas efectuadas en los últimos días gira en torno al 8%, mientras en la primera ola fue el 1 o 2%. El cierre reduce el porcentaje de nuevos enfermos , pero no liquida el virus. Para ello se necesita como mínimo un mes”, explicaba el exdirector del Hospital Ijilov de Tel Aviv, Gabi Barbash.

A partir del viernes, durante tres semanas, se cerrarán colegios, centros comerciales, negocios no esenciales y hostelería. Los ciudadanos no podrán salir a más de 500 metros de sus casas, las reuniones se limitarán a 10 personas dentro de casa y a 20 en espacios abiertos.

El cierre coincide con tres de las principales fiestas judías (Rosh Hashana o Ano Nuevo, Yom Kippur o día del perdón y Sucot, la fiesta de los tabernáculos), por lo que los religiosos se han quejado mucho de este bloqueo, que impedirá la asistencia a oficios en las sinagogas y las reuniones familiares amplias. De hecho, el ministro ultraortodoxo de Vivienda, Yaakov Litzman, dimitió el domingo por su desacuerdo con la medida.