Israel sin Netanyahu, día 1: los retos de un Gobierno multicolor a ocho bandas

Israel sin Netanyahu, día 1: los retos de un Gobierno multicolor a ocho bandas

Bennett, el nuevo primer ministro, promete "sanar" un país dividido tras 12 años de reinado del Likud. Las tensiones en el propio gabinete son el primer riesgo de atranque.

Es una foto de familia impensable hace un mes escaso. Prácticamente todos los grandes protagonistas de la política israelí de la última década, unidos en un mismo gabinete, primos pero no hermanos, con el reto conseguido: tras 12 años consecutivos en el poder, ya no es Benjamin Netanyahu el que preside el posado. Ya no más rey Bibi. Empieza una nueva era.

Hay un nuevo primer ministro, el ultraderechista Naftali Bennett, extraño porque se ha aupado en el cargo con apenas siete escaños, cosa de las negociaciones y las alianzas. En dos años, le cederá el cargo al centrista Yair Lapid, que mientras será ministro de Exteriores. Los dos juntos presiden la alineación del nuevo Gobierno de Israel -27 ministros, nueve mujeres- que ya ha empezado a trabajar: ayer recibió el visto bueno en el Parlamento, los cargos ya han sido jurados y se ha producido la primera reunión coral. Pese a los agoreros seguidores de Netanyahu, no se ha acabado el mundo.

La vida sigue igual. Los problemas siguen ahí. Son muchos, complicados y multicausales, así que el Ejecutivo Bennett-Lapid tiene mucha tarea por delante, después del brindis por los sillones conquistados. De momento, ante la heterogeneidad de la suma, que va desde la ultraderecha a la izquierda clásica de Israel, pasando por un partido árabe, el nacionalista Bennett ya ha salido al paso para prometer que intentará “sanar” un país dividido. “Ahora el pueblo de Israel, todo el mundo, nos observa y la carga de la prueba recae sobre nosotros. Trabajaremos juntos en colaboración y con responsabilidad para reparar la grieta en la nación”, pide, superando las diferencias ideológicas.

“Lo que ha conformado a este gobierno es la amistad y la confianza, y lo que va a mantener a este Gobierno es la amistad y la confianza. Si sabemos confiar, apoyarnos mutuamente y trabajar juntos para que funcione, funcionará”, ha asegurado Lapid, por su parte.

Los retos inmediatos

El primer reto que tienen que abordar estos ocho partidos hermanados es el del entendimiento. Aparcar sus programas electorales, centrarse en lo que les une y no en lo que los separa. Las amenazas de ruptura se adivinan constantes en el llamado “Gobierno del cambio”, pero es un lujo que no se pueden permitir. Tampoco el del desgaste de Netanyahu, que ha prometido el infierno en la tierra desde la bancada de la oposición y del que no se descartan jugadas como las que ha intentado hasta el último minuto de convencer a diputados de la coalición para boicotear votaciones y, en la práctica, impedir que se gobierne. La convocatoria de elecciones será cada día una espada de Damocles sobre la cabeza del nuevo Ejecutivo.

Si logran mantener prietas las filas, tendrán que abordar de inmediato la paz social. El país, como demuestran los apretados bloques surgidos de las urnas, está partido y eso se traduce en tensiones. Los últimos y más claros, los de las llamadas ciudades mixtas, donde viven los casi dos millones de árabes israelíes y donde los enfrentamientos, casi civiles, fueron diarios en la última ofensiva sobre Gaza. También hay separación -una enorme brecha- entre los más acaudalados y los más pobres, con datos alarmantes de dos millones de pobres, con el 30% de los niños en este umbral.

La economía es, claramente, uno de los principales desafíos del Gobierno y al frente de este ministerio se sitúa un conocido derechista laico, Avigdor Lieberman, que tendrá que aprobar ya unos presupuestos -justo su votación en la Knesset o Parlamento rompió la coalición última de Netanyahu y obligó a convocar nuevamente elecciones- porque no los hay desde hace dos años. Justo, en plena oleada de coronavirus. La economía de Israel iba muy bien antes de la llegada del covid-19, algo de lo que alardeaba Netanyahu, pero el desempleo ha subido hasta el 25%, cuando casi nunca en su historia había pasado del 10% y lo normal era un 6 o 7.

Bennett, en su primer discurso, enumeró también como prioridades las reformas en educación y la salud, muy obsoletas, y la reducción de la burocracia para hacer crecer las empresas, una “vuelta a la normalidad” tras la pandemia con mejoras sociales. “Es el momento de pasar el liderazgo de la nación y el Estado a la próxima generación”, resume.

  La foto de familia presidida por Naftali Bennett y Yair Lapid, en el parlamento israelí. EMMANUEL DUNAND via Getty Images

Bennett y Lapid apuestan por no tocar mucho el conflicto con los palestinos, porque entonces le puede saltar por los aires el gabinete, siendo como es uno defensor de ampliar los asentamientos ilegales en el este de Jerusalén y Cisjordania -llegó a ser portavoz de los colonos, por comentar- y siendo como es otro partidario de negociar una solución de dos estados. La anexión de Cisjordania, aireada por Bibi y del gusto del nuevo primer ministro, puede causar roces.

El Ministerio de Exteriores de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) ya ha asegurado que no cree que vaya a haber cambios en el statu quo actual de la ocupación y el dejar pasar el tiempo para que el mundo se olvide de su causa. No ha habido por el momento indicios de mano tendida. La milicia armada islamista de Hamás, en Gaza, ha avanzado que seguirá actuando con “todos los medios y formas de resistencia”, incluida la “armada”, informa EFE. Justo con las milicias hay en vigor un reciente alto el fuego fomentado por Egipto, pero las negociaciones para alcanzar una tregua estable en la Franja de Gaza no han cuajado. Resolverlo será otro de los retos del Ejecutivo.

Ya este martes se plantea una primera prueba de fuego: hay convocada una marcha prevista de la extrema derecha israelí en Jerusalén Este, en la zona ocupada por Israel, y Hamás ha amenazado con represalias si llega hasta la sagrada Explanada de las Mezquitas.

Irán es otro de los grandes temas con los que tendrán que lidiar los nuevos gobernantes israelíes. Tel Aviv denosta el acuerdo nuclear alcanzado con Teherán, en el que estaba también EEUU y del que se salió Donald Trump. Eso no cambia. Sigue diciendo que el régimen de los ayatolás es una “amenaza existencial” para Israel y que harán “todo lo posible” por impedir que logren armas atómicas o que refuercen su poderío regional con posicionamientos en países como Siria. “Israel no permitirá que Irán se arme con armas nucleares”, recalcó Bennett, dando a entender que mantendrá la política de confrontación de Netanyahu. A lo que agregó: “Israel no será parte del Acuerdo y continuará preservando la plena libertad de acción”.

Aunque justo EEUU esté dialogando con Irán para volver al acuerdo, algo que no gusta en Israel, Bennet cuenta sin duda con el apoyo del mandatario estadounidense Joe Biden, quien no solo lo ha felicitado ya sino que ha enfatizado que confía en trabajar con él para “fortalecer” la relación bilateral y lograr una paz palestino-israelí. El amigo americano no falla, se llame como se llame quien gobierne en Israel. Al menos en ese flanco, no habrá dudas. En todos los demás, a toneladas.