'Jauría', una patada de realidad

'Jauría', una patada de realidad

Jauría.YOLANDA DOMÍNGUEZ

He necesitado 24 horas para poder empezar a asimilar ese brutal fragmento de realidad interpretada que es Jauría. 6 sillas vacías en un oscuro y frío escenario reciben impasibles a una sala nerviosa y expectante que se va llenando hasta no quedar ni un solo hueco por ocupar. No es morbo. No es espectáculo. Es la necesidad de entender nuestra miseria lo que nos hace estar allí durante casi hora y media sin apartar la mirada de lo que preferimos no mirar. Esta obra nos planta delante de la cara la cruda realidad.

Jauría es una transcripción literal de declaraciones y fragmentos del juicio de la manada recolocados para guiarnos hacia una lectura concreta. Es un trabajo sutil pero potente. Cuidadoso pero valiente. Para todos aquellos que piensen que es un espectáculo del sufrimiento, aclarar que no es así (a esto son más propensos los medios).

No es morbo. No es espectáculo. Es la necesidad de entender nuestra miseria lo que nos hace estar allí durante casi hora y media sin apartar la mirada de lo que preferimos no mirar

Esta pieza teatral, dirigida magistralmente por Miguel del Arco, no es una mera recreación del dolor sino una de las posibles perspectivas con las que interpretar unos hechos que conmocionaron a toda España en 2016: la agresión sexual de una joven por cinco hombres en las fiestas de los Sanfermines. Algo que no hemos de olvidar y que debe hacernos reflexionar como sociedad.

Jauría es un espejo. Somos nosotros y nosotras encarnados en cinco magníficos actores y una soberbia actriz tan generosos como para regalarnos un trabajo muy complejo y arriesgado porque creen que es necesario. Todas las mujeres nos reconocemos en la protagonista de esta historia. Todos los hombres se verán reflejados en alguna de las situaciones.

Una de las ideas más potentes de la puesta en escena es la de la doble violación: la de la noche de la agresión y la del juicio posterior. 5 agresores y 5 magistrados interpretados por los mismos actores acorralan a una joven incapaz de defenderse y a la que no dejan opción. Tanto unos como otros la conducen al mismo lugar de indefensión.

'Jauría' es un espejo. Todas las mujeres nos reconocemos en la protagonista de esta historia. Todos los hombres se verán reflejados en alguna de las situaciones

La cultura machista y la pornografía son quienes conducen a esta jauría. Elementos que no aparecen de manera explícita en la obra pero que están todo el rato dando vueltas en nuestras cabezas como si quisieran resolverla. La absoluta normalidad con la que esos 5 hombres hablan de violar, drogar y abusar del cuerpo de las mujeres, sus escalofriantes risas e incluso su incredulidad al ser acusados de agresión sexual dejan claro que en este caso hay más de una víctima. Estos 5 agresores son el resultado de una cultura que también les ha llevado del brazo hasta dejarlos en ese lugar.

Especialmente desgarradora es la interpretación de María Hervás, que basada en las propias palabras de la joven agredida repite una y otra vez, entre sollozos y casi sin voz, que no pudo hacer nada porque estaba en shock. A todas las mujeres se nos educa para ser pasivas, para estar disponibles sexualmente, para complacer.

Al final de la actuación, los actores y la actriz se levantaron… pero yo me quedé quieta en mi butaca como en estado de 'shock'

Esa joven no sólo se enfrentaba a 5 hombres sino a toda una cultura que exige a las mujeres ser sumisas y dóciles. En el banquillo de aquel juicio deberían haber estado sentadas otras muchas personas. Quienes crean, reproducen y difunden la pornografía. Los medios de comunicación que normalizan la violencia. La publicidad, el cine y la moda que asocian el ser hombre a la violencia y ser mujer con un cuerpo disponible. Y todas las personas que reforzamos la cultura machista cada día sin hacer nada para cambiarla.

Al final de la actuación, los actores y la actriz se levantaron… pero yo me quedé quieta en mi butaca como en estado de shock. Sentada y sin mirarles a los ojos no pude ponerme en pie con el público. Aplaudía sin saber muy bien por qué. Quizás porque así lo hacía resto, porque me estaba dejando llevar por el contexto. Tan sólo quería que acabaran para salir de allí y poder continuar con mi vida... Habían conseguido situarme en una de aquellas sillas.