¿Jugamos a corruptos?

¿Jugamos a corruptos?

Todos los días tras día tenemos oportunidad de ver reiteradamente en las informaciones a los Rato, Blesa, Pujol, Bárcenas, Acebes y demás individuos de la corrupta actualidad, que tan repulsivos están resultando al común de los españoles. Yo hago uso del mando para eliminar esas imágenes cada vez que las repiten.

Los televidentes mañaneros tienen oportunidad de ver cada día dos programas de debate político en sendas televisoras privadas, Cuatro y La Sexta, cuyos formatos son similares. Cabe preguntarse por qué Las Mañanas, presentado por Jesús Cintora, y Al rojo vivo, presentado por Antonio García Ferreras, están programados para una franja horaria en la que la mayoría de la audiencia la constituyen jubilados y amas de casa.

También convendría cuestionar por qué en las horas de más audiencia real, a partir de las nueve de la noche, no se tiene la posibilidad de ver programas de ese carácter y sí, en cambio -caso de Cuatro, sobre todo-, se emiten otros auténticamente deleznables como el recién estrenado Adán y Eva o ese otro en el que se premia con 250 euros la capacidad de engañar fugazmente ante las cámaras a la madre, el novio o el hermano.

Hechas estas observaciones, paso a los programas de Cintora y García Ferreras, donde día tras día tenemos oportunidad de ver reiteradamente, gracias a la pantalla partida que sirve para ilustrar las informaciones, a los Rato, Blesa, Pujol, Bárcenas, Acebes y demás individuos de la corrupta actualidad, que tan repulsivos están resultando al común de los españoles.

Debo decir, en mi caso y para no alterar mi ánimo, que hago uso del mando para eliminar esas imágenes cada vez que las repiten, pues además ambos presentadores tienen el empeño de contrastarlas con las palabras y los rostros indignados de los ancianos prefentistas estafados que se congregan en torno a la Audiencia Nacional, rigurosamente vigilados por la policía a fin de que sus gritos no resuenen en la conciencia de quienes les robaron los ahorros de toda una vida de trabajo.

Miguel Ángel Revilla hizo uso de la pizarra recientemente en Las Mañanas para hacernos ver el estercolero de corrupción en que se está convirtiendo este país. Dibujó un gran hoyo en el que se van enterrando los continuados casos que se están dando en España, sellados con las correspondientes capas de gravilla para que el hedor no llegue al aire. Así, incluso, dijo Revilla al término de la explicación, hasta podría darse el caso de que sobre la superficie del hoyo surgieran brotes verdes (según aseguró el Gobierno del PSOE) o árboles de raíces vigorosos (según expresión de Mariano Rajoy).

La coda al explícito símil gráfico la puso el exjuez Elpidio José Silva, de quien esperamos un segundo libro tan necesario y elocuente como el primero (La justicia desahuciada), que se refirió a las capas freáticas que hay bajo el basurero y que podrían contaminar el agua que llega hasta nuestros grifos. Este país se está atiborrando de casos de corrupción y son mucho malos tragos, día tras día, para que su mefítico caudal no acabe por envenenarnos.

¿No es acaso ese programa de Cuatro, donde se premia con dinero al que se presta a mentir ante la cámaras, un síntoma flagrante de que el hedor a podrido cunde en nuestro país? ¿No induce a pensar ese juego que por dinero se puede jugar a cualquier cosa en España siempre que nos reporte beneficios? ¿Alguien puede considerar gracioso un espacio televisivo así con la que está cayendo en nuestro entorno?