'Kooza': déjelo todo, ¡ha llegado el circo!

'Kooza': déjelo todo, ¡ha llegado el circo!

Esta obra es un pequeño cuento de dos horas de duración que contiene todo un mundo.

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En las películas norteamericanas, la llegada de un circo a la ciudad se acompañaba de un desfile por las calles para mostrar a los artistas, el producto. En dichas películas, todo el mundo dejaba lo que estuviese haciendo y se iba a verlo. Después de asistir a Kooza de Cirque du soleil en la gran carpa que han instalado en Puerta del Ángel en la Casa de Campo, solo puede recomendarse hacer lo mismo que los personajes de estas películas. El motivo es que Cirque du soleil ha vuelto. Que esta factoría de espectáculos de calidad irreprochable, vuelve con ese hálito misterioso y artístico que tenían sus producciones del principio. Al espectador, no solo le harán los ojos chiribitas, sino que se le moverá el sentimiento. Algo que, aparte de las proezas gimnásticas y de la excitación que provoca el riesgo, le hará sentirse humano, orgulloso de pertenecer a esa gran comunidad con toda su diversidad.

Todo eso teniendo en cuenta que lo consigue, aunque parezca increíble, utilizando elementos sencillos, incluso, simples, muy bien trabajados. Muy bien hechos. De diez. Valgan como ejemplo las escenas con las que comienza y acaba este espectáculo que, para no hacer spoiler, describiré como un escenario en penumbra, un actor que se mueve, un elemento de tramoya del que no tienen complejos en mostrar como consiguen que ese elemento vuele, y el juego con la luz. La poesía que son capaces de conseguir con tan poco es simplemente increíble. Una belleza humana, en el sentido de que lo que le pasa al personaje le concierne a quien lo ve. Su felicidad, su risa, su sorpresa, será la felicidad, la risa y la sorpresa del espectador.

Un personaje que recibe una caja, o kooza, llena de sorpresas, como las miles de cajas que ahora atraviesan el mundo con las compras que se hacen en Internet. Sorpresas a cuál mejor. Aunque, eso sí, de este espectáculo uno se llevaría sin dudarlo la Wheel of Death de los colombianos Angelo Rodríguez, Ronald Solís Montes y Jimmy Ibarra Zapata. Y se la llevaría a casa por novedosa, pero también por la manera que está trabajada, hecha y presentada. Sin embargo, nombrarles es injusto para el resto. Pues igual de excelentes son las contorsionistas de Mongolia, como el acróbata de la rueda Cyr de Francia, o el artista del diábolo (¡cuántas veces visto en los espectáculos de esta compañía y este es aún mejor!), o los monociclistas rusos, o los saltimbanquis, los que hacen equilibrios en la cuerda floja o sobre las sillas chinas. Hasta aparece un artista de la pista, el batería que se pega un solo en mitad de la segunda parte, cuando el nivel de excitación del público se piensa que no puede ir a más. ¡Qué sencillo número tan bien colocado y puesto en escena! ¡Qué fuerza!

Sin embargo, nada de esto resulta una colección rutinaria de excelentes números, como venía ocurriendo en los últimos espectáculos de esta factoría circense. Posiblemente porque la mente detrás de este espectáculo es una mente de payaso, de un conocedor del circo que vuelve a casa. El payaso David Shiner que ha construido un sueño completo metido en una caja en el que el absurdo, la pesadilla (al estilo de Pesadilla Antes de Navidad de Tim Burton), lo asombroso, lo bonito y lo feo, el cabaret y la revista, lo grande y lo pequeño se mezclan para potenciarse. Convirtiéndolo en un espectáculo multidimensional, lleno de acciones e imágenes inexplicables pero con sentido en el espectáculo. Con una coherencia interna por la que el espectador, como ya se ha dicho, se ve concernido.

Kooza es un pequeño cuento de dos horas de duración que contiene todo un mundo.

Si a uno le contasen que sus tres excelentes payasos, en su estricto rol de payaso, pueden incluirse en un espectáculo con una especie de colorido joker y que aquello funcionase, no lo creería. Si a eso se añade que en un momento ese joker se pone como máscara una reinterpretación de la calavera de diamantes que creó Damien Hirst, una reinterpretación que se hubiera modelado sobre Ghost Rider, tampoco. Si se le añade la presencia de un perro y otros seres extraños que salen del subsuelo. Ya se lo creería menos. El caso es que será raro que todos los que así pensasen no salgan de ver el espectáculo convertidos en creyentes, firmes creyentes en lo que esta compañía es capaz de hacer.

Kooza es un pequeño cuento de dos horas de duración que contiene todo un mundo. Y lo hacen con la libertad, el exceso y la sencillez con la que Winsor Mc Cay creaba las tiras de Little Nemo, adventures in Slumberland. Un comic al que resulta difícil no referirse tras ver el espectáculo, pues Kooza podrían ser la actualización del mismo, su versión siglo XXI. Tal vez, porque el personaje protagonista también viste de pijama y porque será coronado rey. Tal vez, porque lo que ahora está arriba puede estar abajo poniendo en entredicho toda lógica, incluida la de la gravedad de Newton. Tal vez, porque los apabullantes medios de producción están al servicio del espectáculo. De servir a toda esa diversidad humana convocada por David Shiner y que, al final, pone en pie a un público entusiasmado y aplaudiendo. Y ¿qué aplaude? Lo que ha visto. Y ¿qué ha visto? El misterio que permite que los seres humanos se entiendan en toda su diversidad y diferencia para crear un mundo mejor y, por tanto, más bello. ¿No sigue siendo este un mensaje perturbador? Hay que dejarlo todo y dejarse perturbar.

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Como el dramaturgo Anton Chejov, me dedico al teatro y a la medicina. Al teatro porque hago crítica teatral para El HuffPost, la Revista Actores&Actrices, The Theater Times, de ópera, danza y música escénica para Sulponticello, Frontera D y en mi página de FB: El teatro, la crítica y el espectador. Además, hago entrevistas a mujeres del teatro para la revista Woman's Soul y participo en los ranking teatrales de la revista Godot y de Tragycom. Como médico me dedico a la Medicina del Trabajo y a la Prevención de Riesgos Laborales. Aunque como curioso, todo me interesa.