La agenda de Falsarius: elogio de la tetilla chica

La agenda de Falsarius: elogio de la tetilla chica

Qué manía con las tetas grandes. ¿En qué momento traicionamos el elegante encanto de las chicas desnudas de la francesa revista Lui y nos entregamos a la codiciosa abundancia mamaria de las modelos del Penthouse? Ese día Europa empezó a irse al carajo.

LUNES: Un sitio estupendo para comprar conservas de calidad y a buen precio. Se llama Petra Mora. Un paraíso de latas, botes, platos preparados, postres, vinos, quesos y demás ricas viandas, que muy posiblemente me acabe llevando a la ruina. Lo descubrí por culpa de J.C. Capel, el crítico gastronómico de El País, así que quede mi miseria en su conciencia.

MARTES: "Necesito que ustedes no me tomen nunca completamente en serio. Ni completamente en serio ni completamente en broma". Por desgracia la frase no es mía. Es de Julio Camba y la publicó en ABC en el 1913.

MIÉRCOLES: Me levanto con el día Aramís Fuster o un vidente de esos y de repente tengo una visión apocalíptica del futuro: gin tonics con cebolla caramelizada y foie.

JUEVES: Paseando por la calle se me acerca un yonqui e intenta venderme un manuscrito autografiado de Cardenio, la obra perdida de Shakespeare. Si me pasa hace unos años se la compro, pero ahora déjate, que diez euros son diez euros.

VIERNES: Publico un nuevo vídeo en el blog. Un rico potaje, liviano, sin excesos y con un sorprendente toque de queso de cabra, que desde que lo descubrí me tiene loco. El amor es así.

SÁBADO Y DOMINGO: Estoy viendo la tele y de repente, así de sopetón y cuando estaba despistado, van y ponen un videoclip de reggaeton. En él aparece cantando un tipo más bien canijo y poquita cosa, rodeado de un enjambre de señoritas que bailan a su alrededor, con unos pechos gigantescos y rellenos de silicona. Y yo soy poco fan. No del reggaeton, que lo trabajo poco, pero que me da lo mismo. No. De la silicona, que me parece muy bien para sellar lavabos pero que en forma de implante mamario me parece goma 2 para el erotismo. Qué manía con las tetas grandes. Mi concepto de erotismo pasa más por Jane Birkin vestida escuetamente con unos calcetines de lana, recostada en un viejo sofá y leyendo un libro de Sartre, que por unas señoras con pechos de matrona a punto de amamantar gemelos, que se mueven con epilépticas convulsiones, más propias de una ninfómana recluida con Sade en el sanatorio de Charenton, que de una amable señorita que te quiera echar un polvete. ¿Qué fue de la leve tetilla de Carolina de Mónaco, entrevista en un descuido al bajarse un coche en una noche loca e inmortalizada por los paparazzi, o de los senos juguetones de Sydney Rome en ¿Qué?, aquella película de Polanski en la que se pasaba medio metraje grácilmente desnudilla? Incluso, por ponernos patrios, ¿qué fue del pecho deliciosamente escaso de Victoria Vera, que tanto escándalo causó en los años de la Transición y qué tantos deleites nos procuró a los jovenzuelos de entonces? ¿En qué momento traicionamos el elegante encanto de las chicas desnudas de la francesa revista Lui y nos entregamos a la codiciosa abundancia mamaria de las modelos del Penthouse? Ese día Europa empezó a irse al carajo.