La bandera de España. Instrucciones de uso

La bandera de España. Instrucciones de uso

Se está usando la bandera de España como arma política. No dispara balas, sino algo más certero: connotaciones irracionales.

Una participante en las protestas contra el Gobierno por la gestión de la pandemia. Pablo Blazquez Dominguez via Getty Images

Como todo hijo de vecino sabe, especialmente si es un hijo de vecino marxista, los símbolos se exhiben siempre contra alguien. Esto, que es cierto si nos referimos al logotipo de El Corte Inglés, al escudo del Barça o a la media luna, es requetecierto si nos referimos a las banderas nacionales, cuyo origen es tan inseparable de follones bélicos que sólo en la actualidad no van asociadas a escudos de armas.

Asómese a la ventana: ¿ve usted muchas banderas colgadas en los balcones? Si la respuesta es afirmativa, una de dos, o se va a disputar en los próximos días una final deportiva importante, o hay una crisis política muy caliente -nacionalista, habitualmente-. En ambos casos, conflicto. Se enfrente el Duque de Alba al Príncipe de Orange o Vicente del Bosque a Bert van Marwijk. Es más fácil imaginar un festival de Eurovisión sin cantantes que sin banderas.

Sentado este principio, la furiosa exhibición rojigualda del facherío durante las manifestaciones de las últimas semanas se desvela como una jugada maestra de la hipocresía, -qué bien maneja siempre la derecha la hipocresía-, al haber usado para la confrontación entre los españoles un símbolo pensado para la confrontación entre los españoles y los extranjeros.

De esta manera nadan y guardan la ropa. Toman partido en el acto de asegurar con altivez no estar haciéndolo. Y le devuelven a la izquierda mayoritaria -rebota rebota y en tu culo explota- su contradictoria relación con la bandera española, basada fundamentalmente en indignarse porque la derecha les roba aquello que ellos no consideran suyo porque es propio de la derecha.

Se está usando la bandera de España como arma política. No dispara balas, sino algo más certero: connotaciones irracionales.

“Este símbolo es tan vuestro como nuestro, por eso lo usamos contra vosotros”, dice Vox. “Este símbolo es tan vuestro como nuestro, por eso cuando lo usáis nos sentimos atacados”, dice Podemos. Y en esta folie à deux andamos.

Se está usando la bandera de España como arma política. No dispara balas, sino algo más certero: connotaciones irracionales. La buena noticia es que jamás nos hemos enfrentado a un arma tan fácil de desactivar: basta con que empecemos a usarla nosotros. Como si no fuéramos unos tarados. Como si viviéramos en nuestro adorado Portugal. Sin rivalizar en tamaños, sin llevarlas en los tampones o las mascarillas, sin -ay, qué difícil…- horteradas. Con tranquilidad.

Llegó el día de mojar la pólvora simbólica de la extrema derecha. Y es profundamente progresista: hay que estar muy obcecado por los símbolos para no ver que hoy en día la causa de la clase obrera de aquí pasa por el españolismo, ante el irreversible golpe económico que se le intenta dar desde el independentismo con excusas étnicas y culturales.

Mismamente, díganme si la aprobación del Ingreso Mínimo Vital no es motivo para poner “Iberia” de Albéniz de fondo mientras se cuelga una bandera de España en el balcón..

La furiosa exhibición rojigualda del facherío durante las manifestaciones de las últimas semanas se desvela como una jugada maestra de la hipocresía

¿Lo haremos? Soy pesimista. Nada aterra más a un progre que cometer errores en sus manifestaciones simbólicas, ya que eso, más que cualquier otra cosa, abre la puerta de su peor pesadilla: ser tomado por un miembro de Los Otros.

Pero si algún día todos los balcones se llenaran de banderas, todas iguales, unas con el propósito de pedir la dimisión de Sánchez, otras como homenaje a la sanidad pública, otras fruto de un arrebato tras la lectura de Blas de Otero, el símbolo perdería por fin todos sus significados espurios.

Entenderíamos lo ridículas que se ven las banderas en las fachadas y volveríamos a llenar los balcones de geranios y jazmines, que es para lo que están. Como en aquel mapa de Borges que acabó teniendo la misma extensión que el territorio, los símbolos terminan suplantando a lo simbolizado.

Esperemos que, también como con aquel mapa de Borges, este uso de la bandera española termine despedazado y habitado por animales y por mendigos.

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Licenciado en Filosofía y doctor en Psicología. Es profesor titular de Psicología Clínica de la Universidad de Oviedo desde antes de que nacieran sus alumnos actuales, lo que le causa mucho desasosiego. Durante las últimas décadas ha publicado varias docenas de artículos científicos en revistas nacionales e internacionales sobre psicología, siendo sus temas más trabajados la conformación del yo en la ciudad actual y la dinámica de las emociones desde una perspectiva contextualista. Bajo la firma de Antonio Rico, ha publicado varios miles de columnas de crítica sobre televisión, cine, música y cosas así en los periódicos del grupo Prensa Ibérica, en publicaciones de 'El Terrat' y en la revista 'Mongolia'.