La cooperación, la ayuda y las voluntarias españolas en el Brexit

La cooperación, la ayuda y las voluntarias españolas en el Brexit

Algunos nos damos cuenta de que ya no somos tan libres y pasamos a sufrir las mismas trabas que otros migrantes tenían hasta ahora.

Brexit.EFE

El Brexit ya nos ha puesto a los ciudadanos europeos donde muchos racistas y xenófobos nos querían ver en Reino Unido.

Ya no podemos pretender o creernos ser iguales. Sus regulaciones internas ya son efectivas desde el 1 de julio para no permitir la entrada libre en el país y devolver a los ciudadanos de la UE que entren a trabajar sin visados, quizás por olvido o desconocimiento sobre los obstáculos burocráticos impuestos para poder seguir viviendo libremente en este país.

Los ciudadanos europeos de repente pasamos de tener unos privilegios que muchos de fuera de la UE no tenían y nos damos cuenta de que ya no somos tan libres a la hora de decidir vivir en el país, pasando a sufrir las mismas trabas que otros migrantes tenían hasta ahora. Muchos nos quejábamos y poníamos el grito en el cielo, pero pocos entendíamos los problemas de nuestros compañeros migrantes, y aun menos, empatizábamos.

Los migrantes privilegiados que éramos, estamos de uñas por tener que demostrar, tras décadas de pago de impuestos, que somos “dignos” de seguir viviendo en las casas que compramos hace lustros. En algunas familias tenemos que solicitar el derecho para que nuestros hijos nacidos en Reino Unido puedan seguir viviendo en el país en el que nacieron.

Muchos ciudadanos europeos entraron a comparar, desde mi punto de vista de manera equivocada, nuestro nuevo estatus con las estrellas amarillas que los nazis hacían portar a los judíos en la Alemania nazi. Estamos marcados, pero ninguno está cerca de acabar en un campo de concentración ni de ser tratado ni de lejos de la manera en que los nazis trataron a ciertas minorías. Aunque como hemos visto hace poco, si corremos el riesgo de que nos internen en uno de esos lugares equivalentes a los horrorosos CIES (Centro de Internamiento de Emigrantes) que tenemos en nuestro país, y en el que tratamos de igual forma a los emigrantes.

La nueva situación exige que tengamos la obligación de solicitar y que se nos confirme un estatus concedido por la Home Office, y del que tendremos que depender el resto de nuestra vida. Tendremos que acordarnos de actualizar los documentos identificativos o cambios de dirección a partir de ahora. También habrá casos en los que se nos pueda despojar de nuestros derechos si tenemos que salir del país durante un periodo superior a 5 años.

El gobierno británico ha accedido a dar un plazo extra de 28 días a miles de ciudadanos que, en muchos casos, a pesar de depender de ayudas centrales del gobierno, no habían asimilado que tenían que solicitar este nuevo estatus para seguir viviendo en Reino Unido a pesar de las campañas mediáticas para informar, y tememos que en los próximos meses habrá deportaciones de conciudadanos españoles, como ya sucedió en los últimos años en la crisis conocida como Windrush con ciudadanos de origen caribeño. 

La sensación a primeros de julio es compleja. Pasamos de la libertad de un mercado amplio al agujero negro del Brexit que comprime nuestra existencia futura a una isla que además empequeñecerá cuando Escocia logre su ansiada independencia.

Los últimos días antes de que expirara el plazo seguíamos leyendo en redes sociales a compatriotas que tenían problemas con la aplicación para usar el trámite, o se acababan de dar cuenta que su pasaporte estaba caducado, o que su hijo lo dejó para el último día y su conexión a internet no le dejaba hacer el proceso… Priti Patel al mando de la Home Office extendió nueve horas, desde las 00:00 del 1 de julio hasta la 09:00 del mismo día el poder hacer el tramite si el internet de tu casa dejaba de funcionar.  Nueve horas y de madrugada… ese es el nivel de generosidad que se puede esperar de este gobierno.

Hemos pasado página, y a mí me gustaría que los próximos capítulos sean de libro aburrido y tedioso sin demasiados sobresaltos, pero me temo que podrá tornar a novela de terror en poco tiempo si deciden ir a la carga contra aquellos que no pudieron, no supieron, o desconocían la necesidad de saltar todos los obstáculos que nos han puesto delante.

No todos tenemos redes sociales, no todos tenemos españoles que nos rodean e informan, y no todos tenemos la capacidad ni medios para usar un proceso telemático. Hay una preocupación por grupos vulnerables como pueden ser menores en casas de acogida, compatriotas con demencia, españoles en situaciones de vulnerabilidad.

Durante el último año y medio desde el pistoletazo de salida de este proceso ha habido muchas organizaciones facilitando información constante, como la Oficina Precaria de Escocia, Comisión de Acogida Norte, Marea Granate, Coalición de Españoles en Reino Unido o los Consejos de Residentes, pero ha habido dos nacidas solo con este empeño, y que han estado trabajando a destajo.

Los voluntarios de estas organizaciones en Inglaterra y Escocia han ayudado a cientos de miles de ciudadanos europeos, y María Luisa Llorente, Sylvia Ordás, Silvia González o Raúl López para la ONG Settled o Noelia Martínez en Citizens Right Project, son algunas de las caras visibles de los españoles que regalan horas de sus vidas por la colectividad, y que han ayudado de manera individual y en multitud de charlas organizadas.

La COVID 19 nos trajo organizaciones como Acción Coronavirus en Reino Unido, y el Brexit ha dejado otros proyectos de ayuda, solidaridad y cooperación que distan mucho de los principios que han llevado a Reino Unido a elegir romper lazos y cerrar puertas y ventanas. Pero siempre tendremos a Silvias, Raules, Maria Luisas y Noelias rompiendo estas puertas y ayudando a los que lo necesitan.

Sue Wilson de Bremain in Spain, Michael Harris de Eurocitizens, o Jane Golding y Fiona Godfrey de British in Europe van a ser reconocidos merecidamente como miembros u oficiales de la Orden del Imperio Británico por su trabajo por los emigrantes en Europa… veremos si desde España hay reconocimientos similares o si gastamos otros 75 mil euros en chiringuitos.