La derecha antifascista

La derecha antifascista

No creo que una guerra civil sea posible, por mucho que algún periodista fascista y algún político poco inteligente la secunden... pero sí que algo está cambiando.

Un manifestante con una bandera franquista en una marcha motorizada de Vox contra el Gobierno. NurPhoto via Getty Images

Ayer una nueva atrocidad se hizo viral. Un tipo prepara retratos del Gobierno sobre soportes de tiro y les dispara a la cara como si fuesen dianas. Es algo nuevo. Hemos ido viendo una especie de competición de burradas en los últimos tiempos pero esto me hizo pensar en los límites que vamos cruzando sin darnos cuenta. Hay una obra de teatro escrita por Fernando Fernán Gómez que se llama Las bicicletas son para el verano, convertida en película en los años 80 por Jaime Chávarri. En aquella obra del 77 Luis, el joven protagonista, quiere una bicicleta para pasear con su novia en el verano previo a la Guerra Civil. Después de pasar las de Caín escondido en sótanos y sufriendo los bombardeos, solo la conseguirá al acabar la contienda para trabajar como recadero. En el principio de la obra todo son síntomas de la proximidad de una guerra que ellos no percibieron. Nadie se daba cuenta de que estaban abocados al desastre.

Hoy tengo la misma percepción.

No creo que una guerra civil sea posible, por mucho que algún periodista fascista la pueda desear y algún político poco inteligente lo secunde. Aquello fue un levantamiento del ejército, hoy el ejército no parece esa entidad descontrolada y ambiciosa, heredera de las dictaduras del XIX y los golpes de los espadones. No, no creo que haya una guerra en el horizonte pero sí que algo está cambiando, que nos está llevando a un escenario peor.

Se ha convenido en llamar fascistas a Donald Trump, Vox, Le Pen o Salvini. No creo que lo sean, el fascismo conllevaba una doctrina social, proteccionista en lo empresarial, que estos neoliberales no quieren ni de lejos, pero la raíz de todos sí son los fascismos de los años 30, eso está fuera de toda duda y ellos mismos lo reconocen cada cierto tiempo, sea por deseo propio o por error. No estaría mal leer La conjura contra América de Phillip Roth.

No creo que una guerra civil sea posible, por mucho que algún periodista fascista la pueda desear y algún político poco inteligente lo secunde.

El caso es que esto ha generado en España una percepción de la historia que no es correcta, y es que, ideológica y filosóficamente, la derecha democrática estaría más cerca de la extrema derecha que de la socialdemocracia. Evidentemente no va a estar cerca de Podemos, pero esto no es así. Un votante de derecha es un defensor con su acto de la democracia y la constitución vigente en ese momento. Un ultraderechista no, eso nos lo enseña la historia y el día a día. La distribución de los partidos en el Juramento del Juego de Pelota parisino durante la Revolución Francesa (lo que Mirabeau llamó “geografía de la asamblea”)  ha situado a los partidos en un plano terminológico que hoy habría que romper en mor de la inteligencia. Vamos a la historia. El 2 de mayo de 1945 los rusos colocaban la bandera soviética en el Reichstag de Berlín. Habían ganado la guerra junto a los aliados, a los que no les dio tiempo a llegar a la capital alemana. Pensemos quién ganó aquella guerra contra el nazismo, el fascismo y el retrógrado régimen feudal e imperial japonés, amén de aliados secundarios como Franco y su versión castiza del fascismo italiano. En 1939 Francia estaba gobernada por Albert Lebrun, perteneciente al partido de derecha moderada Alianza Demcorática Republicana, Gran Bretaña por Neville Chamberlain, otro conservador, en Estados Unidos mandaba el demócrata Franklin Delano Roosevelt. Quien piense que el partido demócrata es el equivalente de un partido socialista europeo necesita revisar la historia política norteamericana. Francia cayó bajo el yugo nazi, que estableció un gobierno títere en Vichy y más tarde por De Gaulle, un derechista antifascista, a Chamberlain los sucedió Churchill, un liberal mucho más conservador, es decir, otro derechista antifascista, y a Roosevelt el propio Roosevelt durante cuatro elecciones hasta su muerte. De una mirada nos damos cuenta de que los referentes de la actual derecha fueron antifascistas.

Aquellas derechas no querían el comunismo, que consideraban su enemigo, pero entendían que el problema principal eran unos fascismos deseosos de construir un orden mundial aterrador. La unión de aquellas derechas ganó, del brazo de la URSS, la guerra y creó un mundo, el de la Guerra Fría, en el que pudieron combatir a su enemigo -la URSS- de forma incruenta, o al menos no manchando de sangre los países propios, así que se fueron a hacer la guerra a Afganistán, Corea, Vietnam…

Hoy nos dirigen niños que no han vivido guerras, que creen que es lo de las películas de Hollywood y se permiten decir que un golpe de estado no nos vendría mal.

No hay una versión dulce y bonita de la historia, pero la de la Segunda Guerra Mundial nos lanza muchas advertencias. La paz ganada al fascismo por las derechas europeas y el comunismo soviético la hicieron hombres que habían visto la Primera Guerra Mundial y tenían las heridas de la Segunda. Sabían que había que evitar una tercera. Hoy nos dirigen niños que no han vivido guerras, que creen que es lo de las películas de Hollywood y se permiten decir que un golpe de estado no nos vendría mal. Esos mismos luego denuncian un chiste en Twitter, así es nuestro nivel moral. No, la guerra no tiene nada de glorioso y heroico; la guerra es que unos entren en tu casa, violen y maten a tus hijos y a tu mujer y te roben lo que tuviste, matándote después de haber presenciado todo. Lo de los desfiles y las banderas es atrezzo. Lo otro es el día a día de cualquier guerra.

No, la derecha y el fascismo no deben tener nada en común ni buscar un espacio compartido, ni el liberalismo es el neoliberalismo actual.

Da pudor tener que escribir cosas así en 2020 pero llega el verano y me quiero comprar una bicicleta para pasear con mis hijos. No quisiera acabarlo teniendo que utilizarla para llevarlos al exilio por los Pirineos.